3- Ni idea de cómo se llama

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Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas

–Llevo dos meses aquí, casi tres, y, a decir verdad, no está para nada mal, he sobrevivido, todo es bastante bonito; la gente es amable, la comida del comedor es increíble, parece película de high school miusical.

La chica de ojos color miel, no ha dejado de mirarme desde que llegué, sus amigas también lo hacen.

Eso da miedo.

También acosan a mi amigo Leonard, lo conocí a las dos semanas.

Incluso él mismo ha dicho que le aterra y le inquieta que lo hagan.

—Val, nos están persiguiendo otra vez. — Leo trata de sonar casual, pero su voz es casi un chillido de un ratón asustado.

—Déjalas, en algún momento se van a cansar. — Sudo frío al sentir su mirada clavada en mi nuca otra vez.

¿Nunca se van a cansar de hacer esto?

El chico se detiene y traga fuerte, voltea a ver hacia atrás y con un movimiento de cabeza le intento decir que no haga nada.

Se lo pasa por los huevos y aun así les grita (súper varonilmente):

—¡¿Qué quieren de nosotros?! ¡Llevan siguiéndonos dos malditos meses, déjenos en paz! —Otra vez, esa voz chillona.

—¿Qué? ¿Nosotras? ¿Siguiéndolos a ustedes? Para nada... — La de cabello rosado trató de sonar súper normal, sonó más falsa que mi papá diciendo que era un hombre divorciado.

—Ni Circo Deimons miente tan mal — Aseguré. —. Vayan a hacer su vida, ¿Quieren? Parecen perritos siguiendo a una persona que les dio de comer.

Ofendidas, me miraron enojadas.

La pelicastaña, es la única de las tres que parece un poco más serena.

Sacó unas tres bolsas de su mochila y me las tiró.

Maizena para hornear.

Me mancharon toda la ropa, furiosa, volteé a verla, y sentí una vena en mi frente.

Mis ojos ardían y ella solo sonreía.

—¡Carajo, ¿Qué mierda pasa contigo mocosa?! — Limpié el poco de polvo que había en el suelo y en mi cara.

Mi cabello no se manchó tanto.

—Esto será un infierno para ti, quiero que te quede claro; que de mí no te vas a librar tan fácil — Se acercó hacia mí, poniéndose de puntitas para susurrar a mi oído. —. Acabarás lléndote, te lo apuesto. — Pegó una lamida a mi oreja, me estremecí, no estoy acostumbrada a ese tipo de contacto.

Las chicas solo se burlaban a lo lejos y Leo trataba de auyentarlas cual espíritus.

—Cam, vámonos, hay que ir a clase. — La de cabello negro tiró de ella.

¿Cam? ¿Ése es una parte de su nombre?

Da igual.

—¡Shu, shu, ushcale, ególatras de mierda! — Decía Leo.

—Ya, Leo, ya.

—¡Me mancharon a mí también, me estoy defendiendo, no lo hago por ti! — Se excusó.

Solo tiene una pequeña mancha en su suéter.

Continuo caminando, y voy directo al baño para poder limpiarme, con el chico detrás de mí.

—Oye, ¿Qué te susurró la princesita de las zorras? — Preguntó afuera del baño.

—Nada en particular, es una niña de papi, no me interesa lo que diga. — Mojé una toalla y empecé a limpiar mi ropa.

—Oye, por cierto, ¿Quién es Circo Deimons? — Se asomó.

—Mi papá, no recuerdo por qué, pero le dicen así.

—Oh, ya, ¿Tienes una foto? ¿Cuántos años tiene?

—No, no tengo fotos y tiene cuarenta y siete.

—¿Será que me acepta? — Se cuestionó.

—¡Podría ser tu papá!

—Pero es el tuyo, y si tú estás así, me imagino que él está mejor.

—¿Se supone que deba sentirme halagada por eso?

—Sí tú quieres, sí.

Me quedé pensando el nombre de la chica... Me quedo quieta viendo mi reflejo en el espejo.

—Oye... ¿Cuál es el nombre de la chica castaña? — Miré a Leo.

—¿Qué? Ah, se llama Camile, creí que ya lo sabías.

Camile...

—No, no tenía ni puta idea de cómo se llama.

Se quedó mirándome unos segundos y volvió a sí sin ponerme atención.

Salimos del baño y fuimos directo al salón.

Choqué con un chico alto y rubio, caí al piso y él me extendió una mano para levantarme.

—Perdón, ¿Estás bien? — Preguntó, me levanté.

—Sí, gracias... ¿Cómo te llamas?

—Gerard — Dijo. —. Gerard Bernard, estudio astronomía, segundo año. — Estrechó mi mano.

—Valentina, Valentina Michigan Muller, estudio gastronomía.

—Y yo soy Leonard Moreau y estudio ingeniería electromecánica. — Palmeó mi espalda.

—Ah, hola, mucho gusto, Leo.

Estuvimos conversando mucho rato, las clases estaban por iniciar, y los tres teníamos que irnos, antes de retirarse, Gerard, volteó y nos miró.

—¿Quieren ir a una fiesta el fin de semana? — Se dirigió a los dos.

Leo dijo que sí inmediatamente, yo iba a pensarlo un poco.

—¡Vamos Val, piénsalo, Camile irá! — Rogó.

—¿A mí qué me interesa ella?

—Si la conoces más te va a gustar.

—No, no, no creo.

—Me deberás once euros si te enamoras de ella.

—Trato hecho.

—Bueno, consideren ir, si no quieren, no vayan, adiós.

Se retiró.





Nota:

                 Travesura realizada...


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