CAPITULO 1-CHIC

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Tres años después

Emma.

Mantengo la postura y el bolso sobre mis piernas mientras el hombre frente a mí teclea
detrás del escritorio caoba. Se respira el ambiente típico de los bancos, ese que está
lleno de personas que visten colores neutros y parecen tener problemas de hemorroides
haciendo mala cara cada dos por tres.
—Señorita James —habla el asesor financiero enfocando la atención en mí— ¿Podría
hablarme un poco más de su proyecto?
Me acomodo en la silla feliz con la pregunta.
—Por supuesto —tomo mi carpeta abriéndola en la mesa—. Quiero crear un centro
artístico y deportivo el cual le permita a jóvenes, niños y adultos pulirse en lo que aman.
La rama principal será el patinaje obviamente, pero tendremos otros campos como lo
son el modelaje, la actuación, la pintura, la natación, el diseño, la música.
—Entiendo, ¿Cuál es su objetivo?
—Ser el centro artístico y deportivo más grande de Europa —digo segura— Y Lanzar el
mejor programa caza talentos
Muevo las fotos que muestran lo que quiero.
—Ya hay varios centros importantes con este mismo tipo de modelo.
—Pero no como el mío —explico— ¿Sabía usted que a diario cientos de personas
renuncian a sus dotes artísticos por miedo, inseguridades y falta de apoyo? Apoyo que
no encuentran por parte de sus instituciones, familiares o comunidad.
—Eh...
—Es algo que no les pasará estando conmigo —lo interrumpo emocionada—. Pondré
todo mi empeño con el fin de conseguir el mejor equipo de psicólogos del deporte,
entrenadores y motivadores, los cuales estarán centrados en crear los próximos Ídolos.
Quiero instrumentos de primera, escenarios majestuosos y pistas que solo estén en mi
centro deportivo.
—Muy ambicioso su proyecto señorita James, pero —frunce el cejo— ¿Por qué
empezar con algo tan grande?
—Porque no me gustan las cosas pequeñas —carraspeo con la absurda respuesta— Es
que no me lo imagino de otra manera y quiero empezar con siete...
— ¿Plantas?
—Cuadras. Como lo muestra el dibujo, será un complejo artístico que abarca muchos
campos — lo corrijo dando más detalles y siento que no está conectando conmigo.
Empieza a explicarme que debo caminar antes de correr dándome la típica charla de Y
si no es rentable?" "Es sumamente costoso”. Pide estudios de riesgos que no he hecho
—Entiendo que no sea el tipo de negocio que busca el banco.
—Es usted muy joven, señorita James —empieza—. Es asombroso atender a una
estrella como usted, ganadora de un olímpico con un muy buen patrimonio, pero — se
aclara la garganta— su proyecto es supremamente costoso, diría que billonario y
requiere de socios grandes.
Me devuelve la carpeta con la cifra máxima que me puede prestar el banco y eso no me
alcanza ni para los equipos.
—Entiendo —me pongo de pie.— Ya veré que haré. Muchas gracias por su tiempo.
—¿Le molestaría regalarme un autógrafo para mi nieta? Es su fan.
—Por supuesto.
Le firmo la libreta antes de recoger mi bolso y mis documentos. Estrecho su mano, me
coloco los lentes y salgo de las oficinas tal cual como entré, «Con la frente en alto».
La desmotivación es algo que me niego a volver a probar, ya que con 21 años soy una
de las mejores patinadoras sobre hielo del momento, me acabo de comprar mi propio
apartamento en el complejo privado de las celebridades en Varsovia y sigo cursando mi
carrera universitaria.
Acomodo la gorra de tela que se complementa con mi outfits y abordo mi auto. Mi
cabeza gira por inercia revisando el asiento trasero, acomodo el lente retrovisor y miro a
todos lados con un leve temblor en el esternón.
«No pasa nada, Emma», aprieto el volante echando a andar con el nombre repitiéndose
en mi cabeza. Hace tres años fui secuestrada por la mafia rusa y, aunque ahora esté libre,
siento que tengo una cadena imaginaria en el cuello.
Los nervios me acompañan al igual que los recuerdos sucios, la sangre... la sensación de
calor que abarca el lóbulo de mi oreja cada vez que recuerdo como respiraban en mi oído.
Detengo el auto en el semáforo y muevo el cuello al recordar la lengua que se desplazaba
por dicho sitio, aún siento sus manos en mi garganta y sus susurros cargados de hambre.
Me aislé de mi familia por mil y un motivos, ahora tengo más cosas que perder y por ello
prefiero mantenerme lejos. Las cosas no están bien; Rache' ahora hace parte de la mafia
italiana, elaboró su propio plan y se ha convertido en la mujer más poderosa de la
pirámide, está herida, se siente culpable por lo mío, la FEMF la traicionó y sacó de las
filas del ejército, el coronel murió y sus hijos están escondido mientras ella finge estar
enamorada de Antoni Mascherano con un único fin y es aprovecharse de su poder.
El problema se volvió mil veces más grande, mi padre está preso, fue herido hace poco.
Mamá y Sam están con Rachel y yo no quiero que nada me salpique otra vez.
Entiendo el dolor de mi hermana, el querer la revancha. La Bratva la golpeó, la FEMF,
todos están enseñados con nuestro apellido y yo... No quiero que lo logrado se me venga
abajo.
Estaciono el auto en el restaurante donde fui citada, la ubicación es en uno de los sitios
más concurridos de la ciudad y Cédric se levanta cuando me ve dejando que le dé un beso
en la mejilla antes de sentarme.
Empezamos a hablar seguido 18 meses después del secuestro. No se pierde el aura tensa
que emerge cada vez que lo veo, sin embargo, trato de acostumbrarme, ya que es el padre
de mi hija.
—Hay unos documentos de Gehena que requieren tu firma —me pide—. Ella te manda a
decir que te echa mucho de menos y que necesita una licuadora para muñecos, aguja e
hilo.
—Anotado.
Este tipo de separaciones son obligatorias. Rachel me contactó hace poco, está
empeñada en acabar con la Bratva y por ello trato de aislar a mi hija lo más que pueda
por si las cosas se salen de control.
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Traen la carta y ordeno mi plato bajo la mirada del príncipe que ya no disimula mucho a
la hora de demostrar que le gusto.
— ¿Ella está bien? —me empieza la paranoia con Amelie— ¿Está cómoda? ¿Feliz?
¿Quiere que vaya por ella?
—Sí, estate tranquila, tiene todo un reino protegiéndola —dice y eso me tranquiliza.
Cédric es apuesto, pese a que perdió la mano en el secuestro no deja de verse bien con la
prótesis que adquirió. Vive aquí, en Varsovia, pero ahora está de vacaciones en su país
natal.
Traen la comida y le firmo los documentos antes de empezar a comer.
—Quiero que te guste Gehena —aprieta mi muñeca sonriendo con coquetería—.O al
menos gustarte yo.
Empieza con la galantería y me lo tomo a modo de broma.
—No has pensando en lo que te dije, ¿Cierto?
—No he tenido tiempo —me disculpo—. Trabajo, estudio y patino.
—Pero ya tienes que mermarle un poco a todo —sujeta mi mano—. Nunca estás libre,
fue un lío el que aceptaras venir a almorzar y Emma, sabes que me gustas hace mucho.
Me lo recuerda todo el tiempo,
—No tengo cabeza para otra cosa que no sea mi hija y mi proyecto —soy sincera—. La
próxima competencia se aproxima, tengo varios contratos que cumplir y sería
complicado si no puedes verme.
—Tomate unas vacaciones en Gehena, conócela. Tu carrera artística es asombrosa —
me dice—, pero debes sopesar que se acabará en algún momento y deberás dedicarte a
otras cosas.
—Me voy a dedicar al centro artístico y deportivo. Ahí voy a ejercer mis estudios —
empiezo emocionada—. He visto unas ideas que no te imaginas.
—No me cambies el tema —se queja,— por un momento hablemos de nosotros...
— ¿Queen? —se me acerca un grupo de tres chicas y él se impacienta i Te amamos!
¿Nos regalas un autógrafo?
—Por supuesto.
Me levanto a darles el gusto tomando el marcador con el que le marco las playeras.
—En verdad eres la mejor —me halaga una de las jóvenes—. En la pista, en los
comerciales y tu historia de supervivencia es algo que no nos cansamos de leer.
—Gracias.
La llegada de ellas desencadena la de dos periodistas y trato de ser amable, pero el que
empiecen a rodearme hace que deje la comida a medias.
—Lo siento —me despido de Cédric—, creo que lo mejor es que los atienda afuera.
No soy esquiva con los seguidores que tengo y por ello respondo un par de preguntas.
Mi día a día es así; entrevistas, ruedas de prensa, entrenamientos, grabaciones y eventos
exigidos por mis patrocinadores.
—Emma, eres la primera patinadora que llama tanto la atención de los medios—
comentan—. Te has convertido en la influenciadora de muchos jóvenes siendo una
figura admirable, ¿Cómo te sientes con eso?
—Genial.
La policía tiene que intervenir cuando el cúmulo de gente es demasiado, no puedo
caminar y me abren paso para que pueda subir al auto. Tenía el día libre hoy y me puse
a buscar bancos para el préstamo que necesito.
Conduzco a mi vecindario privado, guardo el auto, subo a mi piso y estando dentro lo
primero que hago es quitarme los zapatos antes de echarme en el sofá extrañando a
quien siempre me recibía corriendo con los pies descalzos, «Amelie».
Me pregunto si me echa de menos como yo a ella y saco el móvil sonriendo con el video
de mi tobillo envuelto en hebras doradas mientras me canta. —Flor que da fulgor, Con
tu brillo fiel —se ríe— Vuelve el tiempo atrás, Volviendo a lo que fue.

La extraño un montón y cada vez que me entra la nostalgia me recuerdo que es por el
bien de las dos. Igualmente hablamos todos los días y siempre me recuerda lo mucho
que me quiere.
Ella es mi todo, con ella practico mis idiomas, con ella veo películas y me divierto
cuando ambas estamos en casa. Sé que en Gehena tiene más libertad porque a mí no me
gusta sacarla a la calle, en vez de eso nos quedamos aquí practicando sus clases de
canto.
Ya está anocheciendo y para pasar el tiempo me ocupo de recoger el desorden que no
levanto desde que ella se fue.
Echo a la basura los osos descabezados que tienen la felpa afuera sacudiendo la cabeza
en el proceso, «Siempre hace lo mismo». La empleada viene dos veces por semana y no
voy a convivir con este desorden.
La noche llega, me conecto a la clase en línea, las cuales abarcan tres horas de mi
tiempo, acaban y con el final de los compromisos llega el vacío que me hace deambular
por el apartamento como una idiota.
Termino en el cuarto de trofeos, el cual alberga los reconocimientos de los últimos años;
medallas, (La Olímpica siempre la cargo en el bolso), fotos de mis presentaciones,
trofeos y un espejo gigante donde al verme podría decir que ahora SÍ soy perfecta.
Tengo buenas notas en la universidad, los medios me adoran, soy dueña de una de las
fanaticadas más grande en el mundo del patinaje, aparte de que soy el ejemplo a seguir
de muchos y varios me ven como la joven dulce que todos deben admirar, pero...
Las ganas que me surgen hacen que me saque la ropa optando por algo totalmente
diferente. «Necesito salir», satisfacer mis necesidades.
Suelto mi cabello, me coloco el gabán, tomo mis cosas y abordo el taxi que me lleva a la
parte sucia de Polonia, esa que está mal para una James, la que es motivo de vergüenza
para una patinadora ilustre y por eso me coloco el antifaz antes de llegar al club con
música alta y luces neón.
Todos tenemos secretos y estos son los míos; me he superado, he conseguido lo que
quiero, pero no dejo de ser la rara de la familia.
Abro el gabán y la mini falda con pliegues queda al descubierto al igual que el crop top
de tiras que me deja el abdomen visible y las medias negras que me llegan a la mitad de
los muslos.
Humecto mis labios al sentir la necesidad de los hombres poderosos que se fijan en mí.
«Me gusta eso», que transpiren poder, grandeza. Se supone que muchos me admiran
mientras que otros me ven como una persona digna de admirar sin saber que tengo
fetiches raros que obviamente todo el mundo señalaría al enterarse que me gusta ser la
tentación de todos los dominantes de Varsovia.
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Lo curioso es que no vengo a que me sometan, no vengo por sexo.
Vengo porque me gusta oír como me prometen el cielo y la tierra, como hablan de lo
que son mientras pienso que está bien, pero les falta más... No sé qué, pero siento que no
me basta con lo que me dicen y le doy mi atención a otro quien se esmera, pero sigue sin
impresionarme, sin excitarme como quiero.
Me gusta oír como juran que pueden dármelo todo aunque no lo necesite. Soy una
persona independiente, sin embargo, me encanta fantasear con el hecho de que me darán
todos los gustos que yo quiera si así lo pido.
Son fantasías tontas. A unos les prenden los tríos, a otros las orgías y a mí ser la chica
consentida y caprichosa que les hace cuestionarse los gustos rompiendo sus normas.
Me gusta que me miren con hambre mientras deslizo las piernas en la superficie
aterciopelada del sofá observando mi imagen en el espejo del techo.
Es penoso, raro y vergonzoso, pero disfruto sentirme diminuta ante un hombre grande y
cada que vengo trato de buscar el perfil que añora mi cuerpo. Anhelo un miembro que
con solo verlo ya tema a que pueda partirme, pero aun así no tenga miedo de montarlo
porque sé que lo voy a disfrutar.
Cierro los ojos fantaseando con eso, con la necesidad de lo que quiero, de lo que ya
probé, pero no he vuelto a encontrar.
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