Capítulo 2

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Al día siguiente.

—Buenos días, amo Ulises.

—Oh, buenas, ¿dónde se encuentra Miriam?

—La señora Miriam. . .

—¿Le pasó algo?

—Falleció hoy en altas horas de la madrugada. . . Lo siento mucho, sé que le tenía un gran aprecio.

—¿¡Qué, pero por qué, cómo!?

—Al parecer fue un accidente en las escaleras, tropezó y cayó.  Tú madre, afortunadamente, se encontraba despierta a esa hora, corrió hacia ella y llamó a la ambulancia. La llevaron al hospital, pero aparentemente se complicó aún más allá, falleciendo finalmente.

—¡Esto es una locura! ¿Dónde se encuentra mi madre? No creo que eso de “encuentro afortunado ” sea posible después de lo de ayer.

—¿“Lo de ayer”?

—Eh. . . Iré a la sala principal, debe estar allá_Notó que hablaría de más si continuaba, a esa chica nueva que ni su nombre conocía, no le iba ha contar absolutamente nada.

[. . .]

—Madre. . .

—Si, Ulises, ¿qué ocurre?

—¿No tienes nada de que notificarme?

—No, excepto que hoy viene tu futura esposa, tienes que arreglarte. Cambié de planes, la boda se efectuará en una semana.

—¿¡Qué!?

—Y por cierto, esa criadita vieja de tercera, falleció hoy en la madrugada. Obviamente compramos la empresa periodística que iba a notificar al respecto a las noticias, no tienes de que agradecerme.

—¿¡Agradecerte!?

—¿Por qué estás tan tenso? Toma un poco de té conmigo, ven.

—Mira lo que hago con tu té_Se acerca a la mesa de té, toma el mantel que cubre la mesa y lo lleva hacia arriba. Derramando así el té encima de su madre, rompiendo las tazas y teteras, arrugando el mantel y dejando a su madre en estado de shock.

—¿¡Qué acabas de hacer Ulises López!?

—Lo que debí de hacer hace mucho tiempo, pero no había hecho, revelar mi descontento con tus desiciones sobre mí, sobre tus creencias implantadas en mi forzosamente y sobretodo con tu propio ser y existencia.

—Eso que dices es muy hiriente. Acaso. . .acaso . . .no, para nada. . . no puedo creer que haces todo este show por la vieja criada esa.

—Atrévete a insultar una vez más a la señora Miriam y será la última vez que poeseas la capacidad de hablar.

Un silencio abrumador conquistó inmediatamente toda la sala principal, jamás y nuca Ulises había discutido con nadie en su casa, mucho menos con su madre. Los sirvientes miraban, tras las puertas, asombrados y atraídos a la fuerte pelea de madre e hijo.

En la mirada de su madre se notaba desconcierto, abrumación, pero principalmente: odio. Finalmente su hijo se le había revelado y esto a ella no le hacía ni la más mínima gracia.

—¡Chico mal educado!_Le abofeteó la mejilla fuertemente, dejándolo casi sin equilibrio.

—¡Pégame cuanto quieras, pero jamás y nunca volverás a verme callado con alguna actividad o situación que no me convenga, agrade o no sea de mi voluntad ejercer!

Otra vez el silencio se hizo más que presente. Su madre, con ojos prácticamente rojos por la furia y venas saliendo a hacerce notar por su rostro, se marchó con pasos firmes y enojados, si seguía allí temía de su propio autocontrol.

—¿Yo soy el malo. . .?

El mayordomo crucial y más importante de la mansión se le acercó al chico y le susurró disimuladamente.

—Fue ella. . .

Se fue prácticamente corriendo y, lo que le había dicho al chico, confirmaba sus ya elaboradas teorías del fallecimiento tan repentino de la señora Miriam, obviamente mientras se encontraba en conteste con la cruda realidad de las acciones desesperadas de su madre por quién sabe qué. Ahora una pregunta le rondaba por la mente a él , posiblemente si la respuesta a esa pregunta era confirmándola tendría que comenzar a crear un plan de huída de inmediato.

“¿Se enteró ella de la conversación de Miriam y yo, en mi habitación, y por eso fue que la. . . asesinó?”

«Serendipia»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora