Interludio

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La noche fue obscura y clara. Las nubes en el cielo se contarían con los dedos de una sola mano, y las estrellas, normalmente opacadas por la contaminación visual, eran más visibles que en cualquier otro momento. Era el final de un día hermoso, común, pero bello... y tal vez, por tal mundanidad, es que fue tan difícil aceptar la escena que aconteció al final de él.

Al fondo de un callejón, en una esquina mal iluminada en el centro de la ciudad, un hombre mantenía a una jovencita pegada a la pared. Sus manos toqueteaban su curvilíneo y delgado cuerpo mientras su lengua se pasaba por su rostro. Era un lugar alejado de cualquier aglomerado de personas, lo que significa un bar a estas horas. El olor a alcohol, cigarros y orina eran presentes en la paredes y suelo. La mujer, con todas sus fuerzas, intentaba alejar a aquel atacante de su libertad. Movía sus piernas y bloqueaba con sus brazos para desear alejar al hombre, pero la diferencia en fuerza era abismal; y sus gritos y sollozos eran bloqueados fácilmente por la bestia frente a ella.

... tal, que parecía que no había escapatoria.

Por lo que, una vez vio la silueta oscura y perturbada de alguien caminar por el callejón, su mente había cambiado por completo. Ahora, internamente, intentaba pedir ayuda a aquella persona... y, aún a pesar de no soltar palabra cualquiera, o sonido que no fuera el del estrago en sí, incluso con la mano de su captor en su boca y la oscuridad tan penetrante del lugar, parecía que aquel que caminaba a su dirección entendía perfectamente cada suplica de ayuda en su mirada. El atacante continuaba disfrutando el momento, de tal manera que tumbó a la chica fuertemente al suelo. Sus manos se acercaban a su pantalón con rapidez. Un sonido metálico se hizo presente por un instante... y después... él había sido tirado al concreto. La silueta que había estado caminando por el callejón se había lanzado a él por su espalda. El rostro del héroe era distorsionado completamente por la noche.

La mujer, mientras tanto, intentó levantarse del suelo, pero sus mejores intentos solo la llevaron a quedarse sentada en contra de la pared; sus piernas la traicionaban, todo su cuerpo lo hacía, estaba en shock. Pero sus lágrimas aun así recorrían su rostro, y la sangre que brotaba de sus heridas la mantenían viva y despierta para presenciar el acto de heroísmo... o, al menos, eso fue lo que quiso creer por los primeros segundos...

—Maldito imbécil. ¡Suéltame de una vez! —gritó el hombre mientras era detenido en el suelo con autoridad. Sus manos intentaban alcanzar los bolsillos de su pantalón, pero sus esfuerzos fueron bloqueados por la persona sobre él. —¡TE MATARÉ! ¡¿ME OÍSTE?! ¿TE MATA—

PAM

Sus palabras fueron detenidas con un simple movimiento de su atacante. Había sido tomado del cabello, y su rostro, lanzado repetidamente contra el concreto. Los primeros dos impactos habían sido suficientes para mandarlo a otra vida... pero el ataque no terminó ahí. Su cara golpeó contra el piso tantas veces que al final lo único que quedó fue una mezcla de sangre y sesos que colgaban de su cráneo. Las paredes manchadas con la vida de aquella persona.

La mujer, al ver esto, encontró la fuerza para soltar un gran alarido de horror. Era cierto que, sobre todas las cosas, quería deshacerse de aquel que la había privado de su libertad... pero, tal vez, sobre todas las cosas, tampoco quería ver a otra persona morir frente a ella. Aquel acto le mostró que el monstruo de antes solo había sido reemplazado por una bestia rara, extraña, apenas humana y tan temible que su grito se detuvo del mismo miedo. Frente a ella un hombre sin rostro ante la obscuridad de la noche, con su único rastro de humanidad en el brillo de uno de sus ojos; un breve resplandor gris envolviéndole, dándole la imagen de algo venido de otro mundo, u otra dimensión fuera de la comprensión humana.

Aquello simplemente era la silueta negra de una persona que aparentaba ser humana.

...

Hubo un silencio mientras aquello parecía observar el cuerpo que yacía debajo. La sangre que brotaba del cadáver invadía el suelo como una fuga de agua en una casa. Lo que quedó del rostro del hombre mantenía dolor y miedo, una expresión que probablemente se llevó a la otra vida... unos últimos pensamientos que lo invadieron hasta que ya no era nada.

Y la silueta, de alguna manera, parecía complacida por esto.

Mientras se alejaba del cuerpo, la persona frente a la mujer revelaba la siniestra verdad detrás de él. Una luz se había encendido y apagado como un relámpago. Fue por un solo instante, tal vez una mofada del destino. Pues, aquello que se reveló del hombre, si es que pudiera llamarse así, hizo que la mujer se ahogara en un intento de grito de terror... un último sonido que provendría de ella.

...

Al final, cuando la policía llegó, dos cuerpos yacían en el suelo. Albert Watz, un vendedor ambulante de la zona. Su rostro había sido golpeado hasta el punto de ser asesinado. La única manera en que pudieron reconocerlo fue debido a la identificación en su cartera. El siguiente cadáver, María Fresco. Estudiante de psicología, de primer año. Heridas y moretones eran presentes en todo su cuerpo. Resistencia a un asalto seguramente... pero... aquello que perturbaba a los oficiales no fue eso. No... aquella chica... le faltaban trozos en algunas partes del cuerpo, como si hubiera sido devorada en el mismo lugar. Grandes pedazos de carne faltaban en su cuello, brazos y torso; marcas de dientes eran presentes a lo largo del cadaver. Tenía huesos rotos, movidos en ángulos imposibles; la escena hizo que más de uno regresará los contenidos de su comida. El resto, los que no lo hicieron, solo se podían preguntar... ¿cuántos más como estos tendremos que descubrir esta noche?  

En un Mundo Olvidado || Historia de Apocalipsis ZombieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora