Beso De La Vida

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El viento sopló con furia. Manigoldo vio con frustración como Shion caía de rodillas al suelo, pero sin dejarse vencer por su adversario. Estaba agotado y respiraba con dificultad, miró a su alrededor analizando la situación. Los dos bebés que estaban tras él dependían de que pudiera vencerlo. Otro ataque del Lémur y un nuevo Muro de Cristal se hizo visible. Sabía que no estaba peleando con todas sus fuerzas para evitar que los infantes sufrieran algún daño y esta situación era aprovechada por el espíritu maligno quien hacía una lucha de desgaste con la finalidad de llevar a Shion al agotamiento para finalmente vencerlo y llevarse a los niños.

Claro que él no estaba dispuesto a ver como esto sucedía, no podía hacer mucho, de hecho, tenía prohibido interferir en asuntos que desde hace siglos ya no eran de su competencia. Antes de morir, dejó residuos de su alma en el templo de Aries para que él nunca se sintiera solo o por si algo le pasara él pudiera ayudarlo y llegó el momento. Invocó a un par de espíritus que estaban atrapados en el Templo del Cangrejo Gigante desde la era del mito y que se fortalecían con cada siglo que pasaba. Había hecho una poderosa ofrenda para ellos y como respuesta se había comprometido a ayudarlo cuando así lo requiriera. Los bebés eran la prioridad de Shion, por lo que lo natural era ponerlos a salvo para que él pudiera enfrentarse al maldito espíritu con mayor soltura.

Shion vio con sorpresa como los niños eran alejados del campo de batalla y cuando estaba a punto de girarse para ir por ellos, un familiar aroma inundó sus fosas nasales haciéndolo sonreír. Se giró hacia el espíritu que había tomado forma sin entender que había pasado con los bebés.

—¿Dónde están? —gritó furioso a Shion que con esfuerzos volvía a ponerse de pie.

—No tienes que preocuparte por ellos mientras siga yo aquí. ¡Muro de Cristal! —gritó al momento de ver que el Lémur tenía intenciones de escapar. Había sido muy útil que dejara su forma de espíritu—. Stardust Revolution.

Esta técnica no le había hecho ningún daño para frustración de Shion quien, enojado, lo volvió a aprisionar en el Muro de Cristal haciéndolo más pequeño hasta hacerlo desaparecer. Volvió a caer de rodillas. El cansancio era visible en su rostro y su respiración era irregular. Manigoldo lo vio perder la consciencia. Se acercó a él preocupado y esta aumentó al notar que su ritmo cardiaco disminuía. Le apartó un mechón de cabello.

—Prometí estar siempre para cuidarte, pero esa promesa no sirve si tú te vas —le dijo con tristeza—. Si irme es la forma en la que tú te quedes, que así sea. Siempre te estaré esperando.

Lo besó con todo el amor y la ternura que nunca pudo demostrarle cuando estaba vivo, pero estaba feliz de poder hacerlo ahora. Las últimas reminiscencias de su alma se fundieron con la de Shion permitiendo que su corazón volviera a un ritmo normal.

Shion despertó desorientado, pero al recordar lo sucedido, corrió escaleras arriba hacia el templo de Cáncer, donde encontró a los gemelos de Géminis jugando y sonriéndole al viento. Shion sonrió con ternura y los tomó en sus brazos. Miró el oscuro y lúgubre templo y suspiró.

—Gracias por todo, Manigoldo.

Dicho aquello, se dio la vuelta y salió del templo. 

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