♱Visita♱

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Izuku se acercó a la puerta con pasos vacilantes, su mano temblorosa apenas se atrevió a tocar

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Izuku se acercó a la puerta con pasos vacilantes, su mano temblorosa apenas se atrevió a tocar. Los ruidos al otro lado eran ensordecedores: gritos distorsionados y el eco de pasos rápidos recorriendo la casa. Izuku miró de reojo a Camila, quien soltó un suspiro pesado, visiblemente incómoda. A pesar de sus reticencias, finalmente él la había convencido de venir a disculparse. Aunque no lo admitía del todo, en el fondo, ella también sentía cierta culpa.

La puerta se abrió bruscamente, revelando a una mujer joven de cabello rubio y una sonrisa cálida.

—¡Oh! ¡Izuku! Hace tanto que no te veía. Y… ¿quién es ella? —preguntó la mujer, su tono sorprendido pero amable.

—Buenos días —respondió Camila con una ligera reverencia—. Mi nombre es Castillo Camila, actualmente vivo con la señora Inko y con Izuku.

La mujer rubia examinó a Camila por un momento, como evaluando algo, antes de sonreír con mayor entusiasmo.

—¡Vaya, querida! ¡No esperaba que la chica de la que me hablaba Inko fuera tan joven!

—Oh, bueno, solo tengo 18 años —dijo Camila, su tono algo reservado—. Pero me agrada que hablaran de mí.

Camila y la mujer comenzaron a charlar con naturalidad mientras caminaban por el pasillo. Se notaba una conexión inmediata entre ellas, y por primera vez, Camila parecía relajarse un poco. Izuku, aunque algo más callado, se sentía aliviado de ver que el ambiente no era tan tenso como esperaba.

De repente, el sonido de golpes pesados y gritos inentendibles interrumpió la conversación.

—¡Katsuki! ¡Deja de gritar que tenemos visitas! —gritó la mujer, claramente exasperada.

Camila alzó una ceja, comprendiendo de inmediato de dónde provenía la actitud temperamental de Bakugo. Pasos fuertes descendieron por las escaleras, y pronto, un rubio malhumorado con las muñecas vendadas apareció en el umbral.

—¿Qué demonios haces aquí...? —su voz goteaba veneno cuando sus ojos se encontraron con los de Camila.

—Vine a disculparme —respondió Camila, firme pero con una ligera vacilación en la voz.

El silencio que siguió fue incómodo, casi sofocante. Izuku dio un paso adelante, colocándose instintivamente cerca de Camila, temiendo que la situación pudiera salirse de control.

—Entonces, ¡lárgate! —gruñó Katsuki, sus ojos llenos de rabia—. ¡No quiero tus patéticas disculpas!

Antes de que pudiera seguir gritando, un golpe resonante lo silenció. Su madre lo había golpeado en la cabeza, y no con delicadeza.

—¡No eches a las visitas, maldito mocoso! ¡Encima de que vienen a verte a ti! —le regañó severamente.

Con el rostro encendido de ira contenida, Katsuki se quedó mirando fijamente a Camila e Izuku, su orgullo herido, pero incapaz de replicar. Finalmente, su madre lo obligó a llevarlos a su habitación. Así que ahí estaban, los tres, en un silencio que parecía prolongarse eternamente.

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⏰ Última actualización: Sep 27 ⏰

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