Capítulo 3

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La instalación fue rápida y nada complicada. No teníamos muchas cosas a parte de los libros solicitados por la universidad y algunos posters de animes, sobre todo de mechas. Gadri había traído una impresión grande de Michael Jackson, su cantante favorito. Me gustaba la euforia que expresa el cantante junto a unas letras rojas que decía 'BAD'.

— ¡Mataría por una hamburguesa! — Se quejó después de pasar horas escuchando las palabras de bienvenida del rector —. Ni las reuniones de Alicia se atreven a tanto palabreo. Por qué no ser puntual y decir: la universidad no sirve señores. Aquí el apuntar a lo alto no es suficiente. Porqué en la vida real, aunque tengas el mejor título con la mejor nota no te va a funcionar sino no tienes una buena palanca o creatividad. Lo siento chicos, pero eso es la realidad. Así que aprovechen los días universitarios. Beban, cojan, vivan que después tienen que trabajar, formar una familia, comprar un auto, un perro y morir.

Gadri, podía ser gracioso y todo lo demás, pero jamás permitía que otros gastasen su tiempo en cosas sin valor. Odiaba perder el tiempo. Él era la típica persona que predice lo que va a pasar y actúa de inmediato.

— Rob, ¿viste a todas esas chicas? Ninguna dejaba de verte — se burló —, eres todo un casanova. ¿Qué tal besas?

— Gadri, quieres callarte.

Y no exageraba, apenas llegué al campus las chicas saltaron en cuento me vieron, mientras que a mi "primo" lo dejaron en visto. Todas preguntaban por mi salud. Incluso se ofrecieron a realizar mis tareas por un mes a cambio de que yo saliera con ellas o fuera su novio. Gadri tuvo que dejar de ser invisible y ayudarme a distraerlas. Así es como me escape a las habitaciones, poco después él llego con una sonrisa pícara.

— ¿Cuándo llegaran nuestros roomies? — pregunté.

— Creo que unos cinco segundos — ojeó su reloj —. Hice algunos ajustes por ahí para que se perdieran. Así nos daban tiempo para instalar los micrófonos y las cámaras.

Nuevamente tengo que decir que Gadri podía ser un payaso estúpido, pero jámas dejaría que el enemigo este un paso más que nosotros.

— Si tienes la duda de qué debería hacer un hombre me dices. Yo pudo darte algunos consejos —. Se ofreció y parecía que todo esto le divertía, aunque detrás de esa sonrisa se escondía la de un monstruo ansioso por matar a quién hizo tanto daño a los miembros de Alicia.

Cuando vio a Robert su expresión era más sería y gélida de lo normal. La última vez que lo había visto de esa manera fue cuando atrapamos al enemigo y suplicaba piedad. No dudo ni un segundo en sacarle la lengua para que dejase de hablar. No le pregunté en qué estaba pensado, porque se asemejaba a lo mío. ¿De cuantas formas una persona puede sufrir antes de que muera?

— ¿Y qué debe hacer un hombre?

— Depende — divagó un momento antes de darme una respuesta —, por ejemplo: un hombre no tiene miedo de hacer cualquier cosa que atente contra su vida. Solo busca felicidad en el riesgo y en las cosas que para ustedes puede que sea lo más estúpido.

— Desarrolla.

— Si alguien te dice: eso es peligroso. Tú tienes que responderle: mi segundo nombre es peligro. Si te dicen: prohibido el paso. Tú dices: es suficiente para que yo quiera pasar.

— Es decir: no pienses solo actúa.

— Algo así. Otra cosa Robert, algunos hombres gozan el dormir desnudos, puede que veas algunos penes por ahí. Tendrás que soportar chistes muy estúpidos. Temas eróticos. Cosas sin sentido.

— Trataré de seguirles el juego. He visto más cosas que esos chicos — concluí.

— No todo lo que vemos y hacemos en Alicia se parece a lo que vamos a vivir aquí. Habrá momentos en que nos dejemos llevar por los sentimientos que Alicia nos prohíbe.

— No podemos arruinar la misión. Lo que hizo Robert no será en vano —. El habiente se volvió tenso y agrio.

— Hay muchas cosas que aprender, Leonor.

Estaba a punto de preguntarle a qué se refería, pero me vi interrumpida por el repentino sonido de la puerta. Mi instinto hizo que sacara mi arma y adoptara una postura de ataque. Aquello hizo que Gadri me quitara el arma.

— ¿Estás demente? Despierta, estamos en nuestra habitación no en un campo de guerra. — Su tono era de enojo —. Son nuestros roomies. Mas vale que tengas cuidado si no quieres que te descubran.

Gadri salió primero y escuché sus saludos. Yo salí después más calmada y se podría decir un poco animada.

— ¡Rob! Sabía que mi instinto decía que tú serías mi roomie.

Era extraño, pero ver a Alex me daba algo de tranquilidad, su historial estaba limpio. La presencia del segundo roomie hizo que dudara. Era extraño y no me equivocaba se sorprendió al verme. Un chico un poco más alto que yo, con más masa muscular que la mía, pero tampoco tanto como Alex. Sus ojos cafés claros y su cabello corto y ondulado hacían destacar su rostro. Lo observé a detallé y puede notar una pequeña fecha tatuada en su cuello: 12-12-18 ¿Qué paso en esa fecha? Me pregunté. Y por alguna razón no dejaba de verlo, había algo en ese chico.

— Rob... Me alegra verte de nuevo, brother — me dijo. No sabía que responder. No sabía quién era, no estaba en los reportes tampoco en las fotografías.

— No lo aturdas Mario. Rob perdió parte de sus recuerdos debido al accidente.

Fue la mentira que le hicimos creer.

— No lo sabía. Ya tendrás nuevos recuerdos — apretó mi hombro y se acercó —. Solo tomate tu tiempo, brother.

Eso último me resulto chocante, parecían ser una advertencia más que buenos deseos.

— Bien, ¿Quién tiene hambre? — Preguntó Gadri —. Yo muero por una hamburguesa y ustedes.

Cada uno pidió lo que quería y mientras esperábamos Gadri estableció algunas reglas antes de que surgiera el caos por vivir muchos en un mismo lugar y espacio.

Primera regla: nadie robaría la comida de nadie.

Segunda regla: si usábamos un plato lo dejaríamos lavando.

Tercera regla: todos tendríamos un turno para cocinar.

— Nada de "yo no puedo hacer arroz" — estableció mientras señalaba los días en que cada uno cocinaría —. Si no saben yo les voy a enseñar.

— Rob.

— ¿Qué sucede Alex? — Alex se acercó para susurrar mientras Gadri seguía con sus reglas.

— A tu primo se le da bien el papel de militar.

— Sí, siempre fue así. Estableciendo reglas para que el equipo sobreviviera — me di cuenta de lo que dije —, quiero decir siempre que jugábamos a la guerra en los campos de nuestros abuelos.

— Lo tienen en claro — preguntó al pillarnos que estábamos conversando.

— Señor, si señor — Alex respondió y adopto la postura erguida de un militar —, ¿hay alguna otra regla más que saber señor?

Resultó gracioso verlos hablando a ese par. Ambos se hicieron buenos amigos desde el momento en que se conocieron, yo por otro lado sentía la mirada penetrante del tal Marco. Algo me decía que ese chico sabía del accidente. La pregunta es: ¿qué? 

¿Qué sucedió con Roberth?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora