El Anillo de Piedra

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A su regreso al Santuario, Evanthe se vio acosada por la constante insistencia de Aldric. Durante días, él la siguió a todas partes, implorándole que se convirtiera en su maestra de magia. Incluso llegó a recurrir al Gran Maestre en repetidas ocasiones para elogiar las habilidades de Evanthe y así persuadirla de servir a la diosa de la luz, Aeliana. Sin embargo, Evanthe se mantuvo firme en su negativa, rechazando la idea de someterse a cualquier deidad.

La insistencia continua de Aldric finalmente la llevó a ceder. Aceptó ser su maestra con la condición de que dejara de presionarla. Solo accedería a compartir sus libros y aclarar sus dudas, sin compromisos religiosos de por medio. A regañadientes, Aldric aceptó los términos, sintiendo alivio al haber alcanzado uno de sus objetivos, pero también frustración al no lograr su cometido principal.

Una tarde tranquila, Evanthe llevó a Aldric a una carreta antigua que estaba estacionada cerca del Santuario. Era la misma carreta que su difunto maestro, Zephyrus, le había heredado. Con cuidado, Evanthe seleccionó un par de libros de magia de entre los distintos cofres y se los entregó, advirtiéndole con seriedad que le cortaría la cabeza si notaba el más mínimo daño en ellos. Aquellos libros eran valiosos recuerdos de su querido mentor, llenos de sabiduría y conocimiento acumulado a lo largo de los años.

Desde ese día, Aldric se convirtió en un visitante asiduo de la carreta, buscando la guía y el conocimiento de Evanthe. Cada vez que tenía dudas o quería practicar conjuros, acudía a ella en busca de orientación. Aldric absorbía el conocimiento con una rapidez sorprendente, lo que llevaba a Evanthe a reflexionar sobre la ironía de ser maestra a pesar de que apenas estaba por cumplir nueve años.

Con el paso de los años, Aldric no solo aprendió de Evanthe, sino que la superó en todos los aspectos. Su capacidad para comprender y dominar la magia lo convirtió en un mago excepcional, esa era la ventaja de poder usar magia directamente, en lugar de solo estudiarla en libros, lo cual le permitió avanzar rápido en su dominio de las artes mágicas.

Sin embargo, ese conocimiento no llegó sin consecuencias. Aldric pronto se vio involucrado en tareas para la diosa, pactos que no podían ser mencionados bajo ninguna circunstancia. Los dioses imponían castigos severos a aquellos que quebrantaban estas reglas, incluyendo la muerte. A pesar de eso, Aldric continuó su camino en el mundo de la magia, sabiendo que cada paso adelante podía llevarlo más cerca del peligro.

El camino de Evanthe continuó en la dirección que había marcado desde su primer encargo, aquel incidente mágico con el viento. Con el tiempo, las misiones que le encomendaban iban desde encontrar objetos extraviados y mascotas perdidas hasta investigar robos de diversos artículos. Aunque al principio estas tareas parecían simples, la habilidad de Evanthe para resolverlas con éxito la hizo muy conocida entre los habitantes del pueblo, lo que le permitió acceder a encargos más complejos e interesantes.

Gracias a su reputación como investigadora, seguido la invitaban a las casas de las familias locales para agradecerle sus servicios, ofreciéndole comida y hospitalidad. Estas interacciones le permitieron relacionarse con diversas personas, así como experimentar una vida que nunca conoció al lado de sus desaprensivos padres y el estilo de vida que le impusieron.

Con el tiempo, se dedicó de lleno a convertirse en una detective mágica, aunque la mayoría de las veces sus casos eran más mundanos y cotidianos. Sin embargo, su mayor hazaña llegó cuando localizó y atrapó a varios bandidos por su cuenta. Utilizando una poción que ella misma había inventado, un humo impregnado de somníferos, logró neutralizar a los criminales y entregarlos a las autoridades.

Su experiencia y habilidades la convirtieron en la favorita de la Orden, que de manera constante le encomendaba nuevas tareas. Sin embargo, Evanthe tenía una regla tajante: no aceptaría misiones que la obligaran a salir del pueblo. Desde que llegó a ese lugar de niña, nunca más había puesto un pie fuera de sus límites, y no tenía planes de hacerlo en el futuro cercano. El pueblo era su hogar y sus habitantes su familia, allí se sentía completa.

El Origen de la MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora