Sombras en la Oscuridad

68 4 0
                                    

La lluvia caía a cántaros sobre las calles empedradas de la ciudad, creando un sinfín de charcos que reflejaban las luces de neón de los bares y clubes nocturnos. Era una noche cualquiera en el barrio, pero para Jack y Jackson, la atmósfera cargada de tensión era inconfundible. Sabían que algo se avecinaba, algo que podría cambiarlo todo.

Jack, el mayor de los dos, se apoyó contra el capó de su auto, observando la lluvia caer mientras encendía un cigarrillo. Su mirada se perdió en la distancia, donde las sombras parecían moverse con vida propia. Era un hombre de pocas palabras, pero su presencia imponía respeto. Con su cabello oscuro y su mirada intensa, era el tipo de persona que podía hacer que los demás se sintieran pequeños.

Jackson, por otro lado, era su opuesto. Con su sonrisa despreocupada y su actitud relajada, siempre encontraba la manera de aliviar la tensión. Pero esta noche, incluso él podía sentir el peso del peligro en el aire. Se acercó a su hermano, frunciendo el ceño.

—¿Estás seguro de que deberíamos estar aquí? —preguntó, mirando a su alrededor con desconfianza.

—No tenemos otra opción —respondió Jack, exhalando una nube de humo—. Hera necesita nuestra ayuda. Su padre está más loco que nunca.

El nombre de Hera resonó en el aire como un eco. Era la chica que había capturado la atención de ambos hermanos, pero su situación era mucho más complicada de lo que parecía. Hija del temido Don Varela, Hera había crecido en un mundo de privilegios, pero también de miedo. Su padre no solo era un mafioso; era un monstruo que no dudaba en aplastar a cualquiera que se interpusiera en su camino.

—¿Y si él nos ve? —preguntó Jackson, inquieto—. No quiero que se interponga entre nosotros.

Jack lo miró, su expresión seria. —No se trata de nosotros. Se trata de protegerla. Si su padre descubre que está viva podría matarla

...Si su padre descubre que está con nosotros, no dudará en matarla. No podemos permitir que eso suceda.

Jackson sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La idea de que Don Varela pudiera hacerle daño a Hera lo llenaba de una rabia que apenas podía contener. Ella no merecía ese destino. Era fuerte, valiente y, a pesar de su situación, siempre había encontrado la manera de sonreír. Pero en el fondo, sabía que la sonrisa de Hera era solo una máscara que ocultaba su verdadero miedo.

—¿Y si la llevamos lejos de aquí? —sugirió Jackson, su voz llena de esperanza

—. Tal vez podamos encontrar un lugar donde su padre no pueda alcanzarla.

Jack sacudió la cabeza, su mirada fija en el horizonte.

—No es tan simple. Don Varela tiene ojos en todas partes. No podemos arriesgarnos a que nos sigan. Necesitamos un plan.

Justo en ese momento, un destello de luz iluminó la calle. Un auto negro se detuvo frente a ellos, y la figura de Hera apareció en la ventana, su rostro empapado por la lluvia, pero con una determinación que brillaba en sus ojos.

—¡Rápido! —gritó, abriendo la puerta del auto—. ¡Vámonos de aquí!

Los hermanos intercambiaron miradas, y sin dudarlo, se lanzaron al interior del vehículo. Hera encendió el motor y, con un giro brusco del volante, se alejó de la acera, dejando atrás la lluvia y el peligro inminente.

—¿Estás bien? —preguntó Jack, su voz llena de preocupación mientras miraba a Hera, que mantenía la vista fija en la carretera.

—No estoy herida, pero no puedo quedarme aquí —respondió ella, su voz temblando ligeramente—. Mi padre está furioso. Sabe que he estado hablando con ustedes.

Jackson sintió un nudo en el estómago. —¿Qué te dijo?

—Que si me encuentra con ustedes, no dudaría

En matarnos a todo pero se lo prometimos a nuestra hermana y tu hermano nos cortará la cabeza si pasa algo

—Que si me encuentra con ustedes, no dudaría en matarnos a todos —respondió Hera, su voz temblando mientras sus ojos se llenaban de miedo—. Me lo prometió. Y lo peor es que sé que lo haría. Jackson sintió que el aire se le escapaba de los pulmones.

La amenaza de Don Varela no era solo una advertencia vacía; era una realidad aterradora. La mafia no perdonaba, y el padre de Hera era conocido por su crueldad.

—No podemos dejar que eso suceda —dijo Jack, su voz firme

—. Prometimos protegerte, y no vamos a fallar. No mientras estemos juntos

—Pero, ¿qué vamos a hacer? —preguntó Hera, su mirada llena de desesperación—. No puedo seguir viviendo con este miedo.

—Lo sé —respondió Jackson, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros—. Pero tenemos que ser inteligentes. Si tu padre se entera de que estamos aquí, no solo te matará a ti, sino que también nos cortará la cabeza a nosotros.

Hera asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. La lealtad entre los hermanos era inquebrantable, pero el amor que sentían por ella complicaba todo.

—Necesitamos un plan —dijo Jack, su mente trabajando a mil por hora

—. Debemos encontrar un lugar seguro donde podamos escondernos hasta que esto se calme.

—¿Y si no hay un lugar seguro? —preguntó Hera, su voz apenas un susurro—. ¿Y si nunca podemos escapar de esto?

Jackson se inclinó hacia ella, tomando su mano con suavidad

. —No vamos a dejar que eso pase. Te prometo que haremos lo que sea necesario para mantenerte a salvo.

La determinación en su voz hizo que Hera sintiera un pequeño destello de esperanza, pero la realidad seguía siendo abrumadora. La sombra de su padre se cernía sobre ellos, y el tiempo se estaba agotando.

—¿Dónde podemos ir? —preguntó ella, buscando respuestas

—Nuestros padres tienen propiedades por todo el mundo —dijo Jack, su mente comenzando a trazar un plan

—. Por ahora, podemos ir a una de ellas. Es un buen lugar para escondernos hasta que pensemos en lo siguiente. nnHera lo miró, sus ojos llenos de gratitud y un atisbo de esperanza.

—¿De verdad crees que eso funcionará?

—Es nuestra mejor opción —respondió Jackson, sintiendo que la adrenalina comenzaba a fluir por sus venas

—. Si nos movemos rápido, tal vez podamos evitar que tu padre nos encuentre. nn—¿A dónde vamos? —preguntó Hera, mientras giraba el volante y se dirigía hacia la salida de la ciudad, su corazón latiendo con fuerza.

—Hay una cabaña en las montañas, cerca de la propiedad de nuestros padres. Es un lugar aislado, y no creo que nadie se atreva a buscar allí —dijo Jack, sintiendo que la decisión era la correcta.

—Perfecto —respondió Hera, sintiendo que la esperanza comenzaba a florecer en su interior—. Entonces, ¡vamos!

Mientras se alejaban de la ciudad, la tensión en el aire se sentía palpable. Cada giro de la carretera era un recordatorio de que estaban dejando atrás un mundo lleno de peligros, pero también de que se adentraban en lo desconocido.

—¿Y si nos encuentran? —preguntó Jackson, su voz grave—. No podemos permitir que eso pase.

—No lo harán —aseguró Jack, su mirada fija en la carretera

—. Estaremos un paso adelante. Solo necesitamos tiempo para pensar y planear.

Hera asintió, sintiendo que la determinación de los hermanos la envolvía como un manto protector. Sabía que estaban arriesgando mucho, pero también sabía que no podía quedarse de brazos cruzados mientras su padre la acechaba. nnLa noche se adensaba a su alrededor, y con cada kilómetro que recorrían, la ciudad se desvanecía en el espejo retrovisor.

doble Tentación (trilogía pecado #3)  Nueva Versión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora