Capítulo II

13 7 0
                                    


Savannah

Por tercera vez en la última media hora, siento otra bofetada que mi padre me ofrece como castigo.

—Eres tan estúpida. —Cualquier persona podría decir que está exagerando con su reacción, pero yo estoy más que consciente de que no es suficiente.

Fallé. Dejé que alguien presenciara lo que hice ayer en la fiesta. Y no sólo eso, también permití que escapara. Eso sin duda alguna son dos errores más de los que debía cometer.

—¡Ya lo encontré, señor! —escucho la voz del imbécil que le contó a mi padre sobre el incidente, a través del teléfono y me sobresalto.

Eso fue rápido.

Me acomodo el cabello ya que la última bofetada fue un poco más fuerte de lo que me gustaría aceptar y presto atención a lo que mi padre responde, ya que quitó el manos libres para así ser solo él quién escuche todo lo que le están diciendo.

—Muy bien, Savannah se hará cargo ya que fue ella quién cometió tal estupidez. —Me tenso, ya que no tengo ni idea que tendré que hacer ahora.
De una cosa si estoy segura. Debo matarlo y hacer que desaparezca.
Lo que me preocupa es no saber cómo hacerlo. Estoy segura que papá no querrá que asesine a más de dos personas en una semana. Ya que eso rompe una de nuestras reglas.

Hago una mueca de desagrado al recordar una de las más importantes reglas que ha establecido mi padre para todos nosotros. Si no fuese por que no podemos asesinar sin motivos a nadie ya que eso nos convertiría en unos insensibles de mierda, ya ese imbécil estaría más que muerto.
Así como no podemos cometer más de dos asesinatos por semana.

Tampoco es como que asesinemos cada semana a alguien nuevo. Obviamente no podemos hacer eso. Siempre nos toma alrededor de un mes o dos descubrir a algún imbécil que esté decidido a destruir el Imperio o legado que le dejó mi abuelo a mi padre.

Para aclarar dudas, soy la única hija del mafioso más temido y odiado del país.

Mi padre es Harnold Graham. Un muy reconocido y recomendado abogado que suele asesinar personas cuando nadie lo ve.

Y a diferencia de todo lo que se creé, si tengo una madre que sabe todo lo que ocurre.
Sencillamente está de acuerdo con todo.

Mi madre es una mujer bellísima, dedicada a la repostería. Algo bastante fuera de lugar teniendo en cuenta que su esposo es uno de los asesinos más insensibles que pueden llegar a conocer algunas personas, pero eso nunca fue un problema para ella. En realidad apoya la causa, debido a que siempre que puede le da consejos sobre como podría mi padre hacer sufrir más a su víctima.

Lo sé, demasiado romanticismo para dos personas tan insensibles. Pero es algo que los mantiene al día, ya que su relación existe gracias a este Imperio.
Aunque eso ya es otra historia.

—Muy bien. Adiós. —mi padre termina la llamada y se voltea lentamente hacia mi. Y sonríe antes de anunciar:—Irás a un internado. Y no. No es porque estoy enojado contigo ni nada de eso. Irás porque vas a asesinar al chico que dejaste escapar ayer, querida. Te vas en media hora.

Y así sin más, se va. Dejándome en medio de mi habitación con la sensación de que esto no será tan bueno o fácil como espero.

Estúpidas reglas y estúpido chico imbécil.

𖡎

A duras penas bajo del auto de mi padre, ya que las pastillas que tomé para así aliviar el dolor de cabeza, no me están ayudando para nada a mantenerme despierta.

Rojo CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora