Capitulo Dos: ¿Eres un hada?

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Charlotte sintió unas ganas inmesas de voltear el auto y volver a Londres como una cobarde al ver la entrada del pueblo.

Luego del diluvio como bienvenida, las emociones estaban como picaflor para ella. Como pensó, el pueblo estaba tan igual como lo dejó hace ya bastante tiempo; lo único que cambiaba irónicamente eran las personas.

Desde su pequeño auto observó a las personas, dándose cuenta de algo insignificante, pero significativo para ella: no había ni un rostro que reconociera.

Siente una incomodidad del cual no sabe si es por el pensamiento o por la tierra seca que tiene en todo el rostro y cuello; agarra el manubrio con una mano mientras con la otra limpia superficialmente la mejilla del lodo ya seco. Desde su caída hace unas horas, el frío se había ido de su cuerpo, pero no la suciedad. Suspirando voltea el auto a la siguiente calle y mira curiosa los gigantes letreros aludiendo la mítica celebracion del pueblo.

En Harboun se podía decir que era un pueblo pequeño, pero en ese rinconcito del mundo, había un mes que no se podía olvidar aunque se quisiera. Para Harbour era casi obligatorio celebrar la fiesta del "Hada verde" o como le encantaba decir a los más ancianos "la mosca verde".

Cuando se mudo al pueblo a los cinco años, lo primero que vio de Harbourn fueron muchas decoraciones de hadas, el verde en toda su expresión y muchas historias de fantasía acerca de las hadas verdes. Aunque era algo extraño de celebrar para los adultos eran tres días de un merecido descanso del trabajo por las celebraciones y para los más jóvenes era disfrutar de las dulces paletas heladas, las manzanas verdes de caramelo y las palomitas de arcoiris.

Ah, como se le antojaba unas palomitas de maíz.

—Me pregunto que fecha es... aunque estoy segura que estamos ya en noviembre. —Murmuró pensando que la última vez que vio el calendario fue hace tres días. —¡Ah, es cierto! En estos días Hope cumple años.

Gruñendo detiene el automóvil en el semáforo rojo y aprovecha para ver su celular. Primero de noviembre, hoy era su cumpleaños. Suspirando guarda el teléfono y agradeciendo su memoria conduce casi de forma memorizada a la tienda de regalos.

Luego de estacionarse enfrente de ella, lo primero que ve por medio de la ventana es un maniquí con un disfraz de hada. Las brillantes alas de plastico sobresalen por los halos de luz que entran por la ventana. La señora Collins, la dueña del lugar, hizo una buena elección en poner ese disfraz ahí, era claro que iba de acuerdo con la celebración del pueblo.

Entrando al lugar oye la típica campana y mira a una joven aburrida saludarla sin ganas.

Agradeciendo que no dijera nada sobre su atuendo embarrado de lodo, camina por el pequeño pasillo y mira la variedad de cosas que solo los turistas compraban. No había gran cosa que llamara su atención, pero algo tendría que servir como regalo para su hermana. A pesar de ser una chica alegre y vivaz, su hermana pequeña amaba los regalos pequeños. Ella siempre les decía a sus papas y a ella que prefería la intensión que algo grande e innecesario. Caminando casi sin ganas busca entre estanterías sin ver nada hasta que se detiene en seco cuando ve algo pequeño y brillante que llama su atención.

Tal vez por el sol lo hacia ver como una joya negra, curiosa camina hacía el final de la estantería hasta que lo encuentra.

—Oh, que bonito eres.

Dando vueltas por el aire, el llavero de cristal era curioso y adorable. Un gato negro pequeño le suplicaba que se lo llevará (Charlotte sabía que si, por los grandes y tristes ojos dibujados). Sin pensárselo mucho lo agarra y lo lleva a la caja registradora. La chica apartando su vista del celular observa el pequeño llavero en silencio.

Los rostros de la rosa doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora