Prisión Para Tres

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Evanthe y Aldric se encontraban acomodados en una carreta en movimiento, compartiendo sus impresiones sobre lo sucedido. Mientras ella narraba con detalle cómo había logrado resolver su problema en el último momento y escapar de la muerte, él la escuchaba con creciente escepticismo. Cada palabra que Evanthe pronunciaba parecía ir acompañada de una expresión de incredulidad en el rostro de Aldric. Era una historia increíble, pero desde su perspectiva, la marca aún estaba presente en el dedo de Evanthe, lo que indicaba que la maldición seguía activa.

"Es en serio. El sepulturero me dijo que seré capaz de usar magia", afirmó Evanthe con convicción.

Aldric la observó con escepticismo. "Suena demasiado bueno para ser verdad. No creo que esos dioses errantes tengan el poder para hacer algo así. Son criaturas moribundas, sin ningún tipo de influencia", añadió, sugiriendo con cautela: "¿Estás segura de que no ha sido un demonio quien ha tomado control sobre ti? Quizás ya no eres tú misma".

Evanthe reflexionó por un momento, pero su determinación no vaciló. "Aun me siento yo misma y, de alguna manera, confío en Roldan. Siempre llegaba a tiempo a recoger las urnas", mencionó, aferrándose a cualquier indicio que respaldara su versión de la historia.

Mientras debatían, el sonido de las ruedas se detuvo de manera abrupta, lanzándolos al suelo al detenerse la carreta. Evanthe y Aldric se tambalearon, tratando de mantener el equilibrio en medio del repentino frenazo. Sus manos y pies, encadenados con grilletes de hierro, limitaban su movimiento y les recordaba su condición de prisioneros. Luego, escucharon pasos acercándose. Un hombre se asomó entre los barrotes con una barra de metal, amenazándolos al deslizar su arma entre los distintos barrotes, generando un estruendo metálico.

"¡Dejen de hacer un alboroto o les daré una paliza!", exclamó el guardián, su voz resonando con autoridad a través de la carreta. Ambos se miraron, sorprendidos por la súbita interrupción, y regresaron a la realidad: estaban presos. Sabían que habían arruinado sus vidas, Evanthe por su orgullo y Aldric por su complicidad. Ahora, destituidos de sus actividades, esperaban llegar al reino Vinegarth para ser encerrados, quizás, por el resto de sus vidas. Ella se limitó a decir: "Lo siento", y ambos se quedaron callados.

Después de la abrupta interrupción del guardián, una presencia femenina se hizo evidente frente a Evanthe y Aldric. La mujer, con una mirada desinteresada y ojos azules cansados, los observaba con cierto desdén, como si la mera presencia de ambos fuera una molestia. A pesar de su apariencia desaliñada y su vestido largo, pero deteriorado, aún emanaba un aire de elegancia, como si un vagabundo hubiera robado los ropajes de una reina.

"Dejen de hacer tanto alboroto, arruinan mi día", reprendió con un tono de voz que denotaba una autoridad innata. Evanthe y Aldric la miraron con incredulidad, preguntándose quién podría ser esta mujer que parecía tan ajena a su situación.

Ella se presentó como Liora Auriel de la familia Lathony, la tercera princesa y actual heredera del reino de Vinegarth. Sus palabras fueron recibidas con sorpresa y cierto escepticismo por parte de ambos, quienes hasta ese momento habían considerado que su propia historia carecía de sentido. Sin embargo, la aparición de la princesa tercera les había demostrado que había otras aún más cuestionables.

Mientras ambos se reían entre dientes, compartiendo un momento de incredulidad ante la situación, un prisionero más al fondo de la carreta, con ropas aún más deterioradas y evidentes signos de tortura, intervino en la conversación. Con un tono burlón, confirmó la veracidad de las palabras de la princesa, describiendo Vinegarth como una tierra sin ley, donde los golpes de estado eran moneda corriente y el poder cambiaba de manos cada pocos años. "Ese lugar es una porquería", agregó mientras los miraba con desdén.

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⏰ Última actualización: Apr 18 ⏰

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