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No es algo sencillo. ¿No lo es? 

Son más de las siete de la noche y no he podido terminar mi agenda, como de costumbre. 

Mis ocupaciones, el deseo por tener el orden “perfecto” de las cosas, me consume cada vez más y me siento desorientada, inaccesible. 

Mi marido Jesús siempre ha sido un hombre que me brinda apoyo, ternura… compresión, lo adoro como a nadie más en el mundo, es mi estabilidad en la vida pero… La mirada de aquella mujer joven tan ferviente, tan entera, tan mía. Una joven bella, como ninguna otra, mi ayudante de manejo de redes. Recuerdo que cuando la contraté, era aún más joven e inexperta, tan frágil, tan precisada de experiencia, me atormentaba pensar que mis sentimientos estaban envueltos en un deseo de tenerla cerca. 

—¿Doctora? Esa voz me regresó a la realidad. —tragué saliva. —Dígame.

—La señorita quiere hablar con usted sobre el contenido de la semana, si no está tan ocupada. 

—No, dile que pase. Se pueden retirar el resto, tomen un descanso ya, que les urge. 

—Le agradezco mucho Gobernadora, yo haré llegar su orden. Vi a la mujer retirarse para ser reemplazada por la figura que me atormentaba minutos antes. 

—Hola doctora. —Habló. Su voz con esa delicadeza particular. 

—Preciosa, cómo estás hoy. Sin pensarlo mucho me levanté de mi asiento para saludarla con un gesto de cortesía que debía ser neutro. 

—Doctora… Su contenido semanal. 

—¿Si? 

—Le traje algunas propuestas si le parece bien que se las lea…

—Adelante muchachita, te estás tardando —bromeé. 

Por alguna razón la vi tensar su cuerpo ante mi comentario. Sentí mi corazón estrujarse por haberla incomodado. Tal vez sintió demasiada presión. 

—Antes de que vayas a leer, mira mi vida. —Hice una pausa. —No quiero que te sientas incomoda con mi presencia.

—Doctora Claudia no. Yo nunca quise que usted vaya pensar que-

—No, no pienso nada, lo puedo notar en ti. 

Sus ojos me miraron con un dejo de tristeza, las manos meciéndose entre sí, sus cachetes colorados y su tono de voz tan preocupado. 

—Doctora… 

—Sé lo que estoy representando el día de hoy niña. —La tomé de la mano tratando de no verme tan obvia.  —Sé que soy una figura que representa autoridad, dureza, firmeza en mis acciones, estoy jugándome todo por ser presidenta de este país. 

—La admiro muchísimo por eso Doctora Claudia. 

—Y te lo agradezco. 

Ella seguía pegada a su silla tratando de evitar cualquier falta de respeto hacia mi persona, la veía tratando de  controlar ese lenguaje corporal a toda costa, se me hacía algo radiante. 

—Soy una mujer más allá de mi puesto en la política cariño. —añadí. —No quiero que me tengas miedo, sé que tu miedo va ligado a perder tu trabajo, a hacerme enojar tal vez, a no ser lo suficientemente respetuosa. 

Como si le hubiera atinado a cada palabra los ojos de _____ se llenaron de crudeza, su mano que aún estaba posicionada bajo la mía parecía comenzar a animarse un poco a cambiar esa rigidez tan radical. 

—Doctora quiero decir algo. 

—Adelante, qué quieres decirme.

—Doctora Claudia yo la admiro. Para mí trabajar con usted significa todo. Lamento que usted notara mi formalidad para tratarla, realmente nunca sé cómo debo actuar con alguien tan importante pero, usted es mucho más que una figura que impone, es la mujer más auténtica y carismática que he conocido. 

Claudia Sheinbaum x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora