No soy alguien que guste de despertar temprano, pero la imposibilidad de moverme al tener un suave cuerpo ligeramente sobre el mío, con sus extremidades envolviéndome, logró despertarme. Bostecé y contuve las ganas de estirarme, estaba dispuesta a esperar con toda la paciencia del mundo solo para ver su cara cuando se diera cuenta de lo que había hecho, habría incluso tomado una fotografía como evidencia en su contra, pero no tenía mi teléfono a la mano.
Me entretuve jugando con su cabello, era muy suave y olía delicioso, toda ella era una mezcla entre firmeza en los lugares adecuados y suavidad. Siempre fue la chica más hermosa en toda la ciudad, verla quitaba el aliento y hacía que todo se volviera confuso.
¿Cuánto más iba a tener que esperar hasta que despertara? Siempre creí que Chloe era de las que se levantaba con la salida del sol, pero felizmente estaba equivocada y era algo más que iba a usar en su contra para seguir molestándola.
—Estás tan perdida, Chloe Sáenz. —Sonreí con malicia y sobé su espalda.
Se movió más contra mí. Me puse nerviosa al sentir su mano apretando mi cintura, su pierna enroscando mi pierna y su rostro escondiéndose en mi cuello. Me estaba usando como una almohada, pero yo no era un ser inerte y tenerla tan cerca estaba resultando una tortura innecesaria.
—Chloe. —Tenía que despertarla—. Chloe.
—Mmm... —Gimió y su respiración me hizo cosquillas.
—¡Chloe! —La sacudí un poco y ella se sobresaltó. Se alejó de inmediato y sus ojos asustados miraron hacia todos lados—. Estabas intentando aprovecharte de mí.
Sonreí. Me costaba contener la risa.
—No, yo no. —Casi sentí pesar al verla tan confundida y con todo el cabello revuelto, en parte eso era mi culpa por haber enredado mis dedos en sus suaves mechones.
—Lo hiciste, al igual que ayer. Solo que esta vez decidí demostrarte quién es la verdadera pervertida.
Me miró con sus grandes ojos color chocolate y sonreí victoriosa.
—Es bueno comprobar que sin importar la situación lo único que te importa es molestarme y demostrar que eres mejor que yo. Tú ganas, Erin, como siempre.
Se levantó de la cama y corrió fuera de la habitación.
—¡Maldición!
¿Qué demonios fue eso? Era una victoria limpia y fácil, y ella logró voltearlo en mi contra. Mordí la almohada para no gritar. Seguramente estaba contándole todo a Noah para que él tuviera más razones sumadas a la larga lista de mi incompetencia parental. Quizá mi madre tenía razón.
¡Por supuesto que tenía razón! ¡Chloe estaba poniendo a Noah en mi contra para quedarse con él!
Salté de la cama, me metí en el baño y tomé una ducha rápida. No era alguien que supiera combinar lo que usaba, bastaban unos jeans con camisas flojas y chaquetas increíbles, con un buen par de botines planos que fueran cómodos; era como esos genios millonarios que ahorran tiempo usando siempre lo mismo. Tomé el último jean que había traído y me di cuenta de que no tenía camisas limpias.
—¡Maldición! No puedo ponerme algo sucio.
Volví a la habitación de Chloe y afortunadamente encontré una blusa que me servía, era de color negro y de seda, y lo suficientemente floja para que me quedara bien. Recogí mi cabello en una cola de caballo, apliqué un poco de maquillaje a mi rostro y fui a buscar a los conspiradores Sáenz.
Los encontré en la cocina desayunando sin mí. Ni siquiera me esperaron. Compartían sonrisas y conversaciones de las que yo no tenía idea, Chloe cortaba la comida de Noah en pedazos pequeños, y él le daba de comer de su plato sin notar mi presencia.
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Tú ganas
RomanceErin y Chloe no se llevan bien, tuvieron un hijo por accidente antes de graduarse del colegio, pero Erin no estaba lista para una relación seria porque estaba en medio de su transición para ser una chica. Chloe se hizo cargo del niño por seis años h...