¿DOLOR O... MÁS DOLOR?

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LISA

Una vez lista la comida y después de servirla; la Ilevo hacía Jennie y se la entrego. Ella me mira con evidente sospecha.

-¿Por qué haces eso?

- ¿No es obvio?

- No lo es. Dije que no quería que volvieras acercarte a mi. Estoy harta de tus juegos.

No digo ninguna palabra y dejo el plato sobre la mesa para después sentarme a su lado.

- ¿Quieres escuchar algo como que estoy enamorada de ti o que no puedo vivir sin ti? No puedo decir algo que no pienso. Es verdad que hay algo en ti que me atrae. Hay algo en ti que me hace desearte a cada segundo, pero no puedo darte lo que quieres.

- Entonces sal de mi vida, Lalisa - esta vez su tono es bastante razonable, pero su mirada emana pura ira. Puedo sentirlo - ya no quiero lo que tú deseas.

- No sabes lo que deseo.

- Solo sé que no quieres a este bebé. Tampoco me quieres a mí. Sé que eres incapaz de amar a una persona...

- ....no sabes nada de mi.

- No me hace falta indagar en tu pasado. Basta con estar en este lado y observarte. Puedes chantajearme todo lo que quieras. Me da igual si nos casamos, nunca te perteneceré de nuevo.

Sus palabras me queman. Empieza a molestarme ése sentimiento que claramente conozco. Lo he sentido una vez, aunque debo admitir que no con la misma intensidad.

- No necesito tu consentimiento para tenerte. Recuerda lo que te dije.

- Vete de mi casa. Al menos déjame ser feliz antes de casarme contigo.

Guardo un momento de silencio mientras nuestras miradas están una sobre la otra como si de una competencia se tratara.

Nunca antes la he visto tan firme y eso está empezando a volverme loca.

- Mañana vendrán a tomarte las medidas, así que no salgas de casa.

Me levanto de la silla y salgo no sin antes recordarle que debía comer sano porque tenía a mi hijo en su vientre y porque...por alguna razón, su salud también me preocupa...y por su puesto, esta última parte no se lo dije. Solo hablé del niño.

Mientras conduzco hacía la casa hablo con la estilista. Una vez llegar en el ya desierto estacionamiento, apago el motor. Puedo reconocer perfectamente uno de los autos con matricula personalizada, ya que ha estado invadiendo las redes sociales últimamente e invadiendo mi teléfono cuando no me interesa ni en lo más mínimo. Bajo del auto y voy a entrar en el edificio departamental. Ella se encuentra junto a la puerta. En el pasillo.

Sí, señores. Es quien se imaginan. Se trata de mi madrastra. La mujer que me había convertido en una persona incapaz de empatizar o mostrar amor como lo hacen las personas normales.

- Te he estado esperando.

- ¿Por qué estás aquí?

Después de la noche de acción de gracias en que dejé México, ella me estuvo escribiendo. ¿El que no haya respondido no dejaba lo suficientemente claro que no quería nada con ella?

- Te he extrañado.

- Aléjate de mi.

Camino hacía la puerta para entrar en el apartamento pero ella me sigue y toma mi brazo logrando que volteara a verla.

- No puedes alejarte de mí. Me necesitas. Solo yo...puedo ayudarte.

Siempre lo había pensado así. Incluso cuando mi primera relación estable se arruinó corrí hacia ella y su consuelo fue abrirse de piernas ante mi por unos largos seis meses. Si; follamos por tanto tiempo. Estuve viviendo en esa ilusión día y noche por seis meses; creyendo que su sola presencia me estaba ayudando pero nada de eso era real. Me llevo tiempo entender que solo me estaba usando para saciar esas ganas que mi padre no podía disipar. Me había estado usando desde los doce años. Había sido su esclava desde los doce años y me había hecho cosas que solo hoy en día duelen como aquella vez, cuando no podía hablar sobre la primera experiencia paranormal con nadie porque... ¿quién se lo creería?...¿cómo podría creer en mi un padre ausente que está loco por una mujer como ella?

REGLAS DEL JUEGO (jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora