Lejos de las luces y el estruendo de Senylia, se esconden los oscuros secretos de Cumbre Aciaga, un pueblo perdido donde la calma abrumadora de lo salvaje los hará enfrentar a sus más profundos demonios.
Segunda parte de 'Trono de Cuervos'.
TODOS LO...
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Extrañaba la luz del sol.
Nací en el criadero, y pasé los siguientes diez años atrapada entre sus paredes frías y opacas, cuando mi madre fue declarada difunta, entonces decidieron enviarme al Internado de Valores, Educación y Comportamiento de Alta Resilia, el Iveca.
Básicamente un instituto perdido en el bosque, en la cumbre de una montaña en medio de la nada, donde te instruían sobre cómo ser un ciudadano eficiente. Solo elegían a lo mejor para mano de obra de segunda en Senylia, al salir algunos decidían ir a probar suerte en Val Trael, la mayoría era lo suficientemente inteligentes como para volver a su vida de granjeros en las Gex.
Durante mis días en el Internado me gustaba despertar antes del amanecer, observar el espectáculo del cielo destiñéndose en rosas y anaranjados, el sol alzándose como una esfera de plata sobre el horizonte, sus rayos como dedos de oro limpiando toda la oscuridad de la habitación.
Eso se había terminado cuando entré a la Heik, y nunca volvería a suceder ahora que era un vampiro.
Parecía una vida desde que había estado en la Academia de los Sagrados Instauradores de Alta Relisia, el enorme complejo de edificios victorianos que conformaban el lugar de entrenamiento para miles de humanos al servicio de sus superiores.
Desde esa altura podía ver a las tropas marchar en sus uniformes negro y rojo, el escudo de Alta Relisia plantado orgulloso en su pecho. Una rosa atravesada por una lanza.
Antiguo de la forma clásica que le gustaba a los vampiros.
Estiré los brazos, desperezándome, bajé del alféizar de la ventana, las viejas tablas de madera crujieron bajo mis borcegos.
Era una habitación espaciosa, con una cámara con dosel de encaje, muebles clásicos de cortes rectos, madera oscura, y decorada con deprimentes jarrones de flores secas y pinturas paisajistas de estudiantes del primer año de arte.
Afiné el oído al escuchar voces en el pasillo.
──¿No la habrás dejado salir afuera, verdad? ──La voz de Caín sonando cómodamente despreocupada.
