En La Frente

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Izo entró al Templo de los Peces Gemelos en busca de su dueño y salió a su jardín. Lo encontró leyendo, absorto en su lectura sin percatarse de su cosmos, se había adentrado hasta ahí porque había sentido su presencia justo en ese lugar y le parecía raro que no hubiera salido a buscarlo y ahora que lo veía con ese gran libro en la mano entendía el por qué, cardinale, cuando leía, podía olvidarse del mundo entero y muy a su pesar, eso lo incluía a él.

Se recargó en el tronco del árbol observando ese geste de concertación que tenía su pececito, sonriendo cada que el santo arrugaba el entre cejo al encontrar palabras que no entendía o algo que no le gustara, le hacía gracia. Él no era de los que leía, era más del tipo impulsivo y algo brusco, las letras no eran algo que le llamaran la atención o que le entretuvieran mucho tiempo a diferencia de Cardinale que disfrutaba de cada página de los libros que leía.

Volvió a repasar el hermoso rostro que tenía enfrente, viéndolo así, se preguntaba cómo es que había conseguido que se fijara en él, estando tan cerca de Mystoria o en alguien más afín, como Shijima, Shion o Caín. Suspiró, definitivamente tenía mucha suerte, no lo negaba, lo que no tenía era paciencia y ya era hora de que esos bellos ojos verdes se posaran en él, se separó del árbol y con sigilo se acercó a Cardinale para quitarle el libro de las manos.

—¡Oye! —gritó el de Piscis estirándose para intentar alcanzar el libro.

—Llevo quince minutos siendo ignorado, un minuto más e iba sentir celos del libro—le echó una hojeada y elevó una ceja—¿qué idioma es este? —Izo no pudo entender absolutamente nada de lo que estaba escrito y preguntó con verdadera curiosidad.

—Es gaélico irlandés—le dijo acercándose y dándole un ligero beso en la mejilla mientras le arrebataba el libro—. Quería saber más de la cultura celta, pero no quiero aburrirte con estas cosas, vamos adentro —Izo le tomó de la mano antes de que se alejara y lo acercó a él mirándolo de manera seria.

—Nada de lo que me digas puede ser aburrido, por mí, puedes hablar hasta de la biblia y yo no tendría ninguna queja —le besó la frente con todo el cariño que sentía por él.

Cardinale no pudo ocultar la emoción que le causaron las palabras de su adorado santo. Elevó su rostro para alcanzar el de Capricornio para darle un beso en los labios. Beso que Izo aceptó sin problema abriendo la boca para recibir su lengua. Se separaron por la falta de aire. Cardinale le dedicó una sonrisa de esas que lograron conquistarlo y lo guio dentro de la casa y el de Capricornio simplemente se dejó hacer. Una vez dentro, fueron directo a la cocina donde puso a hervir agua, era hora del té. Se sentaron uno frente al otro mientras esperaban que el agua estuviera lista.

—Y bueno, ¿ya me dirás de que va el libro?

Y así, Izo pasó el resto de la tarde escuchando a Cardinale.

Formas De BesarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora