Capítulo 1: EL LADRÓN EXHIBICIONISTA

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Arrastré la pequeña maleta hasta la habitación de huéspedes, sintiendo el peso del calor pegajoso que se aferraba a mi piel. Con un suspiro de alivio, la dejé caer sobre la cama y rápidamente la abrí, revelando algunos mangas que pretendía leer durante mi estancia. Entre ellos encontré un par de camisetas suaves y desgastadas, perfectas para el clima abrasador, también dos jeans y un short ligero, sabiendo que sería suficiente para el mes.

Decidí darme una ducha rápida para refrescarme antes de desempacar por completo. El agua fría cayendo por mi cuerpo fue un alivio después del trayecto. Una vez vestida con una camiseta holgada y shorts, terminé de acomodar mis pertenencias. Justo en ese momento, el teléfono vibró con una videollamada del tío Roberto.

― ¡Hey sobrina! ¿Ya llegaste bien? ―La cara del tío salió de la pantalla.

―Sí tío, acabo de terminar de instalarme ―respondí sentándome en la cama individual.

― ¡Perfecto! Déjame recordarte algunas cosas... En el refrigerador hay comida preparada, solo caliéntala. Y no olvides sacar a pasear a Rocco al atardecer y darle sus croquetas dos veces al día, ¿sí?

―Por supuesto tío, me encargaré de cuidar bien de Rocco ―asentí haciendo memoria.

―También revisa las facturas sobre el escritorio por si necesitas algo. Por cierto, ¿qué tal estuvo tu día?

―Tranquilo tío, preparándome para cuidar tu casa mientras estás en la capacitación.

― ¡Me alegro! Bueno, te dejo para que termines de acomodarte.

Hice un gesto afirmativo, pero antes de colgar, tío Roberto agregó:

― ¡Ah, una última cosa! Rocco es un gato muy especial, su hora de cenar es a las 7:40 pm. ¿De acuerdo?

Fruncí el ceño.

―Espera, si cena a esa hora, ¿cómo lo alimentabas cuando estabas en el trabajo? Terminas casi a las 9 pm, ¿no?

Tío Robert rio entre dientes.

―No, no. Pero la vecina siempre me ayudaba a alimentarlo.

― ¿Ah? ¿Tiene una llave extra de la casa? ―pregunté sorprendida.

― ¡Claro que no! Yo simplemente dejo la puerta sin seguro.

Abrí los ojos desmesuradamente.

― ¿Pero tío? ¡Y si entran ladrones!

―Tammy, vivo en una zona residencial, casi siempre hay gente afuera por los niños. Es muy improbable que pase algo.

Resoplé con incredulidad.

―Aun así, si te causa temor, puedes echarle el seguro cuando salgas o estés sola ― añadió conciliador.

―Vale, lo tendré en cuenta. Pero igual cuestiono tu falta de precaución ―respondí cruzándome de brazos.

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