En la penumbra de la habitación, el silencio era casi tangible.
Aegon se había acomodado en la cama, manteniendo una distancia fría y palpable entre él y Jacaerys.
Su actitud era un muro impenetrable, y no mostraba signos de ceder.
Jacaerys, observaba a Aegon en la penumbra, su mirada llena de admiración y pesar.
Ya tenían dos meses de casados.
Cuando era niño había amado a este hombre, habían compartido risas y secretos con él, habían sido grandes amigos, pero ahora parecían extraños distantes y resentidos.
El morocho suspiró, sintiendo el peso de la tensión entre ellos.
No quería que las cosas llevaran este curso.
Estarian casados hasta que alguno muriera.
No sabía porque él estaba tan deprimido.
–Aegon... –murmuró Jacaerys, su voz apenas un susurro en la quietud de la habitación.
Aegon no respondió, manteniendo su mirada fija en la pared.
Jacaerys se acercó lentamente a él.
¿Qué había pasado?
Aegon había pasado la tarde con su madre y su abuelo.
Se detuvo junto a la cama, observando el bonito perfil endurecido de Aegon.
–Aegon, ¿Estás bien? –preguntó sinceramente.
Aegon permaneció inmóvil por un momento, su expresión impasible.
Jacaerys sostuvo la mandíbula de Aegon con suavidad, buscando desesperadamente algún indicio de respuesta en su rostro. Pero lo que encontró lo dejó sin aliento.
Las lágrimas surcaban las mejillas de Aegon, su expresión impasible ahora fracturada por el dolor que lo consumía desde adentro.
–Aegon, mírame –rogó Jacaerys, su voz temblorosa por la sorpresa de la situación.
Aegon intentó soltarse del agarre de Jacaerys, su resistencia palpable en cada músculo tenso de su cuerpo.
–¡Suéltame, Jacaerys! ¡no me toques! –gritó Aegon, su voz llena de angustia y desesperación mientras luchaba por liberarse.
Pero Jacaerys no lo soltó.
En cambio, lo tomó en sus brazos con fuerza, envolviéndolo en un abrazo reconfortante mientras Aegon sollozaba en su pecho.
–Tranquilo, Aegon. –murmuró Jacaerys, acariciando suavemente el cabello de Aegon mientras lo sostenía con firmeza.
Aegon continuó resistiéndose al principio, pero gradualmente se dejó vencer por el abrazo de Jacaerys.
Sus sollozos se hicieron más suaves, sus lágrimas dejaron de fluir con tanta intensidad.
–Lo odio, Jacaerys. Te odio a ti también –murmuró Aegon entre sollozos, su voz quebrada por el coraje.
Jacaerys apretó con más fuerza a Aegon contra él.
–Lo sé, Aegon. Es mutuo –respondió Jacaerys en un susurro.– Pero, ¿A quien más odias? –Preguntó.
–A mi abuelo –Fue el murmuró que soltó.
–¿Te hizo algo? –Cuestiono, sintiendo el enojo abordar su cuerpo.
–Nada importante, olvídalo –Murmuró.
Aun con lo dicho, se quedaron así, abrazados en la penumbra de la habitación, hasta que Aegon calmo sus sollozos.

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"The dragon jewel" -Jacegon
Fiksi Penggemar"Era más bello que la blanca luna, era más ardiente que el mismo fuego de dragón, Aegon Targaryen era una verdadera joya"