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HANNA Y MALACHI se conocían desde que ambos eran niños, pues estudiaban juntos desde que tenían diez años. si bien al principio eran compañeros de colegio y se llevaban bastante bien, todo cambio cuando cumplieron dieciseis años, bueno, realmente el que había cambiado había sido malachi, o al menos así era como lo veía ella.
─ es un idiota, dios. ─ susurró la chica, observando como malachi y sus amigos llegaban al colegio saltando y celebrando, igual que unos monos. todo se debía a que ayer habían ganado el último partido de la temporada.
─ aun asi, no puedes negar que está muy bueno. ─ dijo en el mismo tono shay, una de sus amigas. todas asintieron, entonces ella rodo los ojos.
─ uff, sí. es innegable, está buenisimo. ─ habló con sarcasmo, terminando de guardar sus cosas en su casillero.
al cerrar su casillero con fuerza, debido a la molestia que le había causado como sus amigas enaltezian al estúpido de malachi, se encontró al moreno justo a su lado, quien parecía que ya estaba esperando que la ojiverde le mirara.
el destino odiaba mucho a hanna, puesto que, de todos los alumnos de su secundaria, malachi era su vecino de casilleros.
─ ¿hablando de mi desde tan temprano? ─ preguntó mirandola sonriente. ─ ya sé que estás totalmente enamorada de mí, pero disimula un poco.
─ no eres el centro del mundo, idiota, por más que te cueste creerlo. ─ hanna no esperó mucho y simplemente dió media vuelta, largandose. lo escucho gritarle algo, así que le saco el dedo del medio y siguió caminando.
la verdad era que hanna había comenzado a desarrollar una especie de "odio" por malachi desde que él la había dejado de lado. sentía que había cambiado tanto que había olvidado que antes solían caminar juntos por los pasillos, hacer las tareas en los patios, o que solía sonreirle solo a ella.
ahora, era otro idiota engreído, que pensaba que podía tener a cualquier chica que quisiera. lo más lamentable, era que si tenía a cualquier chica que quisiese.
por otra parte, malachi no entendía que era lo que tenía ella en contra de él, pero no dudaba en detenerse de sus constantes ataques, mucho menos cuando ella parecía disfrutar cuando lo veía enojado.
─ malachi, ¿vendrás a mi fiesta, verdad? ─ hanna tuvo que contenerse para no terminar rodando los ojos ante las palabras de su amiga.
─ por supuesto que si, preciosa.
aquello fue suficiente, solto una pequeña risa y se fue del lugar sin siquiera mirar atrás.
─ lamento eso. ─ rodó los ojos, girandose, al reconocer la voz del moreno.
