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-¿Papá y mamá? -pregunta Shoko

-Eh, mami fue a un viaje que puede que dure muchos años. -respondió el Padre de Shoko

-¿Dónde está? ¿Cuándo volverá? -preguntó Shoko, tratando de entender.

-Bueno, es un viaje muy largo y complicado. No sabemos cuándo volverá. -respondió su padre, intentando ocultar su tristeza.

-Pero, ¿ella está bien, verdad? -Shoko preguntó, sus ojos llenos de preocupación.

-Sí, ella está bien. Está en un lugar donde puede descansar y ser feliz. -respondió su padre, tratando de consolarla.

-Después de un largo silencio, Shoko asintió lentamente. -Entiendo. Si mami está feliz, entonces yo también estoy feliz. -dijo, demostrando una madurez sorprendente para su edad.

Con el paso de los días, semanas y meses, Shoko aprendió a aceptar y vivir con la ausencia de su madre, una ausencia que dejó un gran vacío en su corazón. Cada noche, cuando el cielo se oscurecía y las estrellas comenzaban a titilar en el firmamento, se quedaba mirando hacia el cielo infinito. En cada estrella, veía la sonrisa de su madre y enviaba un deseo silencioso, un deseo lleno de amor y añoranza, para que su madre estuviera en un lugar lleno de felicidad y paz, donde quiera que estuviera en el vasto universo.

Y aunque la tristeza la acompañaba como una sombra silenciosa, también aprendió a sonreír de nuevo, a reír, a disfrutar de los pequeños momentos. Porque sabía que eso es lo que su madre hubiera querido. En cada risa, en cada alegría, estaba la esencia de su madre, viva y vibrante, recordándole que la vida, a pesar de sus momentos oscuros, también estaba llena de luz y amor.

Aprendió a encontrar consuelo en los recuerdos de su madre, a verla en las flores que florecían en el jardín, en el canto de los pájaros al amanecer. Cada día, encontraba una nueva razón para sonreír, para seguir adelante, y con cada paso, se sentía un poco más cerca de la paz que tanto anhelaba.Con el tiempo, Shoko empezó a llenar el vacío con nuevas experiencias y pasatiempos. Seguía extrañando a su madre, pero ahora podía hablar de ella sin que su voz temblara.

Compartía historias de su madre con sus amigos , riendo de las travesuras y reflexionando sobre las lecciones que le había enseñado. Con cada historia, Shoko sentía que su madre aún estaba con ella, guiándola a través de la vida.

Su dolor se había transformado en un amor tranquilo y perdurable, un recordatorio constante de la persona que había amado y perdido, pero que siempre viviría en su corazón. Aunque la tristeza todavía visitaba a Shoko de vez en cuando, ya no era una sombra oscura y silenciosa, sino un viejo amigo que le recordaba cuánto había amado.

A pesar de todo, Shoko aprendió a seguir adelante, llevando en su corazón el amor y los recuerdos de su madre. Cada día, con cada amanecer y cada puesta de sol, se recordaba a sí misma que aunque su madre ya no estaba físicamente con ella, siempre estaría en su corazón y en sus recuerdos. Y con esa certeza, Shoko encontró la fuerza para enfrentar cada nuevo día con esperanza y determinación.

A medida que pasaba el tiempo, Shoko comenzó a notar cómo la vida la sorprendía con pequeños momentos de felicidad. La risa de un niño, el aroma de las flores de primavera, el canto de un pájaro al amanecer... Cada uno de estos momentos le recordaba que la vida continuaba y que, a pesar del dolor, había belleza y alegría en el mundo.

Empezó a entender que, aunque su madre ya no estaba con ella en cuerpo, su espíritu y su amor la acompañarían siempre. Cada vez que sentía el calor del sol en su piel, cada vez que veía un paisaje que hubiera gustado a su madre, Shoko sentía una conexión profunda y perdurable con ella.

Esta sensación de conexión y amor eterno la llenaba de consuelo. Aunque todavía sentía la tristeza y la añoranza, sabía que su madre siempre estaría con ella, en cada risa, en cada lágrima, en cada pequeño y bello momento de la vida.
Y con este pensamiento, encontró la fuerza para seguir adelante, con la memoria de su madre como su guía constante y la luz en los momentos oscuros.

Cada día se convirtió en una oportunidad para honrar la vida que su madre había vivido, para mantener viva su esencia en cada acción que realizaba. Con el tiempo, la tristeza se entrelazó con la alegría, formando un tapiz de amor, pérdida, recuerdo y gratitud.

[Pues si,mate a la madre y que tiene
También necesito desarrollar a la protagonista]

(Puede que tenga faltas de ortografía ,me voy de viaje así que puede que no haga los capítulos largos o los haga tarde  también puede que no los haga)

(Puede que tenga faltas de ortografía ,me voy de viaje así que puede que no haga los capítulos largos o los haga tarde  también puede que no los haga)

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la Emperatriz |Las Joyas De La Princesa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora