Renacer en las estrellas

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Oscuridad

Eso era lo único que había además del abrumador silencio. El tiempo había pasado, pero tampoco tenía manera de saber cuánto. Solo recordaba las caras tristes de su padre y hermano, viéndolo a punto partir hacía su reencuentro con su abuelo y su otro padre.

Pensar en Jack lo deprimía durante su eterna soledad. Él era un espíritu, Jack Frost. Desde el momento en que se unió a la familia, al único que vio cambiar – y también creció a la par – fue Hiccup.

Su barba crecía con el tiempo al igual que sus ojeras, poco a poco asentándose las líneas de expresión conforme las lunas pasaban. Pero Jack siempre se mantuvo igual. Con esa actitud energética y refrescante que caracterizaba a su papá.

Por otro lado, estaba Drayk. Ese pequeño bastardo que se las arreglaba para destruir todo y salirse con la suya, siendo al mismo tiempo, la persona más leal y traviesa que pudo conocer.

Recordaba que a partir de su cumpleaños 19, fue como si el tiempo se relentizara para él. Esos cambios que evidenció durante su adolescencia; el cambio de voz, aumentos de estatura, como poco a poco dio la forma final de su personalidad... Todo eso fueron los últimos cambios que pudo ver en su hermano, antes que el tiempo se detuviera en su apariencia.

20, 25, 30, 35, 40.

Al igual que Jack, Drayk no parecía envejecer tanto como lo hicieron Hiccup y él.

Para su lecho de muerte a la edad de 80 años, su adorado hermanito seguía igual de joven como a sus 19, como si el tiempo no hubiera pasado. "Berk tendrá que soportarte como jefe por mucho tiempo más, ¿Eh?" Recordaba haber dicho a ese travieso niño que se rehusaba a soltar su débil mano.

Y recordando esas tristes miradas, al fin entendía por qué percibió un destello pavor en esos ojos azules. Hiccup se había ido hace mucho, Camicazi también...él era lo único que les quedaba.

El abuelo había sido cruel...El hombre de la Luna había vuelto a hacer de las suyas.

En esos momentos de reflexión, donde recordaba que aún tenía conciencia aunque no sintiera, aunque no respiraba o escuchaba; volvió a enojarse con ese ser invisible. Incluso se iba a dar el lujo de insultarlo, pero se retracto tan pronto como el primer sonido – después de siglos – llegó a sus oídos.

Una voz. Conocía esa voz.

Mientras los sonidos empezaban a tomar forma y luces aparecían sobre sus párpados – que juraba ya no existían –, sus pulmones volvieron a hincharse, su corazón volvió a latir y la sangre a fluir por sus venas nuevamente.

Sintió calor, la incertidumbre en su pecho y la confusión en su mente. Por un momento se sintió otra vez sobre su lecho de muerte. Y tan solo...despertó.

La luz blanca lo cegó de inmediato, obligándole a cubrirse con sus brazos y, entre quejidos, removerse en su lugar. Fue en ese entonces cuando la voz — por fin identificable – lo volvió a llamar.

— ¡Jamie!

Esa voz la reconocería hasta en el mismo Helheim.

— ¡JAMIE!

Antes de siquiera poder reaccionar, unos delgados y cortos brazos rodearon su torso y, algo parecido a una roca, impactó sobre su pecho; hundiendolo más sobre la cama y quitándoles el aire en un doloroso quejido.

— ¡Estás vivo! ¡Pensé que no te volvería a ver nunca más! — Cuando sus ojos lograron ver más que figuras indistinguibles, aparte de tener al mismo universo en el techo, una mata esponjosa de cabello estaba sobre su pecho mientras esa persona lloraba con todo lo que tenía.

Together Again || HijackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora