Un viaje al pasado

191 10 8
                                    

El cielo estaba gris ceniza y a veces arrojaba una lluvia fina y blanca que se revolvía un poco en el viento y llenaba los cristales de puntitos claros que el limpia parabrisas arrastraba de un lado a otro, y
aquel era el único sonido que interrumpía el profundo silencio del coche.
Jungkook estaba enfadado y frustrado y casi se podía sentir una nube oscura y fría flotando a su alrededor. Miraba fijamente la carretera y tensaba la mandíbula más fuerte en ocasiones, como si de pronto recordara algo y se disgustara un poco más.
Nos detuvimos para dejar pasar un viejo volvo azul antes de cruzar el puente. Aproveché aquel momento para mirar fijamente al señor Jeon. Había decidido dejarle un poco de tiempo para que se
tranquilizara, pero no parecía estar funcionando como yo me esperaba.

—Jungkook —murmuré, poniendo una mano en su pierna para acariciarlo —. No le des más vueltas. No merece la pena.
Él tardó un par de segundos en girar el rostro hacia mí.

—No tiene sentido que a tu padre no le guste que tenga dinero, Jiminshi.
Apreté los labios y seguí acariciándolo. Él no entendía a mi padre, quizá porque era muy diferente a la clase de personas con las que Jungkook se había relacionado a lo largo de su vida.

—Mi padre fue comunista en su juventud —le expliqué—, tiene este concepto de que las personas con dinero son todas crueles y descorazonadas, que no entienden lo que es el trabajo duro ni
comprenden a los demás ni sus problemas.
Jungkook abrió un poco más los ojos y puso una leve expresión de desprecio.

—Comunista… —dijo en voz lenta y baja, como si se tratara de alguna palabra tabú—. Tú padre es comunista, Jimin…

—Lo fue —le corregí antes de que lo llevara al extremo. Había tratado de mantener aquello en secreto el mayor tiempo posible porque, bueno, podía imaginarme lo que pensaría Jungkook sobre eso—. Ahora no es tan radical, pero sigue siendo bastante socialista e… intransigente algunas veces.

—Ahora entiendo muchas cosas —continuó murmurando con aquel tono
duro.

—No es para tanto, Jungkook —respondí, tratando de quitarle peso al asunto con un apretón de la mano en su pierna y un leve encogimiento de hombros—. Sabes que yo también soy bastante socialista —sonreí.
Sin embargo, la expresión de desprecio y enfado del señor Jeon se intensificó.

—¿Ahora tú también odias que sea millonario, Jimin?, ¿eso te molesta?

—No, no es eso. Yo…

—No te quejas cuando te compro todo lo que quieres y te llevo de viaje por Francia —me interrumpió.
Lo miré en silencio, a sus ojos negros oscuros inundados con una extraña mezcla de dolor y enfado. Aparté la mano de su pierna y la puse en el volante antes de mirar al frente y arrancar el coche para seguir conduciendo. Cuando él se ponía de aquella manera, era mejor dejarlo pasar, porque si entraba en su juego, acabaríamos discutiendo a gritos. —Mírame, Jimin—ordenó él.

—Estoy conduciendo —respondí en voz baja.

—He dicho que me mires…
Cerré un momento los ojos y tomé una bocanada de aire.

—Falta poco para llegar a…

—¡Qué me mires! —rugió, golpeando el salpicadero con violencia.
Pisé con fuerza el freno y ambos nos caímos un poco hacia delante antes de retroceder con un golpe seco sobre el asiento. Apreté el volante hasta que los nudillos se me pusieron pálidos y giré el rostro hacia Jungkook, clavando mi mirada en él. Jungkook estaba muy enfadado, respirando agitadamente y con los dientes y los puños apretados. Compartimos uno de nuestros largos silencios de miradas intensas e ininterrumpidas, hasta que él me dijo:

—Si tanto desprecias mi dinero, Jimin, te cobraré todo lo que me he gastado en ti, aunque dudo que puedas pagarlo; porque ha sido mucho… muchísimo dinero.
No sabía si aquello era una amenaza, una forma retorcida de recordarme lo mucho que me había dado o lo mucho que le debía; pero, fuera lo que fuera, no funcionó conmigo.

El asistente del jefe (Kookmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora