7. Nieve en la Playa

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—¿Qué haces aquí? —preguntó cuando lo vio cruzar sus brazos sobre el pecho

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—¿Qué haces aquí? —preguntó cuando lo vio cruzar sus brazos sobre el pecho.

Rusia barrió con la mirada la habitación de su compañero de proyecto e hizo una mueca.

—No me respondiste a los mensajes.

—¿Me enviaste mensajes? —Regresó a la cama y agarró su celular, sin darse cuenta de que Rusia entró con él—. Oh, sí. La insignificante cantidad de... ¡¿Cuatrocientos veintitrés?! ¿Estás loco? ¡Consíguete una vida!

—¿Perdón? —rio, sin querer levantar la voz. La habitación de USA estaba cerca de otras representaciones y no quería llamar la atención—. Estoy preocupado por nuestro trabajo. ¡Y por Dios, no me vayas a decir que soy como URSS! ¡Ya tuve mucho de eso por una mañana!

USA volteó para verlo y le dedicó una extraña mirada, una mirada que cualquiera le daría a alguien que deliraba.

—¿Te sientes bien? —Metió las manos en sus bolsillos—. Por favor, si vas a morir, hazlo afuera. Yo también ya tengo mucho de muertos por hoy. Y a menos que me vayas a dejar tu escasa fortuna, no me hables.

Rusia suspiró y apretó el puente de su nariz.

—A esto me refería anoche —hizo una pausa y por fin vio a USA a los ojos—. ¿Te parece si vamos a dar una vuelta al centro comercial? No tengo idea de cómo llevar el proyecto y sé que tú tampoco sabes qué tema abordar. Tal vez se nos ocurra algo.

USA se dejó caer en su cama, a un lado del pantalón que planeaba ponerse y evaluó la situación.

No es como si pudiera evitar a Rusia todo el tiempo. Necesitaban sacar un tema para hacer su proyecto. Y mientras más pospusiera esto, más iba a estresarse. Cuanto más pronto acabara, mejor.

—Bien. Deja me cambio de ropa.

Dicho eso, echó a Rusia de la habitación y se dispuso a ponerse el nuevo conjunto.

—Entonces, vamos —dijo al salir.

Rusia hizo un mal intento de sonrisa y ambos emprendieron su camino al elevador.

—Oh, Rus —escucharon una voz que venía desde la derecha. Una voz que USA reconoció de inmediato—. América.

Vestido con un traje de negocios negro, Alemania les regaló una sonrisa. Llevaba sus clásicos lentes Browline y su saco sobre su antebrazo.

—¿Apenas vuelves? —preguntó USA mientras entraban—. ¿A dónde fuiste?

Alemania soltó una risa ligera.

—¿Por qué insinúas que no acabo de salir de mi habitación?

—Traes puesto lo mismo que ayer —recalcó—. Ah, esa corbata era linda. Te la regalé tan solo el año pasado. ¿Qué se supone que le hiciste?

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