04. Cavale | Contra penumbra.

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Capítulo 04:
Contra penumbra.

Podía ver los pasillos sumidos en una profunda penumbra, gotas de sangre esparcidas por el piso de madera, apenas me tambaleé hasta alcanzar la pared más cercana, con la luz que se colaba desde los jardines podía dilucidar una silueta en el espejo...

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Podía ver los pasillos sumidos en una profunda penumbra, gotas de sangre esparcidas por el piso de madera, apenas me tambaleé hasta alcanzar la pared más cercana, con la luz que se colaba desde los jardines podía dilucidar una silueta en el espejo y mi rostro cubierto de sangre.

Me senté en la cama, de golpe, como si necesitara sacudirme el mal sueño, pasé los dedos por mi pelo desordenado, miré la hora en el reloj.

6:23.

Observé a Isaac durmiendo como un tronco, igual que si estuvieran a punto de tumbar el edificio.

Salí de la cama para cazar mis pantalones del piso, apenas me estaba abrochando el cinturón cuando encontré el paquete de cigarrillos de mi chaqueta.

Entendí que ya no podría dormir esa noche, por lo que me dirigí al baño para lavarme los dientes, la cara, luego le dejé una nota a Isaac para avisarle que nos veríamos por la tarde.

Rogué porque no se despertara en todo el tiempo en que tardé en estar listo, estaba la parte buena donde podríamos follar antes de que tuviera que irme, pero también estaba el hecho de que empezaría a hacer preguntas y preocuparse por cosas que no tenían sentido.

Cumbre Aciaga se trataba de un pequeño pueblo en la montaña, al otro lado de la ciudad de Senylia.

Se trataba de un pueblo muy reducido, apenas unos 10 mil habitantes, lo que parecía irrisorio en comparación con los 40 millones que vivían en Senylia.
Pero era el asentamiento más grande de humanos que existía.

Edificios bajos, con paredes de piedra y techos de tejas rojizas, calles empedradas y puertas de roble.

A veces costaba creer que después de todos los años en la ciudad había terminado ahí, no podía decir que extrañaba Senylia, pero había algo, una sensación de vacío, pérdida, que quizás era normal después de terminar viviendo en un pequeño pueblo cuando te preparaste toda tu vida para otra cosa.

Tenía media hora en carreta hasta llegar a la Academia, por lo que me acomodé con otro cigarrillo en el camino.

Ya íbamos adentrándonos en el bosque que envolvía el aglomerado de edificios, cuando el tipo me golpeó el techo del carro.

──Eh, chico, nada de fumar ahí adentro ──gritó como siempre lo hacía──. Ya sabes las reglas.

Le di una larga calada antes de abrir la ventanilla.

──Te daré 100 coronas si te vas por el camino largo y te callas.

No volvió a hablar el resto del trayecto.

La Academia era un lugar donde se entrenaba a los humanos para servir como Centinelas, en los laboratorios, para hacer cualquier cosa que necesitaran.

Mi proyecto no había sido suficiente para ganarse un pase en Senylia, pero fue lo suficientemente importante como para despertar el interés de varios eruditos, razón por la que terminé en la Academia y había sido elegido como parte de un proyecto de investigación de biosistemas.

Vástagos del rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora