Día 2 - Parte 2

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Hey, he vuelto a esta historia luego de mucho tiempo. Quiero disculparme primero por tardar, pero estaba planeando ciertas cosas con mis proyectos de escritura y partiendo mi tiempo con la universidad. En primer lugar, he podido planificar mejor la estructura de esta historia y decidir el mejor curso para esta. Por lo que aquí estamos, en la segunda parte del segundo día en Lyon. Espero les guste, igual quisiera leer sus comentarios para conocer sus opiniones.

 Espero les guste, igual quisiera leer sus comentarios para conocer sus opiniones

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Al llegar al hotel, lo primero que hizo Adrien fue encerrarse en su habitación. Tenía ambas fosas nasales cubiertas de sangre seca y un tono morado en el puente de la nariz.

—Viejo, en serio no te ves bien —señaló Nino, sentado en una silla de la habitación de Adrien—. Parece que te golpeó un caballo en la cara.

—Créeme, un caballo habría dolido menos —respondió Adrien, tirado sobre su cama y observando el techo con una expresión de dolor plasmada en el rostro.

Por su mente todavía se reproducía la escena del museo en bucle, Alix con las mejillas rojas y dándole con el puño en una de las zonas más sensibles de su rostro. Había logrado parar el sangrado luego de varios minutos de luchar y luchar contra la hemorragia, y fue gracias a la profesora Bustier que apareció luego de comprar la medicina de Nathaniel.

—¿Sigues pensando en eso? —preguntó el moreno, dejando a un lado su teléfono para observar con preocupación a su amigo.

—Solo... Solo hay algo que no entiendo —pronunció en voz baja el rubio, dándose la vuelta sobre sus sábanas y enfocando su mirada en la puerta del baño. Sus ojos verdes viajaban por todas las esquinas de la puerta, buscando alguna luz filtrada que le indicase que su compañera de clase estaba utilizando el baño.

—Viejo, sabes que puedes contarme tus cosas —le recordó Nino, pero Adrien no estaba para expresar sentimientos o sincerarse con alguien, solo quería pensar en algo y repetirlo una y otra vez hasta encontrarle sentido.

—Solo quiero pensar... —musitó Adrien, llevándose una mano al pequeño bulto que comenzaba a asomar en el puente de su antes perfecta nariz.

—Está bien, amigo, recuerda que la cena es a las ocho —dijo Nino, levantándose y caminando hacia la puerta para salir de la habitación, dejando a Adrien solo y envuelto en sus propias pesadillas.

Una vez la puerta se cerró, Adrien se llevó dos dedos a la boca y aguantó un grito que luchaba por salir de su garganta. No era el dolor físico lo que le estaba matando, aquello que sentía abriéndose paso por sus entrañas y separando su corazón eran las secuelas de haber tomado aquella decisión.

Y le dolía.

—No te ves nada bien —le dijo Plagg al salir de su camisa y plantarse justo frente a su nariz—. O esa chica pega muy fuerte o tú eres un debilucho.

—Gracias por tus ánimos —pronunció el rubio, sintiendo la voz temblorosa.

Plagg no dijo nada tras escuchar el tono de voz de Adrien, solo se alejó flotando en silencio y se dedicó a deleitar su preciado queso camembert a una distancia prudencial. Una comunicación tácita se había establecido entre ellos y el joven modelo agradeció profundamente que su kwami se hubiese largado sin soltar alguno de sus comentarios típicos.

Diez días en Lyon | Miraculous - 0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora