Cuando me desperté en la mañana entendí a lo que se refería Henry. Leila no había dejado ni que terminara mi café cuando me sacó de su casa casi arrastrándome, me llevó a las tiendas de ropa eligiendo dos vestidos, una falda, tres blusas. Cuando me aseguré de que entendiera que no me alcanzaría para pagar todo esto, la cajera se tomó unos minutos para mirarnos con una mirada despectiva como si fuera tan importante para ella perder esta venta. Leila se encargó de asegurarse que no pasaba nada, y anoto todo a una cuenta de un hombre que no me sonaba para nada, le asegure que quien fuera la persona me aseguraría de juntar todo el dinero para devolverle. Lo siguiente fue escoger zapatos y algo de ropa interior que insistí varias veces en pagar y a lo que terminó accediendo. Me aseguro que no me preocupara por quien pagaba estas cosas, que era alguien que lo hacía con gusto y tenía mucho dinero de sobra pero sin embargo no quería aceptar la caridad de nadie. Me llevó hacia el salón de belleza donde cortaron las puntas de mi cabello y le dieron algo de forma, me gustaba verme bien así que solía cuidar mi cabello, aunque en los últimos meses no había tenido demasiado tiempo para ocuparme de esas cosas.
La voz de mi madre incurriendo en mis pensamientos gritando a altas horas de la madrugada que las jóvenes como yo con aspecto inocente son las más grandes zorras. No recordaba cuantas noches llore por las palabras de mi madre, y rememorar cómo James se había metido en mi habitación consolándome, luego de quitar a mi madre de encima mío, se había quedado a mi lado sosteniéndome en sus brazos hasta que deje de llorar, era de las pocas veces que me había abrazado sin embargo el calor del sentimiento de ser querida quedaba todavía en mi memoria. Había dejado de arreglar mi cabello esa mañana, también había dejado de usar maquillaje y no me escabullía en las noches para meterme en una cama con Seth.
Le envió un mensaje a Henry preguntando si me querría menos si clavaba el cuchillo de caza en una de las piernas de su hermana para que dejara de pasarme por toda la residencia como si fuera un perrito perdido, su respuesta llegó al instante con una risa exagerada y asegurándome que solo me querría un poquito menos ya que me tendría a mí. Quise reír y decirle que después de la elección del príncipe nadie me tendría, haría todo lo posible porque me eligiera, aunque tuviera que soportar la tortura de la joven del salón de belleza quitando todos los vellos de mi cuerpo. Haría mi mejor esfuerzo por lucir inocente, pura y atractiva. No sé cuánto tiempo estuve tendida en ese camilla hasta que la joven informó que ya podía cambiarme, le agradecí y me dedico una sonrisa que no parecía fingida como las demás personas que me cruce en las tiendas, era una sonrisa sincera y me embriago la intriga de saber quién era, como era su familia, de donde venía, que hacia acá. Sin embargo, sabía que no tenía que hacer demasiadas preguntas, pasar desapercibida era la mejor opción para mí, mi padre era una persona reconocida en la residencia, después de haber sido la mano derecha del rey hasta su muerte.
―Vamos a tomar un café y podremos volver a la casa porque sé que te estas muriendo por meter las narices en esos libros ―me dice cuando señala la bolsa en mi mano derecha que habían costado muchísimo menos que los atuendos dentro de las bolsas en mi mano izquierda pero llevaba los primeros como si estuviera cargando la bolsa más valiosa de mi vida. Mientras disfrutamos de un café exquisitamente de especialidad me explicaba muy pacientemente todas las reglas, me mostró algunos lugares pero no teníamos tiempo para ir hasta el palacio, según ella ya tendría tiempo suficiente para recorrerlo entero.
Leila me dejó la mayoría del tiempo sola, además de que le estaban dando nuevas responsabilidades en el hospital, también lo hacía para darme tiempo de pensar en lo que vendría a continuación.
La mañana que me deja en la puerta de entrada en el palacio, vuelve a asegurarse de que estoy segura de la decisión que estoy tomando. Siguiendo el camino central desde la residencia se dirige por el camino pavimentado rodeado de arbustos florales que lleva hacia la entrada principal que termina en el imponente palacio rodeado por un denso bosque de árboles frondosos y altos, que actúa como una barrera natural para garantizar la privacidad y seguridad de la familia real. La impresionante estructura de piedra blanca con techos altos y amplias ventanas que dejan pasar la luz natural. La fachada del palacio está adornada con detalles ornamentales, incluyendo esculturas de figuras históricas y animales mitológicos. Trato de contener mi emoción al entrar en el impresionante vestíbulo, mis ojos se deleitan con la majestuosidad de la escalinata y los detalles que adornan las paredes. Los techos están adornados con candelabros de cristal, las paredes están cubiertas con papel tapiz de seda, los pisos son de mármol pulido y el aroma a frescura floral impregna el ambiente. A pesar de mi intento de absorber cada detalle en mi memoria, mi atención es distraída cuando me choco con alguien.
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El precio del silencio
RomanceEn un reino marcado por la opresión, Ayra se ve obligada a enfrentar la elección entre el silencio y la rebelión. Cuando una oportunidad inesperada la lleva al corazón del poder, se encuentra enredada en una red de secretos y ambiciones que amenazan...