Capítulo Ocho: El supermercado

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Connie insistió en que realizaran una videollamada, pero Liliana no dejó la idea de volverse a ver en el café

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Connie insistió en que realizaran una videollamada, pero Liliana no dejó la idea de volverse a ver en el café. En realidad, ahora las videollamadas le parecían extrañas. Como si aquellas fueran las irreales y el mundo verdadero se encontrara en Virtual Realities.

Su compañera se notaba incómoda a leguas. Podías adivinar que su presencia era involuntaria en todo sentido, aunque la intención de comunicarle algo a su amiga le carcomía los huesos.

—¿Quieres que cambiemos de escenario? —preguntó Liliana dejándose aceptar que Connie no estaba para nada cómoda en el sitio propuesto.

—No, no. Seré muy breve... Siento la responsabilidad de explicarte por qué me fui, por qué ya no contesté nada. Además, pienso que, quizá estamos o estábamos viviendo algo similar.

Desde que estaba en el mundo virtual, ninguna de sus conversaciones se habían tintado de tanta oscuridad. Percibió esa reconocible incomodidad que nos recorre cuando sabemos que lo siguiente que se pronunciará estará lleno de emociones difíciles de procesar.

—Extrañé mucho platicar contigo —comentó la joven intentando suavizar todo—. He descubierto un montón de nuevas funciones desde que te fuiste y compré nuevas cosas para mi avatar. Antes solíamos elegir las opciones gratuitas, pero creo que invertir un poco en las cosas no tiene nada de malo cuando es para uno, ¿no?

Connie la miró. Aún por medio de su avatar se percibía la tristeza.

—Liliana... pasó algo horrible desde la última vez que me conecté —sentenció la chica. Parecía no tener el más mínimo interés en volver sus palabras digeribles. Tan solo quería salir de todo y volver a desconectarse—. Nunca te lo conté, pero yo no vivía sola.

—Bueno, en realidad eso nunca lo pregunté. No era importante, las amigas éramos nosotras. Los demás, ¿por qué me importarían?

Connie bajó la mirada nuevamente. Liliana limpió sus manos de sudor en el pants holgado que portaba ese día.

—Era importante. Es importante. ¿Recuerdas la vez que me contaste que olvidaste comer? Te dije que tal vez me había pasado, pero que no lo recordaba, que no le daba importancia tampoco.

—Solo dime qué pasa.

—Sí me había pasado. Muchas veces, más de las que me gustaría admitir, porque no es algo bueno. No es algo que deba suceder. Esa vez que me fui, desconecté los lentes porque se les estaba terminando la batería. Corrí a mi cuarto para cargarlos. De vez en cuando lo miraba, lo miraba para asegurarme de que estaba bien... Siempre lo estaba, al menos eso quiero recordar. —Las lágrimas comenzaron a caer sobre las mejillas del avatar. Liliana sabía que era muy frío pensar en ello, ¡pero qué buenos gráficos tenían esas lágrimas!—. Ya no se movía. Liliana, ya no se movía. Se sentía tan frío y sus ojitos...

—¿De qué me estás hablando?

—Mi bebé. Yo vivía con mi bebé... Los lentes me ayudaban a distraerme de lo sola que estaba en esta etapa de madre soltera. Es que las cosas se me salieron de las manos, perdí la noción del tiempo.

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