Siempre me considere un joven correcto.
Nunca en mi vida dese a una mujer, o tuve algún pensamiento indecoroso con alguna. Y jamás me había interesado en una, no de manera sentimental o romántica y mucho menos para algo más.
De hecho, Satoru solía molestarme diciendo que era gay, cosa que hasta yo empecé a creer, no porque me sintiera atraído por algún hombre, simplemente nunca me llamo la atención ninguna chica.
Por el contrario, mi amigo albino, era todo lo opuesto a mí, él era un mujeriego. En todo el sentido de la palabra. De verdad esperaba que en algún momento lograra enamorarse de alguien, y que pudiera mantenerle fidelidad a esa persona.
Yo tenía la fiel creencia de que el cuerpo era algo sagrado. Mi cuerpo era mi templo, mi posesión más sagrada, y se lo iba a entregar solo a la persona merecedora de él.
Por eso, cuando por mi cabeza paso morder los muslos de la chica de cabello negro, me sentí sorprendido, jamás pensé que yo iba a tener algún pensamiento de esa índole, o bueno tal vez sí, pero solo con la persona que fuera mi pareja; estaba impactado.
—Permiso. —la voz del chico de cabello rojo que se encontraba frente a mí, me saco de mis pensamientos.
—¿Geto, estas bien? —escuché una voz suave y armoniosa a las espaldas del chico, vi como de manera tierna Josei se asomaba por el hombro del de cabello rojo agarrándose de este. —Geto. —volvió a decir mi apellido de manera tranquila, esperando que reaccionará.
—¿Si? —exclame como un idiota.
—Si te encuentras bien, Eiji te pidió permiso cuatro veces. —al escuchar sus palabras me moví rápidamente, rascando mi nuca de manera nerviosa.
—Perdón. —dije mientras veía como la chica de cabello negro y largo me daba una sonrisa, para luego tomar al chico de cabello rojo por el brazo que tenía libre, ya que del otro lado se encontraba su amiga, no deje de verlos hasta que desaparecieron al doblar por un pasillo, dejando el eco de sus risas.
—Wow. —exclamo Satoru, para luego estallar en risas.
Lo mire molesto. —Y ahora tu qué. —hable de forma agresiva mientras me acercaba a él para golpearlo.
Pero lo que dijo me dejo con la mano en el aire, en pausa. —Andabas de pervertido, viendo las piernas de la linda Josei. —reventó en carcajadas de nuevo, mientras yo tomaba un tono más rojo en las mejillas.
—Cierra el pico. ¿Crees que no me di cuenta que tu igual lo estabas haciendo?
Me miro, mientras calmaba su risa. —No lo voy a negar. —se encogió de hombros. —Es una chica muy hermosa, y además de eso hace parte del clan Josei, mi clan los adora, tal vez hasta termine casado con ella.
Yo solo rodé los ojos, para caminar en dirección al que iba a ser mi cuarto por los próximos cuatro años.
—Suguru, no te enojes, podemos compartir a la chica, tal vez podamos tener una relación los tres. —hablo a mis espaldas, para luego echarse a reír de nuevo.