Capítulo 10

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Al final le conté todo a mi mejor amiga, como pasaba siempre pues a ella no se le escapaba ni una cuando el tema era mi vida personal. Hay que resaltar que ella no es la mayor fan de Camila, pero tampoco se oponía a lo que sea que estuviera pasando entre nosotras dos. Era algo fuera de lo común y, según Mani, sacado de una mala película; de esas que de todos modos entretienen. Desglosamos parte por parte todo lo que alcanzaba a recordar que había sucedido hasta llegar a la conclusión de que no perdía nada llamándola y mirando que pasaba.

Eso sí, tenía que tratar el asunto con pinzas y procurar un poco de distancia con Lucy pues no me entusiasmaba darle alas a nada con ella. Si, era muy dulce y, si, seguro que me podría ofrecer una de esas relaciones perfectas pero el corazón quiere lo que quiere y el mío no tenía sentimientos románticos por ella. Después de un rato conversando mi amiga se quedó dormida, más afectada que yo por esos colores misteriosos que habíamos tomado la noche anterior. Por mi parte, no conseguía conciliar de nuevo el sueño así que me escabullí a mi habitación.

Tomé mi diario y me senté a escribir; fuera había comenzado a llover, tal y como lo predije en el desayuno. Tenía un poco de tiempo para mi, por fin en esos días tan ajetreados y llenos de nuevas experiencias, las páginas en blanco pronto se llenaron con mis pensamientos acerca de cada eventualidad, por pequeña que hubiera sido. Deje algunos espacios para colocar las entradas, los recibos, las flores y las fotografías que había conservado para adjuntarlas a ese capítulo escrito de mi vida.

Cuando terminé mi última entrada, más que nada sobre Camila, sentí como el papelito en el que había anotado su número me hacía ojitos. No perdía nada intentando llamarla, seguro la mala recepción lo impediría o ella no respondería. Aún no estaba muy segura de si se desaparecería de nuevo muy a pesar de que lucía sincera hace apenas unas horas. Y bueno, no tenía nada mejor que hacer; claramente no me estaban hormigueando las manos por tomar el teléfono de mi habitación y escuchar su voz de nuevo. No, y no me moría por volver a verla; ni me maldecía por haber olvidado como había llegado ese chupon a mi cuello.

La imagen de su sonrisa de suficiencia y la electricidad que emite cuando canta; la tristeza en sus ojos y, luego, la esperanza; sus palabras que me confunden y me retan. Todo esto se mezclaba en mi estómago como el licor y la nicotina que aún estaban en mi sistema, me embriagan y me llevan a decisiones impulsivas que nunca se esperarían de mí. Mi reputación y mis calificaciones, la niña bonita y la luz de la casa; era yo la persona perfecta en la que siempre soñé ser, entonces ¿por qué eso no me satisfacía? ¿Por qué me cautivaba tanto la rebeldía y la energía desordenada de Camila?

¿En qué cliché de niña buena y chico malo nos habíamos convertido?

Sin embargo, algo me decía que yo era más que una niña buena y Camila no cabía en ninguna de las etiquetas que mi cabeza quería asignarle. Había algo más que yo tenía que saber acerca de ella, y esa intriga fue la que me arrastró al lado del teléfono con el papelito en mis manos. No iba ni por la mitad de marcar su número cuando tocaron la puerta.

-¿Si?- pregunté quitándome lo más rápido posible de al lado del teléfono.

-Soy yo- respondió Di, entrando a la habitación.

Mis ganas de llamar a Camila fueron reemplazadas por las de escuchar el chisme, así que con toda alegría abracé a mi amiga. Nos sentamos en la salita mientras compartimos nimiedades acerca del extraño clima del día.

-Lo, vengo con una invitación un poco extraña- dijo de pronto, jugando con un hilo suelto del cojín que colocó en su regazo.

-Vale- contesté pensando que necesitaba mi ayuda para convencer a las demás de ir a algún turismo académico -¿quieres que reúna a las chicas?

Overseas (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora