Lo miré de arriba abajo; llevaba unos pantalones straight azules y una camiseta de tirantes blanca. En su cuello se notaban los huesos y su mandíbula estaba bien marcada. Tenía unos labios rosados carnosos y recientemente humedecidos, acompañado de una dentadura extremadamente blanca y con sonrisa arrogante. Su pelo era rubio y tenía un wolfcut bien estilizado y a la vez despeinado. Para complementar el ejemplar, tenía unos ojos grandes vestidos de un azul marino.
- Anda pasa. - miré hacia abajo para ocultar el panick del momento. - Y no usmees.
Dejó rastro de un perfume que se me hacía muy familiar, era parecido al de Kalvin Klein si no recuerdo mal. Le guié hasta la ducha del piso de arriba y cuando llegó, abrió una caja de herramientas y empezó a rebuscar entre las piezas.
- ¿Para qué usas tantas cosas? - pregunté curiosa.
- Uso todo tipo de piezas extrañas ¿verdad? Mira. - sacó una pieza larga rojiza. - esto es una llave de fontanería recta y sirve para el apriete y manipulación de tubos de acero.
La cogí y me di cuenta de lo pesada que era. Hice una mueca y la dejé en la caja de herramientas.
- Bueno, haz lo que quieras y no molestes. Voy a poner música. - le dije mientras abría la puerta de mi cuarto y cogía el altavoz.
Lo coloqué encima de mi mesa y, después de conectarlo, puse música de mi banda favorita, Green day. Miré al suelo y, de un momento a otro, mi cuarto se convirtió en un lujoso escenario lleno de gente bien vestida. Tenía un solo foco para mi que me seguía a todas partes mientras me movía. Cerré mis ojos y comencé a cantar sin siquiera escuchar al chico. Comencé a mover sutilmente la mano como si estuviera pasándola sobre una flor. Un paso llevó al otro y de repente me vi cantando a medio pulmón mientras giraba y revoloteaba por mi pequeño escenario.
- Aparte de buen gusto en tabaco, veo que también tienes buen gusto músical. - dijo apoyado en el marco de mi puerta.
Me asusté y le miré amenazante.
- ¿No te han enseñado a respetar a una mujer? - me quejé. - Una no se puede divertir tranquila.
- ¿Divertirse? Tú no sabes lo que es eso. - se rió y después volvió con su sonrisa arrogante. - Deja que te lo demuestre. Esta noche a las 21:00 estaré aquí.
Se me abrieron los ojos como auténticos platos. Mis mejillas cogieron un color rojizo y mi corazón comenzó a acelerarse.
- ¿Es una cita? - dije mientras intentaba disimular el temblor en mis rodillas.
El chico soltó una carcajada y de un momento a otro mi casa se hizo llamar hogar, creó un ambiente único.
- Considéralo algo así. - me miró fijamente y no pude apartar la mirada. - No vendré a buscarte en limusina, pero creo que valdrá la pena que vengas.
- ¿Qué le diré a mi madre? - las palabras salían de mi boca y mi cabeza empezó a poner excusas.
Él bajó la mirada y el color de sus ojos perdió brillo. Era como si se lo hubieran arrebatado en un pasado, como si por más que intentara recuperarlo, cada intento fuera en vano.
- No importa, ¿vienes o no? - respondió borde.
¿Qué había dicho yo para que me hablara así? Este chico era de lo más inusual por esta ciudad. Suspiré y volví a mirarle. Sentí como si tuviera que protegerle y, como mi instinto nunca se equivocaba, acepté.
- Iría, pero ni siquiera sé tu nombre.
- Aidan. Aidan Wood.
Se dió la vuelta, recogió sus cosas y se fue de mi casa sin hablar una palabra. Es como si hubiera invadido su privacidad, ni siquiera me cobró por arreglar la ducha.
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MI CHICO DE OJOS TRISTES [BORRADOR]
Romance<<Cuando las estrellas colapsaron formaron el color de tus ojos>> Abby es una joven perdida en el tabaco cuando de repente, una cosa le lleva a la otra y se vuelve adicta a Aidan, un joven "sin futuro"