Capítulo Uno: El regalo de cumpleaños

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El silencio del metro le desagradaba, pero le desagradaba más aún tener que usar sus audífonos

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El silencio del metro le desagradaba, pero le desagradaba más aún tener que usar sus audífonos.

Por un largo tiempo, aquel había sido su método de escape, esa forma que tenía para librarse de la realidad cuando el mundo se volvía demasiado abrumador, asfixiante. Sin embargo, de un tiempo para acá, traer la música tan cerca de la mente, también la hacía sentir sofocada.

Estaba tensa, aunque parecía ser el estado natural de su cuerpo. Sujetaba el borde de la mochila con mucha fuerza, como si se la estuvieran arrebatando en ese preciso momento.

Meses atrás, las pupilas viajaban entre persona y persona. En un tiempo antiguo (ese era el mejor adjetivo, porque en realidad parecía que pasó demasiado), Liliana gustaba de pasear sus pupilas  por cada persona que llenaba el metro.

Estaba plagada de una curiosidad insaciable. Se preguntaba a dónde iban, quién los esperaba, cuáles eran sus planes y qué estaban pensando mientras ella los observaba como un paparazzi.

Quizá fue una tarde cualquiera, en realidad no tenía certeza. Era como si hubieran apagado un switch en el corazón. Ya nada le importaba. Las personas en el metro, los árboles en la calle, cada cosa era igual de insípida que la anterior.

De nuevo, si hubiera sido cualquier otro tiempo, ella se hubiera preocupado. Llamaría a su madre, para quejarse, para llorar con ella e intentar repararlo; pero ahora era justo su mamá la que no paraba de llamarla. Estaba preocupada por su hija, por ese brillo que de un día a otro la abandonó.

El traqueteo al bajar tampoco fue molesto. No sentir molestia es terrible, porque el interior no se inmuta cuando fue hecho para estar en movimiento. Así era el corazón de Liliana.

🎀

En una ciudad insípida, caminaba su insípida existencia, mientras el celular vibraba dentro de su bolso. Quizá otro mensaje de "buenos días" de su madre, el paquete telefónico que se le vencía o un aviso del servicio de noticias que no recordaba haber contratado.

Fuera lo que fuera, tan solo lo sentía, no se movía en el corazón la curiosidad de saber quién era la persona que la buscaba. Eso también se había ido de viaje hacía mucho.

Los compañeros de trabajo lo hubieran notado, sino fuera porque Liliana era una chica muy introvertida. Los pocos amigos que había hecho en la universidad, los perdió entre ofertas de trabajo para otros estados y mudanzas que llegaban hasta otros continentes. Era como si ellos también fueran parte de todo el plan.

Recordaba que antes de sentirse así, solía llorar muy a menudo. Tenía presente que así no se miraba la vida de alguien que era feliz. Pensaba en las cosas que seguramente se estaba perdiendo. En las anécdotas que otros relataban, sin incluir su nombre, en lo lento e insignificante que era el hecho de que su existencia se iba derritiendo, diluyendo como el nombre en un periódico. Esa idea la mataba. Algún día, nadie se iba a acordar de su nombre.

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