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Anocheció ,Elena llegó a casa y se encerró en su habitación sin decir ni una palabra.

Esto era algo que no solía hacer, en situaciones de estrés nadie podía hablar con ella porque simplemente te ignoraba, como si molestar a los demás fuese su forma de afrontar las cosas. En las peores situaciones solía insultar a quien sea que tuviese enfrente, incluso a mi padre.

“Estúpida”, ¿cómo ha podido mi padre fijarse en una mujer así?

Abrí la ventana para darle la bienvenida al dulce aire fresco a esta asfixiante habitación.

Un hombre con una chaqueta verde caminaba por la acera, era alto, de pelo castaño, y con unos pasos que yo conocía…, pasos seguros, ni rápidos, ni lentos, pasos con los que uno iría a ser la estrella de una fiesta, o con los que vaa tener un buen día antes de haberlo tenido. 

Conocía esa aura de seguridad y compasión que encuentran en personas que cuando las conoces te preguntas “¿porque ya no existe gente así?”.

-¿papá?

No. Ya no hay nadie.

Saqué mi cabeza por la ventana y empecé a buscarlo, se había esfumado. Si realmente fuese él, lo más seguro es que hubiese entrado a revivir la esperanza de que todavía existe la luz en este mundo…

Deje la ventana abierta, ya me iba a acostar.

Apague mi teléfono y  me tape con las cobijas, tal vez, si pienso que no se ha ido… Esta vez si logre dormir.

los vacíosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora