Cap. 3.- Sola.

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La noche transcurrió sin problemas, la gente dormía y todo estaba bien, bueno... Eso parecía, pues tú conduces en estado de ebriedad, a baja velocidad y con los ojos lagrimeantes, todo parece perdido y sin una respuesta que puedas encontrar, ya que no entiendes el porqué Robert te había hecho eso cuando le habías dado lo mejor de tu existencia: tu amor.

El alcohol no era tu aliado porque simplemente te había hecho ofender a algunas mujeres en el bar, mujeres que te habrían agarrado a golpes severamente antes de quitarte tu dinero y sacarte a patadas del lugar. No era fácil, piensas que quizá te habrían dejado por alguna prostituta de medio tiempo, que podía cobrar hasta $100 dólares por una simple noche. Era absurdo, ¿una noche podía borrar recuerdos?

Volviendo al punto, habías llegado a tu casa después de derribar algunas cercas y casi estrellarte contra varios semáforos y farolas, abres el seguro del picaporte y giras de éste, haciendo que la puerta se abra. Pero hay un problema, escuchas varios gemidos y golpes en una de las habitaciones, de tu casa, como estás cansada y prefieres no molestar, te duermes en uno de los sofás de la sala, tus piernas ya casi no responden, porque estás demasiado ebria y lastimada como para pelear con Robert en este momento de la madrugada.

Tiras tus cosas en otro sillón y te acuestas sin pensar mucho en lo que había y estaba pasando, la incertidumbre te pega con mucho dolor y rompes en llanto, tus muñecas lastimadas limpian los rastros de lágrimas que habían recorrido, desde tus ojos hasta tu cuello lleno de alcohol y sudor.

Era la primera vez en que ésto se había ido completamente a la mierda...


A la mañana siguiente.


Era una nueva mañana, tan linda como todas las demás, aunque no tanto para ti, pues la resaca no te dió para más, y deseabas no querer despertar hasta las tres o cuatro de la tarde, pero aún así, era martes, el mejor día de la semana para acercarte a Dios y contarle sobre tus problemas... Miras el reloj, y te das cuenta que son las 8:30 am, habría tiempo para ir con el reverendo a pedir misericordia y bondad del señor.

Te levantas y caminas hasta el baño, donde te das un baño de agua tibia para quitar todo el rastro de alcohol y lágrimas de la noche pasada, tu cara es un horror, las ojeras comieron tu rostro y el rimel corrido hace acto de presencia, ¡parece que un tren te había arrollado!

Todo esto te causa frustración, mientras llorabas sin consuelo, casi rendida. Después de lamentarte un poco, miras a tu alrededor dándote cuenta que en el inodoro hay un vestido rojo, quizá no lo habías notado al principio, pero ahora que te habías dado cuenta, caíste en razón de que había una mujer en tu casa, en tu casa.

—... ¿Dónde lo he visto antes?...—mirabas tratando de recordar a quién se lo habías visto puesto, ya que el bordado del cuello te resulta bastante familiar.

Y en efecto, aquel vestido era de alguien conocida, más que conocida, tu amiga y casi hermana, ¡ese vestido es de Blobertha Puppington! ¡Ella fue quien traicionó toda tu confianza! ¡Le habías ayudado tanto a conseguir a su estúpido marido! Era una broma en tu cabeza, quizá, hasta que decidiste salir corriendo con el vestido en manos, para confirmar que tus sospechas eran ciertas.

Corres escaleras arriba, tropezando por la jaqueca que tienes, y mientras intentas correr a la puerta, ves que Robert sale de la habitación con una sonrisa amplia, voltea a dónde estás e intenta meter a empujones a quien sospechas dentro de la habitación.

—¡T-T/n!... ¿Q-qué haces querida?—tartamudeó.

—¡Quítate del camino, tonto!—lo empujas lejos de la puerta y entras, para encontrarte con quién era tu mejor amiga—. ¡Lo sabía, no son ni putas discretos! ¡Tú, Blobs... ¿Por qué?! ¡¿Qué ganas con hacerme esto?!

—T/n... N-no... No es lo que piensas, ¡y-yo vine a-a a ver la seda de tus sábanas, para comprar unas a Clay! ¡R-Robert durmió en la habitación de huéspedes, po-porque me había recogido del centro comercial!...—se te acerca para agarrar tus manos—. ¡No es lo que piensas, te lo juro!—se arrodilló frente a ti.

Pero te alejas instantáneamente, dándole una bofetada a Blobertha, y también a Robert.

—¡Los quiero fuera de mi casa, a ambos!—inevitablemente gritas furiosa.

—Q-querida...

¡Largo, maldito traidor! ¡Los quiero fuera, ya! Lárguense de mi casa... ¡Ya!—gritas, empujándolos a la salida de la casa, casi desnudos.

Al casi salir de casa, Robert comenzaba a amenazar con que te quitaría hasta el último centavo, pero sabiendo que no puede ni tiene el poder de hacerlo, no lo escuchas, y los empujas lejos de tu casa.



***


Después de todo, no hay más cosas por las cuales luchar. Tu marido te engañó, tu mejor amiga te traicionó, tu familia no quería saber nada de ti, y tu tratamiento no había funcionado como tal. Quizá y realmente nada estaba tan bien como lo habías pensado.

¿Cuál se supone que era la cura para tu sentir?

La venganza, por supuesto...


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Gracias por leer.
Corto, lo sé, pero el bloqueo creativo está muy cabrón.

~°•Secreto en alcohol•°~ [Clay x T/n]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora