VI

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Kaveh estaba sorprendido, esperaba todo de parte de Alhaitham menos aquellas dos palabras. Y por algún motivo se sentía muy molesto con su declaración, no sabía si era porque reforzaba el dejar la venganza de lado o porque las actitudes anteriores del escriba no tenían nada que ver con el tema. El rubio era muy consciente de que al querer a alguien, aunque fuera un poco, jamás deberías lastimarlo, y Alhaitham parecía disfrutar cuando se hundía en su miseria.

— Debes estar bromeando. — Dijo con una expresión de incredulidad casi riéndose. — Hace menos de dos semanas me ibas a correr de tu casa y ahora me vienes con eso. — Colocando una mano en su frente sosteniéndose las sienes mientras reía con nerviosismo.

— ¿Te parece que soy alguien de bromas? — La voz de Alhaitham era calmada como siempre y aunque Kaveh quería convencerse de que era una broma de mal gusto, conocía demasiado al menor para saber que odiaba las bromas. También lo conocía él no era alguien de expresar sus sentimientos y mucho menos algo como eso. Definitivamente tenía que estar bajo sus encantos.

“No seas idiota, Kaveh, ésta es tu oportunidad.”

Kaveh detuvo su risa y abrió los ojos al escuchar su propia voz en su cabeza, el monstruo de nuevo parecía estar sediento de venganza. Y de nuevo entró en ese conflicto interno en si debería o no debería.

— Tengo mis motivos para no creerte. — Retomó su postura inicial mientras tomaba su taza de café, la cual no podía evitar ver y sentir náuseas. El escriba había ordenado lo que a él normalmente le gustaba antes de cambiar drásticamente su dieta. Ahora aquello que le gustaba solo le producía inmensas ganas de vomitar. Se armó de valor y bebió del café intentando no levantarle ninguna sospecha, aunque le costaba mucho siquiera oler los alimentos.

— Es estúpido preguntar el motivo — Alhaitham sabía a qué se refería el rubio, mientras tanto él comenzó a desayunar también. — Al menos déjame intentar algo para convencerte de lo contrario. —

Alguien definitivamente le había cambiado a Alhaitham por otra persona con su misma apariencia, o quizá sus feromonas lo tenían tan hipnotizado que obligaba al escriba a hacer cosas que normalmente no haría. Nahida tenía razón, podía manipularlo, jugar con él… podía destruirlo.

— No estoy para juegos de Adolescentes, Alhaitham ¿recuerdas? — Aquella pregunta hizo estremecer al escriba.

El pobre Kaveh era un adolescente cuando lo conoció en la academia, ambos recién entraban. Y vagamente recordaba haber escuchado de por parte de algún erudito que el rubio estaba enamorado de su mejor amigo. En ese entonces él.

— No — Tuvo que esforzarse por recordar pero su excelente memoria parecía no tener ningún dato de ello.

— Permíteme recordarte nuestros primeros días en la academia. — Kaveh se recargó en el respaldo de la silla mirando a Alhaitham con una expresión seria mientras cruzaba sus brazos.

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Aquel día Kaveh se había levantado muy temprano, ni siquiera el sol se había asomado y él ya estaba por toda la casa, su madre no estaba en casa pero le había dejado el desayuno. El pequeño rubio tenía recién diecisiete años, aún así había logrado entrar en la academia con facilidad. Aunque creyó que quizá sería de los más pequeños, un chico mejor y mucho más inteligente que él ingresó con tan solo dieciséis años. Ambos habían congeniado muy bien y aunque aquel chico no era muy hablador, ambos solían hablar de cualquier tema.

Habían pasado meses después de haberse conocido y Kaveh iba contento a la academia con el deseo de verlo todos los días. Su madre le dijo que se trataba de un enamoramiento, cuando él le explicó que aquel chico le hacía sentirse tan bien, y ella parecía estar contenta con la idea. Todos los días se levantaba temprano, como ese. Con intención de arreglarse y verse bien, antes lo hacía, pero desde que se había dado cuenta de lo mucho que adoraba la atención de aquel chico de cabellos grises, lo hacía con más frecuencia, desde peinar su cabello rubio, que no era tan largo y a penas estaba por debajo de su oreja, hasta utilizar muy poco brillo labial de su madre.

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