Ojalá alguien me hubiera dicho que esto no pasaba más rápido con la edad...
Crecí escuchando a mis amigas decirme que después de un corazón roto te limpiabas las lágrimas al tercer día y salías a bailar o beber, si las dos ocurrían la misma noche, qué mejor.
No es que no hubiera enfrentado un desamor en la adolescencia, es que creía que cuando más adulta eres, menos dolía, pero era mentira, sigues creciendo y sigue doliendo, de una manera diferente, una menos dramática y más funcional, pero aun así, duele lo suficiente como para tener pesadez en el cuerpo, dejar escurrir una que otra lágrima en un momento en que creías que ya estaba todo controlado o simplemente no tener ganas de levantarte de la cama si no fuera porque tienes un trabajo que mantener.
Habían pasado un par de semanas desde mi separación con Alex, no me voy a mentir, estaba mejor, sentía un peso menos sobre mis hombros y más felicidad de la que tuve los últimos años.
No era la persona lo que me dolía dejar ir, era darme cuenta de que yo me había perdido por completarlo a él, le lloraba a la mujer que tenía sueños grandes, la que escribía canciones y tocaba la guitarra por gusto, la que pasaba tiempo viendo películas una y otra vez aunque se supiera todos los diálogos, la que se reía del más mínimo detalle o aquella versión que bailaba mientras cocinaba descalza con su música favorita a todo volumen, imaginando que daba un concierto o era parte de una escena de película.
Me lloraba a mí cada vez que recordaba lo pequeña que me volvía a su lado por complacerlo, esperando que se quedara conmigo, esperando a que me eligiera, porque yo lo había elegido a él antes que a mí.
Ese era el verdadero significado de mi corazón roto, era yo quien lo fue rompiendo poco a poco hasta desconocer la versión que había construido por otra persona, eso no quiere decir que no me dolía también el hecho de encontrarlo con otra mujer, solo que eso dejó una herida diferente en mí, sumó a la inseguridad constante que creía haber trabajado durante tanto tiempo.
Ese es otro tipo de dolor, uno en el que por masoquismo vi las fotos de ella, comparé mi cuerpo, mis brazos, mi cara, mis labios... ¿Había algo mejor en ella? Quizá eran las 5 tallas menos que yo, el cabello largo o quizá algo que no podría entender.
¿Qué daño le había hecho yo a esa mujer para que me lo hiciera a mí? No lo entiendo, jamás me metí con ella, mucho menos me interpuse en su camino, ¿por qué lo había hecho en el mío?
Por Alex... Simplemente, porque lo permitió, la invitó a entrar y no perdió la oportunidad.
No culparé a nadie, pues aquí los tres tenemos responsabilidad, él por no saber respetar una relación, ella por saber que sus acciones iban a lastimar y yo por perdonarlo, dando entrada a que pudiera hacerlo cuantas veces más quisiera.
-¡Hey, Violeta! Despierta mamita, tienes que regresar a la realidad, ese artículo no se escribe solo y es para mañana.- Dijo Vic en su habitual tono alegre.
-Perdón, me quedé pensando.
-Oye, deberíamos buscar un lugar para un facial o algo, si ya eras ojerosa, ahora más, ojalá fueran por desveladas de fiesta, no porque te la pasas buscando respuestas sin sentido.
-Quizá podríamos buscarlo, a las dos nos caería bien algo así.
-La diferencia es que yo no tengo ojeras, pero acepto, a todo esto. ¿En qué pensabas? No me digas que en Alex, porque te juro que te lanzo del edificio.
-No.- — dije con una risa baja.- no directamente en él, sino en mí, en lo mucho que cambié estando con él.
-¡Ay amiga! ¿Qué te puedo decir? Quisiste ser un pequeño molde de él para que te quisiera y te aceptara, nunca entendiste que eras tú la que brillaba y a él simplemente le asustaba eso.
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Notas Secretas: Microrrelatos inspirados en canciones
RomansNotas secretas es una recopilación de pequeñas historias que se han cruzado por mi mente al escuchar una canción. El secreto está en disfrutar la música acompañada de las letras y personajes que le dan vida a una nueva perspectiva de esas canciones...