El momento de estar juntos

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Me duché con agua fría. Necesitaba serenarme y volver al mundo real, y
no había nada mejor que jadear bajo una corriente de agua helada para
eso. Al terminar tiritaba y me sentía destemplado, pero había valido la
pena; cuando fui hasta la cocina ya no estaba excitado y había
conseguido recuperar la serenidad. Preparé café y compartí una
conversación ligera con Karina antes de que apareciera el señor Jeon, un
poco más tarde de lo habitual.

—Buenos días, señor —le saludé con un tono tranquilo, mirando su
expresión seria de cada día.

—Vámonos, Jimin —me ordenó—Llegaremos tarde.
Y así de fácil, ambos fingimos que nada había pasado hacía apenas
cuarenta minutos. Leí la agenda del día en el coche, como hacía siempre, y
le recordé que aquella tarde tenía masajista y que ya había mandado a
lavar su esmoquin.

—No iremos a la cena —respondió con una mirada seria.

—Señor, es una cena benéfica, irán muchos personajes importantes
de la ciudad y los periódicos cubrirán el evento —le dije con cuidado,
utilizando un tono calmado—. El
departamento de publicidad ha insistido en que ir será muy bueno para
su imagen pública.
Él me miró en silencio, frente a mí con su postura dominante de siempre,
como si todo allí fuera suyo.

—Entonces, consigue un sitio para ti en mi puta mesa —me dijo.

Entreabrí los labios, pero los volví a cerrar sin decir nada. El estaba siendo infantil e irracional con aquel tema. Era estúpido exigir que hicieran un hueco para el asistente de un empresario en una mesa de personas importantes; no tenía sentido alguno y todos parecían ver eso a excepción del señor Jeon. Si él quisiera ir acompañado de su pareja, no
tendría problema en insistir, pero me daba vergüenza llamar para pedirles
que me hicieran un hueco a mí.

—Señor —lo intenté de nuevo—. Nadie lleva a su asistente a esas cosas.
Él ladeó el rostro y me miró de aquella forma que no aceptaba un no por
respuesta.—Por favor… —le rogué en voz baja.

—No —y ahí se acababa la discusión.
Cogí una bocanada de aire y volví la vista al móvil, no porque tuviera
nada que hacer, sino para no tener que seguir mirándole y conseguir un
poco de intimidad. Tuve que decirle a publicidad que el, definitivamente, no asistiría a la cena de gala. Las quejas no se hicieron esperar y para cuando volví a mirar el móvil después del gimnasio ya
tenía dos llamadas perdidas y más de nueve mensajes del departamento,cada uno más serio y cortante que el anterior. Sabían que yo estaba al otro
lado del teléfono y eso les daba un poco más de libertad para usar
expresiones como: «sería muy recomendable que insistieras en ello» y
«nos gustaría poder organizar una reunión extraordinaria para discutir el
tema, si tú no eres capaz de convencerlo». No me gustaba el tono y odiaba que creyeran que yo estaba siendo un incompetente con el tema; pero la
reunión no me preció una mala idea.

—Los de publicidad quieren reunirse con usted para explicarle las ventajas de la cena y lo que podría afectar a su imagen, a la de la empresa y a las ventas en alza —le dije durante el desayuno.

—Ya sabes lo que tienes que hacer, Jimin —me recordó, dando un
trago a su café—. No es mi puto problema y no quiero volver a oír hablar de eso, ¿entendido?
Tiré la cuchara de plástico sobre la mesa y me cubrí el rostro con las
manos, demasiado frustrado con todo aquello. Quizá aquella noche me
había afectado demasiado y no me quedaban demasiadas energías para
soportar tonterías. Crucé los dedos y me incliné hacia delante, con los
codos sobre las piernas. El señor Jeon me miraba con expresión seria
mientras terminaba sus gachas con pera, almendras y arándanos.

—Negociemos —le dije tras un breve silencio—. ¿Qué haría falta para que
fuera a la puta cena y dejara de comportarse como un niño?

—Ven aquí —ordenó, dejando la cuchara a un lado y girando el sillón
hacia mí.
Dudé, pero me levanté y fui hasta él. Me indicó con un gesto de la mano
que me inclinara más cerca y, antes de que me diera cuenta, me dio una
bofetada en el rostro. Apreté los dientes y me cubrí la mejilla caliente y enrojecida.

El asistente del jefe (Kookmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora