Prólogo

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Una joven Hermione de 10 años observa a los jóvenes soldados blandir espadas de madera o luchar entre sí como parte de su entrenamiento por la ventana del estudio de su padre,  detrás se encuentra su hermana mayor, Astoria, de 12 años, de brazos cruzados enojada porque sus padres la han comprometido con el primogénito de Lucius Malfoy, un antiguo camarada de guerra de su padre. Aún así, accede a casarse cuando Draco traiga gloria al reino de Escocia, lo cual podría ser nunca o mucho, mucho más que tarde.

Hermione, con una mirada llena de curiosidad y un toque de admiración, se voltea hacia su hermana. —Astoria, ¿realmente te casarías con él solo por la gloria y el honor? ¿No debería ser por amor?— pregunta con inocencia.

Astoria suspira, su mirada se suaviza al ver a su hermana menor. —A veces, Hermione, el amor es un lujo que no todos podemos permitirnos. Lo has visto acaso, no es ni un poco atractivo, ni me gusta nada ¿a ti sí?

En ese momento, la puerta del estudio se abre con un chirrido y entra su padre, un hombre de porte noble y mirada seria, Remus Lupin. —Astoria, debes prepararte. Los Malfoy vendrán mañana para formalizar el compromiso, te casaras al cumplir los 16—dice con voz firme.— aunque para mi eso ya es demasiado tarde

Astoria asiente, aunque su corazón se siente pesado. —Sí, padre, —responde, pero en su mente, un plan comienza a formarse. Quizás haya una manera de retorcer el destino a su favor.

***

El sol se estaba poniendo, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosas, cuando Draco Malfoy llegó al jardín donde Astoria estaba esperándole. A pesar de su juventud, Draco llevaba la arrogancia y la confianza de alguien que ha sido criado para liderar, tenía su espada en la cintura, sus cabellos rubios eran como el sol, brillantes y casi cegaban a Astoria, que no con ellos se sentía atraída a él.

— Mi bella dama, Saludos — dijo Draco, con una sonrisa encantadora. —Espero que no te haya hecho esperar demasiado, tu padre estuvo entrenandonos hasta muy tarde en

Astoria, recordando su plan, devolvió la sonrisa con gracia. —No en lo absoluto, Draco. De hecho, estaba disfrutando de la belleza del atardecer.

Draco asintió, claramente complacido con la respuesta. — Es un espectáculo digno de una dama tan encantadora como tú. Dime, ¿qué piensas de nuestro futuro compromiso?

Astoria fingió un destello de emoción en sus ojos. — Es un honor para mí. Traer al mundo a tus hijos será la mejor retribución al reino, es un sueño que cualquier dama desearía.

Draco parecía satisfecho con su respuesta y se acercó un poco más. —Y yo, por supuesto, haré todo lo posible para cumplir con las expectativas de tu familia y del reino. Te llevaré al castillo de mi familia donde te convertiré en mujer, entonces dejarás de ser una frágil dama a la vista de todos.

Astoria inclinó la cabeza, su cabello capturando los últimos rayos del sol. —Confío en que lo harás, Draco. Y quizás, en el proceso, podamos encontrar algo más que gloria y honor.

Draco la miró, una chispa de interés en sus ojos. —¿Algo más, dices?

—Sí —respondió Astoria, con una sonrisa misteriosa. —Pero eso es algo que el tiempo nos revelará.

Con esa intrigante promesa, Draco se retiró, debía ir a cenar, dejando a Astoria sola en el jardín. Ella miró hacia el cielo, ahora estrellado, y se permitió una sonrisa triunfante. Su plan estaba en marcha, como nadie la observaba corrió hacia las caballerizas al encuentro de aquel que sí era su verdadero amor.

***

La gran sala del castillo resonaba con el sonido de las voces y el tintineo de la plata. Remus Lupin, con su mirada penetrante y orgullosa, observaba a su familia reunida en la mesa durante la cena. Oliver, su hijo mayor, reflejaba la imagen de la nobleza y la valentía que tanto admiraba en él. Astoria, con su belleza delicada, y Hermione, cuya inteligencia y atención al detalle prometían una gran dama en el futuro, completaban el cuadro de sus descendientes.

Nymphadora, su esposa, llevaba en su vientre la promesa de un nuevo miembro para la familia Lupin, y la esperanza de que la felicidad continuara en su linaje.

—Oliver, en vista de que has cumplido la mayoría de edad, serás la guardia de su majestad, el rey Jacobo II, su pedido fue directo —anunció Remus con solemnidad. —Eres el mejor guerrero, te he entrenado desde que pudiste mantenerte en pie, sé que lo harás más que bien.

Oliver, con la cabeza inclinada en señal de respeto, respondió con determinación. —Me halagan tus palabras, padre. Haré todo lo posible para dejar nuestro apellido en lo alto.

La conversación fluyó como el vino en las copas, cada miembro de la familia Lupin compartiendo sus pensamientos y planes para el futuro. Hermione, con sus ojos brillantes de emoción, no pudo contener su deseo de ser parte de las tradiciones y compromisos que definían su mundo.

—Padre — comenzó la pequeña con una voz firme que desmentía su juventud — ¿cuándo será mi turno de ser prometida? Quiero ser parte de la gloria y el honor de nuestra familia.

Remus, sorprendido por la pregunta de su hija menor, frunció el ceño ligeramente ya que casi se cortó un dedo con el cuchillo al cortar el pavo —Hermione, eres aún muy joven y hay mucho que debes aprender. Además, no hay nadie que esté a tu altura, con tu inteligencia y tu corazón.

Nymphadora, con una sonrisa suave, intervino. — Hermione, tienes un futuro brillante por delante, y no necesitas un compromiso para definir tu valor.

Oliver, quien había estado escuchando y a sabiendas él la entrenó a en el arte de la espada a escondidas de su padre, añadió con una sonrisa orgullosa. —Mi hermana menor no necesita un compromiso para ser grande. Ella ya es más valiente y sabia de lo que muchos son en toda su vida.

Astoria, tomando la mano de su hermana, le susurró —No te preocupes, Hermione. El tiempo traerá el momento adecuado, y cuando llegue, será una historia digna de ser contada. Te lo prometo.

La cena continuó, y aunque Hermione se sentía impaciente por crecer y vivir sus propias aventuras, sabía que su familia tenía razón. Su momento llegaría, y hasta entonces, ella aprendería todo lo que pudiera para estar lista cuando su destino la llamara.

***

Tres años más tarde la convocatoria del rey Jacobo II resonó a través de las tierras altas y bajas de Escocia, un llamado a las armas que prometía honor y gloria para aquellos valientes que se unieran a la cruzada contra los ingleses. Remus Lupin, el duque de Lupin, se mantuvo en su castillo, su deber ahora era preparar a la próxima generación de guerreros que defenderían el reino.

Los jóvenes nobles, hijos de las casas Rosier, Prewett, Lestrange, Potter, Nott, Black y Weasley, llegaron al castillo Lupin con sus ojos llenos de sueños de valor y hazañas heroicas. Bajo la tutela de Remus, estos adolescentes se transformarían en los soldados más talentosos de Escocia, listos para llevar la gloria a su nación.

Mientras tanto, en el campo de batalla, Oliver Lupin luchaba con la destreza y el coraje que su padre le había inculcado. Cada victoria y cada derrota forjaban su carácter, y su nombre comenzaba a ser conocido entre amigos y enemigos por igual.

Astoria y Hermione, ahora más maduras y astutas, seguían de cerca las noticias de la guerra. Astoria, comprometida, pero aún no casada, encontraba en la ausencia de Draco una oportunidad para fortalecer su amorío a escondidas de su familia. Días en los que era muy sonriente y días en las que parecía tener el carácter de un perro gruñón, no se le podia decir nada porque lanzaba objetos contra las criadas, actitud que si familia atribuia a que su prometido estaba tardando mucho y se le pasaba la edad.

Hermione, por su parte, se sumergía en los libros, pergaminos, el arte de la espada buscando estrategias y conocimientos que pudieran ayudar a su hermano y a su reino. Un romance era lo último en lo que pensaba, era feliz pasando el tiempo leyendo o jugando con las criadas. Ni siquiera notaba que más de un Weasley anhelaba ser su prometido y llevarla a su castillo.

El pequeño Edward, era el mimando de su padre, un pequeño travieso qué escapaba de sus clases de espada para acaparar las cocinas y esconderse bajo la falda de su madre cuando lo regañaban.

La guerra se prolongó durante siete largos años, años de incertidumbre y esperanza, de pérdidas y triunfos. Y cuando finalmente llegó la paz, Escocia emergió victoriosa, pero transformada. Los jóvenes que habían partido como nobles inexpertos regresaron como héroes curtidos, y aquellos que se quedaron aprendieron que la gloria no solo se encuentra en el filo de una espada, sino también en la fuerza del espíritu y la astucia de la mente.

Prometida Sustituta © |DRAMIONE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora