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-Señorita Shoko, el carruaje que solicitó ya se encuentra listo para su uso-,comunicó una de las sirvientas, su voz resonando suavemente en el silencio del gran salón

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-Señorita Shoko, el carruaje que solicitó ya se encuentra listo para su uso-,comunicó una de las sirvientas, su voz resonando suavemente en el silencio del gran salón.

-Gracias-, respondió Shoko, su voz flotando en el aire con un tono tranquilo y sereno. Se levantó de su silla y caminó hacia la ventana, observando el carruaje que estaba esperando afuera. -Por favor, informa a los demás que saldremos en breve. Quiero que estén listos para partir cuando lleguemos al carruaje-. Su voz era firme, pero no había ninguna dureza en ella. Era la voz de alguien que estaba acostumbrado a ser escuchado y obedecido. Luego, con un último vistazo al salón, giró sobre sus talones y salió de la habitación, dejando a la sirvienta para que cumpliera sus órdenes.

Con pasos decididos pero elegantes, Shoko avanzó por el pasillo, su vestido de seda susurrando suavemente contra el suelo de mármol. Los pliegues de su vestido se movían con una gracia delicada, como si fueran parte de una danza milenaria. Los destellos de luz que atravesaban las altas ventanas pintaban patrones brillantes en la tela, acentuando su belleza.

Su rostro reflejaba una serenidad inquebrantable, una resolución férrea que contrastaba con la suave brisa que se filtraba por las ventanas abiertas. Sus ojos, oscuros y profundos, parecían contener un océano de sabiduría y entendimiento.

Pasó junto a las numerosas puertas cerradas, cada una de ellas albergando secretos y recuerdos de su pasado. A pesar de la soledad del pasillo, nunca se sintió sola. Los ecos de las risas pasadas, las conversaciones profundas y las lágrimas derramadas todavía resonaban en las paredes, un recordatorio constante de lo lejos que había llegado.

-Vamos-, dijo Shoko con decisión, girándose hacia el carruaje que estaba esperando afuera. En su tono de voz había una mezcla de anticipación y determinación. -Ordena a los cocheros que nos lleven al reino de Arbeleza,-continuó, sus palabras flotando en el aire con autoridad. La idea de su próximo viaje parecía llenarla de un nuevo sentido de propósito y emoción.

-Finalmente hemos llegado a nuestro destino, mi señora-, dijo uno de los caballeros, su voz resonaba con un tono de alivio y agotamiento, después de un viaje largo y arduo

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-Finalmente hemos llegado a nuestro destino, mi señora-, dijo uno de los caballeros, su voz resonaba con un tono de alivio y agotamiento, después de un viaje largo y arduo.

-Gracias por tu ardua labor-, respondió Shoko, su voz era suave, pero llevaba la fuerza de la gratitud sincera. Su mirada se posó en el imponente castillo que se cernía ante ellos, su silueta recortada contra el cielo de la tarde. Los altos torreones, las gruesas murallas, todo hablaba de la grandeza y la majestuosidad del reino de Arbeleza. Era el final de su largo viaje pero, de alguna manera, también era un comienzo.

Finalmente habían llegado. Después de días de viaje, de atravesar bosques densos y ríos caudalosos, de soportar el agotamiento y la incertidumbre, finalmente estaban aquí. Un nuevo capítulo en su vida estaba a punto de comenzar y, aunque estaba llena de anticipación, también sentía un cierto temor.

Pero sabía que no podía permitirse dudar. No ahora. Había demasiado en juego. Así que, con un último vistazo al carruaje que los había transportado hasta aquí, Shoko pasó por la gran puerta del castillo, lista para enfrentar lo que el destino le tenía preparado.

-Bienvenida,-pronunció con una voz profunda el emperador de Arbeleza, una figura de autoridad inigualable, mientras extendía sus manos en un gesto de hospitalidad que era testimonio de su grandeza. Este no era otro que el emperador Jaider, también conocido como el gobernante de Secramise. Este hombre, cuya reputación de sabiduría y justicia se extendía mucho más allá de las fronteras de su propia tierra, era una presencia imponente. Su notoriedad no se limitaba a su reino, sino que se difundía incluso más allá, alcanzando los confines más lejanos y recónditos. Pero incluso su reputación se veía eclipsada por la del reino del oriente, el reino del emperador Artemise.

-Muchas gracias por su amable invitación, Emperador Jaider de Secramise, ilustre sol del imperio-, dijo Shoko, realizando una reverencia ligera con gracia y respeto. A pesar de que su padre, el respetado emperador artemise, posee una posición de mayor poder, ella comprende que la cortesía y el respeto son valores fundamentales que se deben mantener siempre, independientemente de la jerarquía.

[Perdón de no subir caps estaba ocupada
Y con más estudios porque ya regresamos a clases
Bueno fue hace unos días pero regresamos
Dejen su voto pero no es obligatorio si hay faltas de ortografía me dicen si?]

la Emperatriz |Las Joyas De La Princesa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora