O8 | CAÍDOS DEL CIELO.

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Al otro lado de Seúl, con el dúo tío-sobrina: Do-kyung y Ae-Ri.

La menor de ambos dejó escapar un suspiro estando llena de preocupación, cerró el portátil y se cruzó de brazos, al mismo tiempo cerró el chaleco que cubría la parte superior de su cuerpo, mirando hacia la ventana de su asiento de manera consecutiva, siendo consciente de que ella y su tío estaban siendo seguidos, dejándose sumergir en el ambiente lleno de incertidumbre que poco a poco empezaba a sofocarla.

Estaba muy preocupada por todo el equipo, así como por su seguridad misma y la de su tío, no sabía cómo resultaría todo, pero sí sabía que era algo muy peligroso. Sin embargo, se sentía más que dispuesta a arriesgarse para saber quien tuvo el descaro de acabar con su hermano. Luego de seguir las indicaciones dadas por Dom y los demás, el dúo decidió alejarse de la ciudad y poco a poco ir acercándose a una zona escondida de la misma, más exactamente en la montaña. Una montaña que, a pesar de tener muchos lugares en dónde hospedarse y ser conocida por los lugareños, estaba técnicamente abandonada debido a que la zona en la que se encontraba tenía como únicos habitantes a ancianos casi al borde de la muerte, en los cuales nadie confiaba alegando que si se hospedaban ahí quizás quedarían encerrados por siempre si es que alguno de los cuidadores se llegase a morir en su estadía. Y al mismo tiempo, temían que el lugar se derrumbase por las condiciones en las que algunos se encontraban.

Tragando saliva, se volvió hacia el mayor.

— Tío... ¿Crees que sea buena idea ir allí? — indagó en voz baja, encogiéndose cuando en su campo de visión entró aquel lugar tan diminuto y húmedo a la vista. No pretendía juzgar al edificio por su portada, pero también sentía incomodidad con respecto a sus condiciones externas. El mayor solo suspiró, negó con la cabeza y miró disimuladamente hacia su izquierda, notando como el auto que los iba siguiendo se movía con destreza, intentando alcanzarlos.

Apretó el volante.

— Creo que la mejor idea sería no detenernos... Tengo pensamientos encontrados con respecto al auto que nos sigue. ¿Por qué no nos atacan y ya? No dudaron en atacar al señor Toretto — afirmó entre dientes, aprovechando un atajo para llegar más rápido hacia el hospedaje. Producto del rápido movimiento que sacudió al auto cuando tomaron el atajo, Ae-Ri se sostuvo con fuerza de su asiento y mordió sus labios.

Su corazón se apretó cuando vió el lugar.

Cuando se detuvo el auto, Ae-Ri mordió sus labios y con manos temblorosas intentó quitarse lo más rápido posible el cinturón de seguridad, mirando de vez en cuando por el espejo retrovisor revisando y rezando porque aquel auto aun no los alcance. Gimió y jaló con brusquedad el cinturón, esforzándose cuando sus manos no cooperaron y sus ojos se llenaron de lágrimas ante el inminente miedo de estar al borde de la muerte.

Por favor, ábrete. Por favor. Rogaba internamente, pero el cinturón parecía escuchar sus súplicas y así, ignorarla a propósito.

Bueno, Al menos si pasa algo... podrá reencontrarse con su hermano. Al menos. Pero no quiere dejar a su tío solo. Su única familia.

Movió su cabeza de un lado a otro ante los pensamientos negativos que surgieron en su mente y volvió a quejarse. Do-kyung la miró preocupado, sabiendo que estaba luchando contra aquellos pensamientos intrusivos que la atacaban en momentos de nervios. Después de haberse quitado su cinturón, se volvió y ayudó a su sobrina, apenas sintió que su cinturón se liberaba aspiró una bocanada de aire y abrió su puerta, para después ambos bajarse del auto y correr en dirección a la entrada del hospedaje.

Justo al abrir la puerta de entrada se encontraba una ajumma², la cuál estaba sentada en una silla de plástico roja. Dicha señora en vez de ser sostenida por la débil silla era sostenida por su mismísimo bastón, el cuál al igual que ella se veía como que en cualquier momento daría su brazo a torcer. La señora vestía las típicas ropas que las abuelas coreanas usaban cuando hacían kimchi. Con razón olía.

𝗔𝗡𝗧𝗜-𝗙𝗥𝗔𝗚𝗜𝗟𝗘 | 𝗮 𝗙𝗔𝗦𝗧 & 𝗙𝗨𝗥𝗜𝗢𝗨𝗦 𝗳𝗮𝗻𝗳𝗶𝗰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora