Capuchino

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La última taza fue guardada en las gavetas de la cocina cuando Jeongin escuchó lo que ocurrió entre Felix y el cliente que siempre pedía un expreso los lunes por la mañana. Él creía que situaciones así solo ocurrían en las series o películas. Desde hacía tiempo que trabajaba en la cafetería con el rubio barista, así que lo estuvo acompañando hasta en sus momentos más oscuros de la ruptura. Lo recordaba con la piel pálida, grandes ojeras y una significativa pérdida de peso. No odiaba a su ex, después de todo, fue Felix quien rompió la relación y eso lo hacía mucho más difícil de superar. El amor no acabó, solo ocurrieron cosas que ni Felix quiso mencionar, y fue ahí cuando dejó de indagar en el asunto.

Desde hacía tiempo que no lo veía con este cambio de aires. A pesar de que su humor se fue elevando al cabo de varios meses, esta era la primera vez que lo veía con un brillo peculiar en sus ojos. Quizás la broma sobre una relación imaginaria con Changbin trascendió hasta el punto de volverse un cierto ritual de manifestación. Finalizaron con la limpieza y salieron fuera de la tienda. Se despidieron de sus otros compañeros y siguieron charlando; Felix acompañaría a Jeongin en el almuerzo. Fueron a un restaurante al que acostumbraban ir. La comida era buena, pero lo mejor eran los almuerzos con descuento.

-¿Qué más viste en su departamento? ¿Parecía vivir con alguien? -preguntó Jeongin.

Felix negó con la cabeza y dio un lento sorbo a su jugo de naranja.

-Más bien parecía que nadie vivía allí. Era muy ordenado y perfectamente decorado.

-¿Sabes a qué se dedica?

-No, no pude preguntarle mucho. Supongo que seguiremos frecuentando actividades organizadas por Seungmin y Chan.

-O puedes ir a visitarlo de vez en cuando.

Ambos rieron.

-¿Cómo va con lo del concurso? Las inscripciones cierran en menos de dos semanas.

-Oh... No creo que vaya a participar.

Jeongin no quiso insistir y cambió de tema. Felix podía ser una persona bastante difícil cuando se trataba de su talento. Era muy bueno, solo que él no lo veía; siempre se autoexigía. A pesar de ser amigos y colegas en el trabajo, el joven mesero no se sentía en derecho de opinar sobre los sentimientos de Felix cuando tocaban ese tema. Lo animaba con lo que podía, pero nunca lograría un cambio si su amigo tampoco colaboraba expresando sus sentimientos. Culminaron su breve almuerzo y se despidieron.

Felix tenía mucho miedo de salir de su caparazón. Si no avanzaba con su vida, era porque él mismo se detenía. Lo habló varias veces con su amigo Seungmin; era consciente, pero se sentía más cómodo huyendo de los grandes desafíos de la vida. Él creció en una cómoda casa en Australia, siendo el hermano del medio y el único niño. El ambiente femenino siempre reinó a su alrededor, por ende, no tuvo muchos momentos para destacar. Constantemente se encontraba tratando de llamar la atención de sus padres y, al mismo tiempo, tratando de ser el menos problemático. Sus hermanas nunca tuvieron miedo de expresar sus preocupaciones, quejarse o simplemente existir. Felix lo intentaba, pero el miedo siempre lo detenía. Incluso fue difícil para él comentar el abuso de poder que recibió de un profesor en su tiempo de secundaria.

Empezó a la vuelta de las vacaciones de verano, nunca logro comprender porque se volvió un blanco tan fácil o si hizo algo que molestará al profesor de literatura. Llamo su nombre para que pase enfrente de toda la clase, era leer un simple poema, pero los comentarios disgustado sobre el tono de su voz, la postura y su acento no tardaron en llegar. La clase se veía obligada a siempre reírse, si no respondían se buscaría otra víctima. Felix siempre tuvo amigos, pero ese año dejo de hablar con varios. Los comentarios se tornaron cada vez más difícil de digerir, amenazando a sus raíces, rasgos heredados por sus acentros, su identidad, su cultura.

Un latte con expresso. || changlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora