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"Pon tus manos sobre mi rostro"



HeungMin había llegado a la dirección que marcaba en su teléfono celular, sus manos rojas por el frío de aquella mañana temblaban, no sabe si por el gélido clima o por los nervios. Él siempre se ponía nervioso a la hora de tratar a un paciente, las personas con adicción tienen maneras diferentes de actuar, algunas eran sumisas, otras desinteresadas, algunos al principio se comportaban normal y otros reaccionaban de forma violenta. Sea cual sea la situación, daría lo mejor para ayudar, Cristian Romero era un chico muy joven que necesitaba una mano, a nadie le gusta estar hundido en un pozo oscuro, sentir que no tiene salida y aunque lo negase, él sabía perfectamente que aquel era el sentimiento del cordobés.

Guardó el aparato en el bolsillo de su marrón abrigo y luego de sacar el gorro negro de su cabeza se dirigió hacia la puerta de entrada. No parecían personas de bajo recursos, pero tampoco de alta sociedad, era una casa de clase media, planta baja, con un bonito jardín verde y hermosas plantas vívidas a pesar de que el frío invierno había llegado hace ya dos semanas, las hojas amarillas y marrones de los árboles decoraban el algo descuidado patio.

Tocó la puerta caoba un par de veces y, unos segundos después de escuchar un grito de espera, se asomó por ésta una mujer morena de baja estatura, quien le sonrió al asiático; él solo podía ver esa mirada triste y cansada sobre la cálida sonrisa.

- Hola, buenos días, vos debes ser HeungMin Son, el acompañante terapéutico, disculpa si no pronuncié bien tu nombre querido, pero no estoy acostumbrada.- La señora le otorgó una sonrisa apenada.

- No, por favor no se disculpe, lo pronunció perfecto. Usted debe ser la mamá de Cristian.- Son estrechó la mano de la morena mujer quien muy gustosa le respondió.

- Si, Cecilia Romero, mucho gusto HeungMin.- El coreano tenía un aura que a Cecilia le transmitía mucha seguridad y ella se sentía tan aliviada en su presencia.

- Puede llamarme Son si le es más cómodo, todos me llaman así, incluso Sonny es mi apodo, es más fácil.

- Dale Sonny, pero por favor pasa, que nos vamos a congelar aquí afuera.

HeungMin se abrió paso detrás de la mujer, entrando de manera tímida echó un vistazo en general al cálido hogar. La decoración interior era sencilla, lo más destacable eran las azules paredes y las luces tenues que las acompañaban, un sillón gris se posaba en medio de la sala justo frente a la televisión. Mientras examinaba la casa se encontró con unos retratos familiares, donde se mostraba a Cecilia junto a un hombre y un adolecente de no más de trece años, a pesar de la altura en sus facciones se podía notar la inocencia de un niño; debió suponer que era la familia, incluido un pequeño Cristian.

- Esa fue la última vez que pudimos tomarnos una foto.- Cecilia apareció detrás suyo.- Cuti tenía catorce años ahí, luego comenzó a tener malas juntas en el colegio... él quería pertenecer con la gente equivocada, al principio trate de aconsejarlo, todos los días le hablaba pero cuando creía que me escuchaba resultaba en todo lo contrario. En un punto comenzaron las escapadas del colegio, no venía a almorzar, sus profesores me llamaban y nosotros tratábamos de impedirlo, pero todo empeoró cuando comenzó a escaparse de noche. Su padre al principio trataba de contenerlo, pero hay un punto que hasta el hombre más paciente puede perder su cordura y ahí fue cuando trató de encerrarlo.- Soltó un resoplido de angustia.- Imaginate, sentíamos que lo estábamos perdiendo, pero Cuti estaba histérico él quería irse, rompió su ventanal y escapó.- Heung-Min observaba de costado a la señora que, más que contarle la situación de su hijo, divagaba en sus propios recuerdos.- Mi hijo había desaparecido, lo buscamos durante cinco meses y cuando al fin lo encontramos, durmiendo al costado de la fábrica abandona del centro, sus ropas rotas y su cuerpo demacrado, ya sabíamos que era algo tarde... Yo - Cecilia soltó un suspiro.- No sabía cómo sentirme al respecto, ni sabía que hacer. Nos sentimos tan solos y sentimos que perdimos lo único que realmente amábamos, aunque mi hijo está ahí y sé que es él, no puedo sentirlo como otra cosa más que como un desconocido viviendo en mi hogar; y ese es un sentimiento que no le deseo a ninguna madre en el mundo.

SELFLESS -CUTISON-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora