La Venganza de los Catalanos

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- Dafné, si das en el blanco, la práctica termina - dice Amadeo el primogénito de los Mancini.

- eso mismo dijiste hace como media hora - le respondo y el sonríe

- lo siento princesa - la flecha pega en el blanco - ¡muy bien!

- hermano, cuando volveremos a cazar - bajo el arco - todo el tiempo es lo mismo

- tienes que practicar para que no la pierdas, además nuestro padre es claro con sus ordenes

- nuestro padre y sus órdenes...
¡Ya estoy cansada, soy su hija no uno de sus soldados! - tiró al suelo el arco

- principessa cálmate - intenta determe pero se lo impido

- ¡no soy una principessa Amadeo! ¡¿De verdad crees que una principessa tendría sus manos sucias desde los ocho años?! ¡Estoy cansada!

- ¡Cállate Dafné, no lo digas de nuevo! - me reprende

- ¿o que? ¿me encerraran? ¿O me dejaran afuera? Eso ya no me afecta, lo que me afecta es esta puta vida Amadeo - las lágrimas pican por querer salir - ¡habla!

- ¡que te calles Dafné!

- ¡No!

- acéptalo de una, no tenemos salida pequeña; está es la puta vida que nos tocó - dice Alessandro - Amedeo no tiene la culpa, y decir que estás cansada no cambia nada pequeña, así que sigue entrenando hasta que no puedan más - mi estómago ruge

- tengo hambre - digo

- lo ho una mela ( yo tengo una manzana) - me la pasa

- Grazie (gracias) - digo

Al terminar el entrenamiento volví con mis hermanos a la hora de la cena.

Papá hablaba de las grandes cosas que lograríamos dentro de unos años, solo lo miraba yo no quería escuchar más eso.
Les dije que debía irme que no me sentía bien y papá me detuvo, me golpeó y luego me dijo que me podía ir y que no volviera a decir lo mismo.

Llegado el fin de semana pude verme con mi madre, era tan hermosa como siempre su cabello, sus ojos, su piel, sus labios pintados de carmenci, quería ser como ella, hermosa en todas las maneras, amaba a mi madre. Los meses fueron pasando, los entrenamientos, regaños, consejos y golpes de mi padre.

Ese día lo recuerdo más que cualquier otro, el día de las calamidades más grandes para la familia Mancini.
Los Catalanos habían estado planeando por años una emboscada, para destruir todo nuestro linaje. Éramos ignorantes de eso, fuimos confiados y esa confianza nos costó muy caro.

Era una tarde de entrenamiento como cualquier otra, junto con mis hermanos, uno de los siervos de mi padre se acercó a nosotros corriendo, tenía lágrimas en las mejillas, sudor por todos lados y sangre en su cuerpo. Cayó a nuestros pies temblando y dijo...

- ¡los Catalanos asaltan la hacienda! - el temor carcomió cada uno de mis huesos, pero reaccioné agarrando una de mis dagas, mis hermanos se armaron rápidamente y juntos los tres corrimos a la hacienda.

La hacienda estaba ardiendo en llamas por todos lados, los sirvientes corriendo un lado a otro... los niños salían de la hacienda todos llenos de llamas.

Entramos temerosos, todo estaba destruido, lleno de cadáveres y sangre... Alessandro me ordenó ir por mi padre, y eso mismo hize. Pero al entrar mi vista se nublo de un negro absoluto.

Desperte con mis manos amarradas en la espalda, y una cuerda en la boca, gire mi vista a izquierda y me encontré con la mirada de mi padre, también estaba amarrado; su rostro estaba lleno de moretones, tenía el labio partido.

DafnéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora