Recorrido

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Día 3 503 palabras

Robado

Cardinale lo guio hacia las afueras del Santuario mostrándole los alrededores, tenía un par de semanas de haber llegado al Santuario y todavía no estaba completamente familiarizado con él, ya que apenas llegó, se vio invadido por sus responsabilidades como santo y apenas había encontrado tiempo para conocer más allá del coliseo y los doce templos. Se suponía que en aquella excursión lo acompañaría Ox, pero este se había excusado con un llamado del Papa y le pidió al de Piscis que se encargara. Izō no supo si esto fue a propósito o realmente una coincidencia.

Desde su llegada, había hablado poco con Cardinale, pero había sido plenamente consciente de él desde el momento en qué lo vio y sabía que para Ox y Mystoria no pasaban desapercibidas las miradas que solía lanzarle al rubio cada vez que se lo encontraba y ahora se encontraba en su compañía y completamente a solas. Nunca había experimentado lo que era fantasear con alguien hasta que lo conoció a él. Cardinale, no solo era condenadamente hermoso, sino que también era elegante, altanero también, pero nada que no pudiera sobrellevar.

Al principio, había pensado que era alguien superficial, pero luego de un par de interacciones, pudo constatar qué bajo esa hermosa apariencia había mucho más que mera superficialidad. Lo que terminó por atraparlo y llevarlo a tener sueños poco decorosos qué lo involucraban a él, al santo de Piscis y una cama. Agradecía tener la oportunidad de conocerlo un poco más, pero no estaba seguro de que tan buena idea fuera aquello, ya que prácticamente desde que quedaron solos no había hecho otra cosa que estar pendiente de él.

El perfume de las rosas inundaba sus sentidos. Izō, veía como los labios de Cardinale se movían mientras le explicaba algo que había olvidado por completo, simplemente su mente no registraba voz desde hacía cinco minutos. Dejó de prestarle atención concentrado más en su persona, en el bello verde de sus ojos, en sus rubios cabellos qué de cuando en cuando reflejaban la luz del sol y el embriagante olor qué de él emanaba lo tenían completamente hipnotizado y aunque realmente quería concentrarse en lo que le estaba diciendo, no podía, simplemente no podía apartar la idea de lo que se sentiría tocar sus labios o su piel recorriéndolo en una lenta caricia.

—Izō ¿me estás escuchando? —Cardinale se detuvo y frunció el ceño al no recibir respuesta—. Izō... —se giró hacia él y sus labios recibieron su protesta. Fue un ligero roce, pero suficiente para sentir su sabor. Cardinale sonrió coqueto—. Si querías un beso, solo tenías que pedirlo —fue su turno besarlo ligeramente, pero Izō no se conformó con ello, se moría por sentirlo así que aprovechó la oportunidad que le ofrecía para besarlo un poco más—. Espero ahora si prestes más atención.

—No prometo nada —sus ojos negros lo miraron con intensidad. Cardinale alzó una ceja.

—Entonces tendré que pensar en algo para tener tu atención, por ahora confiaré.

Y así, continuaron con su recorrido. 

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