El Dios Errante

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Evanthe se despertó al amanecer, sintiendo un leve dolor de cabeza y una extraña sensación en la mano. Al revisarla, notó con sorpresa que en lugar del anillo que había intentado quitarse la noche anterior, ahora tenía una extraña franja negra que se extendía como un tatuaje alrededor de su dedo. Intentó lavarlo, pero la marca no desapareció, parecía estar grabada en su piel como una maldición. La preocupación se apoderó de ella al darse cuenta de que había caído en un problema del cual desconocía las consecuencias.

Rápido salió de la casa antes de que los dueños regresaran y se dirigió hacia su carreta en busca de respuestas. Sentía una intensa sensación de vigilancia desde esa mañana, como si algo la estuviera acechando, lo cual le resultaba inquietante. Pasó el resto del día investigando, luego pasó otro día y así hasta llegar al tercero. No encontraba ninguna pista que pudiera ayudarla a entender qué estaba sucediendo y como arreglar el problema, su biblioteca no era tan grande.

En la tercera noche, tuvo una pesadilla perturbadora. Un ser amorfo, como una sombra, la perseguía por un callejón oscuro susurrándole que debía obedecerlo. Ella corría frenéticamente hasta su carreta y se ocultaba allí, pensando que estaría a salvo. Sin embargo, de repente, otra sombra emergía de la nada y la atacaba. Evanthe se despertó sudando y agitada, sintiendo el peso de la paranoia y la ansiedad.

Días después, luego de sufrir el mismo sueño recurrente una y otra vez, Evanthe despertó para encontrarse con una visión aterradora: aquel ser maligno, con una sonrisa horripilante que mostraba dientes afilados y grotescos, se asomaba hacia ella desde las sombras, fijándola con sus ojos vacíos y oscuros. Paralizada por el miedo, sintió cómo las náuseas se apoderaban de su cuerpo, y una única lágrima escapó de sus ojos. En ese instante, comprendió que la situación la había superado por completo y que ese ser no era una pesadilla, sino una presencia real que no podía enfrentar sola.

Abandonando su orgullo y la idea de resolverlo, decidió buscar ayuda en Aldric. Al encontrarse con él, Aldric se sorprendió al verla pálida, con ojeras notorias y descuidada en su higiene. Después de que Evanthe explicara la situación, la preocupación se reflejó en el rostro de él. Todo indicaba que un demonio había logrado cruzar desde el bosque, y considerando que el festival de purificación había tenido lugar casi un año atrás, era probable que la protección en esa área del río estuviera debilitada. La presencia de ese ser era un claro indicio de que algo había salido mal.

Aldric decidió investigar en secreto, consciente de que la Orden podría castigarla severamente si descubrían lo que estaba sucediendo. Esta era una situación grave que requería soluciones rápidas y discretas. Él prometió a Evanthe que esperara un día mientras él buscaba en los libros secretos de la Orden. Estaba seguro de haber leído sobre una forma de remover maldiciones sin necesidad de recurrir a la intervención de los dioses. Evanthe, agradecida por su ayuda, esperó con la esperanza de que encontrara una solución.

Después de pasar toda la noche buscando soluciones, Aldric mencionó que existían varias formas que podrían funcionar, pero su expresión se volvió tensa cuando preguntó cuántos días habían pasado desde que comenzó el problema. Evanthe, con un tono preocupado, respondió que ya habían transcurrido doce días. Aldric frunció el ceño, explicándole que debería haber actuado con más prudencia y resolución, ya que ahora podrían estar enfrentando una situación difícil de remediar, sobre todo porque la mayoría de las soluciones fáciles debieron ser aplicadas en los primeros tres días.

Evanthe palideció ante la gravedad de la situación, sabiendo que su vida corría peligro si la Orden descubría su falta de acción o si el demonio lograba apoderarse completamente de ella. Insistió en que debían explorar otras opciones.

Aldric mencionó entonces una solución: un ritual que implicaba solicitar ayuda a la diosa Aeliana y ponerse a su servicio. Sin embargo, Evanthe rechazó rotundamente la idea, algo que Aldric ya había anticipado.

El Origen de la MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora