Primer beso

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Cuando Atsushi iba caminando de la mano de su maestra Yosano, este se quedó viendo un punto fijo una vez sintió que la mayor detuvo su andar, así que el pequeño aprovechó a echar una mirada a los niños de segundo año. No entendía porque todos gritaban tanto o rompían sus juguetes, ya que Atsushi cuidaba mucho a su tigre Byakko.

Ignorando que la mayor estaba hablando con otra maestra, el pequeño quedó absorto viendo como un niño daba una pirueta en el suelo cayendo de sentón. Atsushi no pudo evitar reír al verlo caer tan graciosamente, pero la risilla llamó la atención de aquel niño de mechones castaños y ojos similares. Nakajima se calló de inmediato y, con sus mejillas rojas de vergüenza, se volteó al otro lado.

El niño castaño volteó la cabeza un poco confundido e, ignorando el dolor, se acercó de manera lenta a Nakajima. Creía haberlo visto en alguna otra parte de la escuela, siempre llevando en su mochila un tigre blanco de peluche.

El pequeño castaño se quedó viendo fijamente a Atsushi, con sus ojos de chocolate que parecía querer juzgarlo con la mirada, aunque en realidad solo lo estaba analizando. En eso, Yosano volteó un momento viendo curiosa como el chiquillo no le quitaba la mirada a su alumno.

—¿Dazai? ¿Qué haces ahí?

Descubierto, el chiquillo de dicho nombre se puso de forma recta mientras veía de reojo a Nakajima, quien se escondió detrás de su maestra. Yosano, al entender un poco la situación, formó una sonrisa divertida y, con amabilidad, tocó suavemente los blancos cabellos de su alumno.

—¿Quieres jugar con Atsushi?

"Atsushi..."

Dazai vio unos segundos más al pequeño, después a su maestra y asintió lleno de energía. Nakajima se encogió en su sitio, pero accedió cuando la maestra tocó su espalda para darle un empujoncito.

—Puedes jugar con él, cielo, más tarde volveré, ¿si?

Atsushi asintió, acomodó las arrugas invisibles de su uniforme y se acercó tímidamente al castaño.

—Ho...hola.

"¿Cómo puede ser tan lindo?", pensó Dazai con un leve tono de carmín en sus mejillas. Se quedó viendo más de la cuenta esos ojos del color del cielo que no se percató cuando Atsushi estaba tomando la tela de su uniforme.

—¿Eh?

—Perdón, quería llamar tu atención de alguna forma. Me estabas viendo mucho, ¿estás bien?—preguntó el pequeño, mientras a Dazai casi le daba un infarto.

—Por supuesto. Disculpa. Vamos a mi salón, Atsushi-kun.

Dazai tomó la mano del albino y lo dirigió a su aula. Varios niños corrían y reían alrededor, lo que causaba que Atsushi se encogiera en su sitio, tomando a su querido peluche en brazos. Dazai, al ver esto procedió a acariciar su cabecita, tal y como hacían con él cuando se estresaba mucho. Atsushi se veía más calmado, por fortuna, así que dejó las caricias y se sentó junto a él en una silla pequeña.

Ambos niños pasaron el rato entre risas y dibujos, algunos otros chiquillos se les acercaban, pero siempre terminaban siendo Dazai y Atsushi los que más tiempo pasaban juntos.

Un niño —Rampo-san— los invitó a jugar con la pelota, con la única condición de que le darían todos sus dulces si los demás perdían. Dazai se lo tomó como reto y Atsushi...pues ayudaría echando porras para no perder.

Una vez que todos se acomodaron en posición, sonó el silbato y los niños comenzaron a correr entre ellos. Dazai tomó la pelota, listo para lanzarla con fuerza hasta la portería pero se la quitaron a los segundos, molesto cambió la dirección de su mirada hasta el lugar donde estaba Atsushi. El pequeño estaba gritando animadamente y aplaudiendo, Dazai no supo cuánto tiempo tenía viéndolo hasta que sintió que algo lo empujó; Atsushi al ver esto fue corriendo hasta Dazai, y en el proceso ambos cayeron en el pasto.

De fondo las risas se oían y las pisadas corriendo sobre el césped. Solo sentía el peso de Dazai sobre su cuerpo y algo blando tapando su boca.

Cuando abrió sus ojos, se topó con los ojos cerrados de Dazai y su rostro demasiado cerca del suyo. Y había algo más peculiar al respecto.

¿Por qué su boca estaba pegada a la de Dazai? Al menos lo veía bien y hasta la boca del otro no lastimó la suya, por suerte pudo ayudar a Dazai. Eso pensaba Atsushi en su tierna inocencia.

Cuando Dazai se levantó ignorando los gritos de los demás niños ganando el juego, se tocó la boca con su muñeca. Fue una sensación rara, pero muy suave.

Atsushi-kun tenía los labios muy suaves. Le gustaría probarlos otra vez porque eso le recordaba al algodón, como su cabello.

—Dazai-san...¿se encuentra bien?—Las manitas de Nakajima tomaron las de Dazai viendo a profundidad la mirada de chocolate. Dazai parpadeó varias veces y asintió un poco perdido en sus pensamientos. Atsushi le regaló una enorme sonrisa y comenzó a aplaudir. —¡Me alegra mucho!

Dazai Osamu no entendía porque, en ese momento, se sentía demasiado embobado con aquel chiquillo ni porque sus mejillas se sentían tan calientes junto su corazón bombeante. Y eso solo ocurría con Atsushi.

Sonrió un poco y, en silencio, volvió a acariciar los cabellos blancos ajenos. Tal y como una caricia al alma.

Un beso te pido-Kisspril [Dazatsu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora