Por favor, no.

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Ariana se levanto de la mesa, con su cara de frustrada como siempre, diciéndole algunas cosas a Paula quien claramente no entendía ni menos quería hacerlo.

Paula se metió en su recamara luego de comer, y puso algunas cosas en su mochila, algo de dinero, una campera por si refrescaba de tarde, cosas insignificantes en valor, pero muy importantes para ella en ese gran último día.

Paula salió a la calle en busca de aire. Aire puro, que no sea compartido con, principalmente, Ariana o su hermano. Afuera un día soleado afloraba y los nervios empezaban a salirse en sus poros petrificados.

Cada paso que daba, cada segundo que pasaba, cada respiro que inhalaba, iban desapareciendo. Se sentía en una cápsula donde se le hacía imposible captar el presente.

Cada momento se le iba de las manos, de la mente. Prestando atención a su celular, con los auriculares en sus oídos, escuchando esa música sádica que la dejaba con una paz pesada; como si hubiera tomado 8 de sus pastillas, cuando en realidad solo había ingerido 3 de ellas en ese día.

Su garganta estaba irritada, sus manos algo violetas de piel reseca, y sus pensamientos no le causarían calma a nadie si ese nadie los oyera; ya estaba viajando en otro mundo, en el mundo con el que soñaba despierta, dormida, en cualquier estado de vida, o muerte. Al menos así era como lo esperaba..

Había olvidado pintarse las uñas, y con algo de dinero que había tomado, se fue directo a una farmacia que vio frente a la plaza en la que había pasado la tarde el día anterior.

Allí, se dispuso a comprar el negro azulado más opaco que podría haber tenido en su vida. Y, sentada en el mismo banco de la vez anterior, se pintó de manera prolija.

Ya cumplidos sus 19 años, y ni un solo mensaje. Sus cuentas en las redes sociales le traía tantos malos recuerdos que las había borrado hacía un mes exactamente.

Desconectada del mundo virtual, y del real, se quedó un rato pensativa allí, en ese banco, mientras veía llegar a los mismos chicos que habían jugado al basketball el día anterior. Se puso a imaginar que pasaría si hubiera tenido una vida llena de amistades, de coraje para enfrentar a idiotas, de una familia que le haya transmitido cariño, o algo por el estilo.

Pero sostenía el dicho de que hay que vivir la vida como se nos ha sido dada. El problema era que ya no podía sostenerlo más. No en ese mismo momento, ni de esa misma manera. De nuevo vio que empezaban a jugar en la cancha, mas o menos a 5 metros de donde se encontraba ella.

Luego de pintarse las uñas, prestó atención a los chicos que ya estaban terminando de jugar al basket. Pero al ver la hora que marcaba su reloj de mano salió casi que corriendo hacia su edificio, es decir a la terraza..

Recorrió las escaleras con rapidez, con su maquillaje corrido, sudando y soltando unas cuantas lágrimas. Pero eran lágrimas de desesperación, cansancio y locura. Esas que jamás habían salido por sus ojos.

Paula se sintió sofocada pasando frente a la puerta de su apartamento, y un extraño dolor la colapsó. Uno que venía del alma, estaba segura de que no era el momento de desistir en cuanto a su "gran" último plan. De "pensarlo dos veces".

"Ya era demasiado tarde"

Y siguió corriendo, sin importarle el hecho de que alguien pudiera oírla o verla en ese estado, ya que ahora lloraba a gritos, siendo cada vez más rápida.

Tiró su campera roja livianamente en la entrada de la terraza, mientras salía por la puerta. Enfocó su mirada al cielo, y lo vio gris. La tonalidad de ese color la llamaba a que desista, le decía que quería abrigarla en vida, y no en muerte.

Al límiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora