Capítulo Once: Melodías digitales

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—Disculpe que la moleste —continuó la desconocida que le había hablado—

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—Disculpe que la moleste —continuó la desconocida que le había hablado—. ¿Tendrá la hora?

Liliana tardó un momento en reaccionar, pero pronto estaba buscando algún reloj (aunque sabía muy bien que no tenía ninguno). Recordó que no había traído su celular, así que simplemente subió los hombros avergonzada.

—No hay problema —respondió aquella extraña con amabilidad y siguió caminando.

Notó que iba en una dirección similar, así que empezó a hilar sus pasos con los de ella con discresión.

El centro cultural era pequeño, pero se respiraba un ambiente maravilloso. Recordó los escenarios de Virtual Realities. Quizá habían sido demasiadas opciones de personalización, pero Liliana desarrolló un fuerte sentido de la crítica. Podía detectar las fallas en un nuevo escenario con la facilidad de un depredador. Así, lograba personalizar las cosas que no le gustaran del sitio.

Fue con esa misma habilidad que empezó a hacer una comparativa con la realidad en la que estaba. El centro tenía un árbol enorme en el centro, a su alrededor un montón de bancas y una persona que echaba agua, con una jícara, a las raíces del suelo.

Ese era el primer detalle. Quizá aquel escenario hubiera sido fácilmente replicado por los lentes, pero ese aroma tan peculiar a tierra mojada, esas partículas de agua que flotaban en el aire y le daban un poco en la cara cuando pasaba cerca; el frío en su piel, el brillo en sus ojos... Vaya, no había notado que faltaban muchas cosas en Virtual Realities.

Una vez que la señora que iba siguiendo, se perdió entre algunos pasillos, supo que era momento de buscar la sala de piano sola. Pensó de nuevo en sus lentes. Ahí, seguramente aparecerían un montón de instrucciones para señalarle qué era lo que tenía que hacer. Sin embargo, empezaba a descubrir un encanto particular en el hecho de deambular por ahí sin saber con precisión hacia dónde ir. Sintió el peso de su pequeña bolsa de manta y se acercó con timidez a unos carteles.

—¿Eres nueva por aquí? —preguntó una chica de lentes de botella, que se acercaba con una sonrisa.

—Hola, sí. Soy Liliana —dijo ella procurando no tartamudear.

Esa presentación le hizo cosquilleos en los labios. Pronunciar su verdadero nombre era algo distinto. No se sentía igual que filtrar su identidad por medio de un nombre de usuario.

—Y yo Teresa. Vengo aquí casi todos los días, ¿necesitas ayuda en algo?

—Bueno, estoy buscando la sala de piano.

—Una de las más bonitas —repuso adelantándose un poco para quedar más cerca de los letreros—. Tienes que ir hacia el pasillo lateral y luego bajar por todas las escaleras hasta que veas un cartel que dice "música". La salita está muy cerca de ahí.

Teresa tenía un leve aroma a romero. Usaba el cabello muy rizado y fijo con gel. Se preguntó cómo era el cabello verdadero de sus amigos en VirtualRealities.

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