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Día del Triunfo, Erotmont, año 5778 a 3 de orfebre, año 5779

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Día del Triunfo, Erotmont, año 5778 a 3 de orfebre, año 5779.

Elmer y Libeth me esperaron para ir juntos a patrullar. Ambos me miraban de reojo, incluso parecían tener un poco de cuidado al momento de hablar conmigo. Sabía que había estado un poco más frío de lo normal, pero todos teníamos una mala temporada de vez en cuando, ¿no? Hay días en los que uno sonríe más y otros en los que se suele andar con el ceño fruncido todo el tiempo.

«Han sido muchos cambios juntos», me repetía en un intento de consolación. Respiraba hondo, disfrutando de la frescura del bosque, del olor ácido de los pinos, incluso de la pequeña brisa que corría. Me aferré al arma, contemplando los troncos. «Dudo que algún anánimo esté cerca». Y menos aún si cosiderábamos que Mora los había convertido en abono cuanto antes.

Maldije por lo bajo cuando intenté pensar en cualquier cosa menos en ella, no podía distraerme cuando todo parecía gritar que debía volver a enfocarme en la eduana. Los troncos me llevaban a su cabello, las hojas brillaban bajo el sol y tenían más o menos el mismo tono que sus ojos. «No aprendo más de mis errores, ¿a que no?», pensé, dejando salir una fuerte exhalación.

-Ya estás pensando en la petisa -comentó Elmer, sacándome de mis pensamientos. Consideré negarlo, pero las mejillas me ardían demasiado como para que la mentira fuera creíble.

-Morgaine no es tan bajita -repliqué, ganándome una sonrisa triunfal de Lisbeth.

-Así que pensabas en ella.

Parpadeé, intentando pensar en quién más podría considerar bajita. «Galyon y la otra amiga de More», murmuró Trifhe, sacándome una maldición por lo bajo mientras pasaba unas mano por mi cara, como si así pudiera borrar el sonrojo.

-No veo el problema en ello -terminé diciendo, volviendo a ver a Lisbeth.

-¿Aparte de que los dos andan babosos? ¿Que ambos se hacen ojitos cuando creen que nadie los ve?

-Me tuvo de esclavo en Eedu, Lis. -Y no sabía si me lo estaba diciendo a mí o a ella, de todos modos, su sonrisa decayó un poco y su semblante se volvió algo más serio. «Y luego se fue de allí», las pocas conversaciones que habíamos tenido se repetían en mi cabeza. Quería creer que había cambiado, pero no sabía cuánto era mi deseo de tener alguien como yo y cuánto era porque realmente ella lo había hecho.

«No ha hecho nada como cuando estaba en Eedu», y era cierto. La Morgaine que había conocido en la isla probablemente me habría tomado como si no hubiera pasado nada, quizás incluso me habría intentado llevar de regreso a la isla, o retomar todo lo que habíamos tenido allí. Pellizqué el puente de mi nariz antes de masajear mis ojos. La idea de darle una oportunidad, de empezar de cero, sonaba demasiado buena como para que pudiera ser cierta.

«¿Y si es como Bláth?» De inmediato se marchitó aquella posibilidad, no porque quisiera, sino... Dudaba que Bláth me hubiera dejado ir si ella me hubiera encontrado en Eedu, o me hubiera cubierto la espalda. Acomodé el agarre en el arma, enderezando la espalda.

El Legado de EeduDonde viven las historias. Descúbrelo ahora