El amor es aterrador

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“Amor”, una palabra común para todo el mundo, muchos lo califican como un sentimiento inigualable que te hace sentir tan vivo reviviendo tu alma de pies a cabeza

pero no para alguien inexperto como lo es Sano Manjiro.

Para él, el amor es un sentimiento aterrador, algo que te nubla la vista y te vuelve un completo estúpido, Manjiro no creía en ninguna de esas mil y un mierdas baratas que parecían sacadas de un cuento de hadas.
Realmente nunca se consideró fan de esos finales surrealistas que le vendían a la gente, desde siempre ha preferido algo más amargo que te deje un hueco en el centro del pecho, algo más apegado al mundo real. No siempre hay un final en el que todos son felices.

Que tonto.

Pobres de aquellos ilusos que se encerraron en una burbuja rosada de amor, aunque tampoco está demás considerar un final feliz, Manjiro pensaba que esa felicidad solo sería momentánea. un sentimiento fugaz que se terminaría por extinguir en algún momento.

Quizás fue por eso que cuando se encontró a si mismo suspirando mientras abrazaba su manta tratando de esconder su rostro como una colegiala enamorada en sus años de secundaria, fue un golpe bajo para él.

Entonces todo se volvió confuso.

Se negaba rotundamente a caer en lo mismo que todos, Manjiro no era un estúpido como los demás que entregaban su corazón a la primera. Que estúpida payasada.

Fue un completo incrédulo.

Terminó siendo uno más del montón cuando se vió incapaz de sostener la mirada directa con alguien por primera vez. Pero si pasaba un solo segundo más, Manjiro probablemente sentiría que se estaba ahogando en la profundidad de sus ojos azules.

Demasiado riesgoso.

Pero eso no evitaba el sentir sus mejillas calentarse cuando la sangre se quedaba atascada a la par con las palabras en su garganta, dejándolo con las asquerosas nauseas y ganas de abofetearse hasta que su palma estuviera pintada de rojo en sus cachetes. Realmente lo odiaba.

Era tan asqueroso sentir la palma de su mano sudar cuando las entrelazaban, odiaba los latidos sin frenesí de su corazón que llegaban a provocarle la sensación de que saldría volando de su pecho.

De un momento a otro se convirtió en otro más de esos enamorados suspirando de amor de los que tanto parloteaba, entonces recordó que su abuelo siempre le dijo que si hablaba mal de las personas, él terminaría peor, muy tarde.

Maldito viejo y su sabiduría estúpida.

Comenzó a tener miedo cuando sus ojos buscaban inconscientemente su figura entre los demás, y es que siempre fue alguien silenciosamente ansioso, una milésima de segundo, un minuto, una hora pero jamás era suficiente. Sería capaz de colocarlo en un altar solo para apreciarlo y jamás estaría satisfecho.

Estar a su lado comenzaba a volverse una necesidad en su vida. El sentimiento de adrenalina y el como un simple acto parecía dejarlo sin aliento, le terminó fascinando muchísimo más que el primer bocado de taiyaki en la mañana, tan indispensable en su día a día que parecía volverse una adicción.

El desastre llegó cuando todo eso lo hizo sentir como un maniático obsesionado.

Estar enamorado era aterrador.

Pero no todo era su culpa ¡Evidentemente no lo era, por supuesto que no! Y aquel culpable de todas sus desgracias tenía consigo nombre y apellido

Takemichi Hanagaki.





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Comenzamos con un nuevo fanfic, realmente no será uno muy largo así que esperen por él por favor! Nos vemos muy pronto!!!
y recuerden que una estrellita o comentario me hace muy feliz para seguir escribiendo!!

— Ker.





Entre flores | Maitake |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora